Capítulo 23

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Ambos, desesperados nos echamos a correr hacia la habitación del amo, quién no sabíamos si estaría con alguien.
Entramos a la habitación y nos encontramos con el menor, durmiendo y a su lado había un cartel no tan grande y escrito en el: "no se olviden de que cuidan a un niño, idiotas"

______: —reí recuperando el aire— Pobre.

Me acerqué a la mesa de luz, de su lado. Estaba por apagarla pero tomaron mi mano. Ciel me miraba con un ojo medio abierto, me agaché a su altura y me susurró.

Ciel: Quédate un rato...

______: ¿Seguro no tiene hambre? ¿Dormirá toda la noche? —asintió— De acuerdo.

Ciel se movió quedando en medio de la cama, me acosté del lado de la mesa de luz y me tapé junto con él.
Sebastian se acercó.

______: Tú si quieres puedes dejarme con él, no creo que... —el menor soltaba ronquidos— Se duerma... —sonreí, acariciando sus cabellos azabaches— Aunque pensándolo mejor, quédate un rato —miré al pelinegro, quien negaba.

Sebastian: ¿Estás loca? —susurró— ¿Sabes lo histérico que se pondrá si se entera?

______: Está dormido, Sebastian. Vamos...

Hice un puchero y el mayordomo dudó, pero terminó aceptando, quitando su frac y chaleco, quedando en camisa. Dudoso, se acostó del otro lado de la cama, quedando Ciel en medio de los dos.
El amo se había quitado su parche para dormir. Giró, abrazándome fuertemente por la cintura, susurrando algunas cosas inaudibles.

Ciel: Cuéntame un cuento... —murmuró, apoyando su cara en mi pecho.

Miré a Sebastian, sorprendida. Mis ojos se cristalizaron, y me apegué a Ciel. No quería imaginarme por lo que había pasado este niño el día que la mansión se incendió, perder ambos padres a tan corta edad.
El pelinegro tomó mi mano, plantando un beso en el dorso de esta.

Sonreí y mis ojos comenzaron a cerrarse, hasta caer en brazos de morfeo.


[...]


Sebastian: ______... _______, despierta —besó mi frente y bostecé. Movió las cortinas, dándome todos los rayos del sol en la cara.

_______: ¡Sebastian! —dije seria.

Sebastian: No me mires así. Es hora de levantarse, mujer.

______: De acuerdo, de acuerdo —me estiré y miré al amo, quién seguía durmiendo.

Salí de la habitación, volviendo al pasillo donde dejé mi valija... que ahora no estaba.
Entré a la habitación de Sebastian, la más cercana y estaban mis prendas dobladas en la cama. Que vivo que es.
Resignada, me cambié por mi uniforme y salí, volviendo a la habitación del amo, quién apenas entré, se removía entre las sábanas.

______: Buenos días, joven amo

Ciel: Buenos días, ______ —bostezó—¿Y Sebastian...?

El mayordomo entró a la habitación, con un brazo escondido en su espalda. Algo ocultaba. Le dio los buenos días al amo y se volteó a verme.
Movió su brazo, extendiéndome una rosa roja. Sorprendida, tomé la flor y le di las gracias. Nos quedamos viendo el uno al otro hasta que el amo carraspeó. Ambos lo miramos.

Dejé a Sebastian a cargo de Ciel, yendo a la cocina donde Bard, Mey y Finny se encontraban.
Agarré un florero vacío, lo llené de agua y puse la flor en él.

Mey: ¿Quién te dió la flor, ______-san?

______: Sebastian.

Finny: ¡Aw, es tan tierno! ¡Sebastian siempre pensando en los demás! —me abrazó mi amigo.

New Maid (Sebastián Michaelis y tu)Where stories live. Discover now