Y eso me aterra.

- En la reunión no estabas tan callada. – Vuelve a hablar Raziel, haciendo alegoría a nuestra pelea.

Inconscientemente camino hasta la orilla de su cama y me subo en ella, gateando un poco hasta llegar a estar frente a él; Raziel sentado al borde del sillón y yo de la cama. Cruzo mis piernas cual sentada de indio y respiro profundamente. No me había dado cuenta de cuan acelerado tenía el corazón.

- Sí.

- ¿Si, qué? – El destello de gracia en su rostro desvela que sabe a lo que me refiero, pero necesita oírlo de mí.

- Si a ambas preguntas. – Muerdo mi labio inferior. – Puede que me respaldado en la idea de una tonta competencia entre tú y Caín para convencerme a mi misma de que no me gustan, aunque no ha funcionado. Sin embargo, - Frunce el ceño con curiosidad. -, tu hipótesis no responde por qué Caín ha venido hasta aquí para decirte que nosotros hemos... Que nos acostamos.

Imito su postura dejando caer mis piernas por el borde de la cama y posando mis codos sobre mis rodillas. La distancia entre ambos debe ser de casi dos metros y no hay nadie dentro del cuarto, pero no puedo dejar de sentir que las emociones me consumen y la situación me agobia. Esto más el estado de mi padre atentan contra mi poca cordura y yo solo necesito una cosa; Claridad.

- Obtuviste la respuesta que quieras y demostraste tu punto. – Intento no lucir nerviosa pero el movimiento insistente de mi pierna me delata. – Ahora quiero que respondas una pregunta.

- ¿Qué quieres saber, Edén? – Cuando su lengua saborea mi nombre logra erizarme la piel.

- ¿Qué pasó entre Caín y tú?

Raziel suela una seca risa entredientes, corriendo su mirada a un punto inexistente en el suelo. Se reclina para apoyar su espalda en el sillón y cruzar sus brazos su pecho, dejando expuesto los tatuajes en ellos y como se tensan ante el movimiento.

La ansiedad y curiosidad me carcomen por dentro, sumado al terror que me da su respuesta, pero no digo ni hago nada.

- Estoy seguro de que has notado que mi sentencia no tiene sentido alguno con los cargos que se me han otorgado. – Asiento lentamente. El primer día que vi el expediente de Raziel no podía creer que en mi tropa había un ex convicto, pero más me llamaba la atención la cantidad de años que se le dieron por simples peleas callejeras.

- Eran muchos años para solo ser atrapado participando en peleas clandestinas. – Hablo.

- Peleas callejeras. – Saborea las palabras en la boca. – Una mierda. Todo fue culpa de una mujer.

- ¿Una mujer fue lo que causó tanta discordia entre ambos? – Pregunto con un tono de escepticismo.

Raziel niega mientras clava su grisácea mirada en mí, como si hubiese dicho la cosa más tonta que ha escuchado. Su aura relajada y divertida ha desaparecido para ser reemplazada por una falsa paz que intenta cubrir un sentimiento aun más perverso y oscuro. ¿Dolor? ¿Tristeza? ¿Enojo?

- Una mujer jugó con nosotros, pero fui yo quien perdió.

- Necesito que me digas más, Raziel. – Lo presiono. - ¿Qué hizo? ¿Les mintió?

Su mandíbula se tensa y su mirada se corre de mí para observar algo en la pared.

- Supo la manera para usarnos a su antojo y crear una de las polémicas más grandes en la historia de la central. – Habla como si más que recordar estuviese reviviendo todo. – Marchábamos en la misma tropa pero ella era teniente. Desde que puso un pie en las instalaciones fue el foco de atención para cualquier hombre o mujer que se cruzase con ella; No solo su belleza era abrumadora e inevitable, sino que sus habilidades eran tan naturales y precisas que temías ser cautivado con su rostro y asesinado con sus manos, así era.

Arder | Versión en españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora