A Horacio el pasado lo atormenta. Para Toni el futuro es incierto. Gustabo no sabe qué hacer con su presente y Carlo tiene que aprender a lidiar con sus tres hermanos menores mientras batalla contra sus propios problemas.
❱Créditos de los dibujos...
Salinas, una vez más, corrió por los pasillos de Marbella. Tenía una mirada de triunfo y una sonrisa engreída que no le podía quitar nadie.
Su prueba, finalmente, había culminado y ahora sólo le quedaba esperar a que Toni saliera de su propia evaluación. Buscó a Gustabo para recuperar el regalo, encontrándolo, para su sorpresa, en compañía de Jack Conway. Ambos parecían estar en una competencia de miradas hostil, pero viéndoles de lejos, más parecían dos idiotizados comiéndose con la mirada. Evidentemente, no iba a decir nada al respecto; no quería probar la paciencia de su cuñado o la del hijo del intendente.
—Ya volví —se vio en la necesidad de decirlo al acercarse a la mesa, para romper la tensión—, gracias por cuidarme las flores.
Pensaba agarrar el presente y largarse, pero el Omega quizás adivinó sus intenciones y por ello le agarró el antebrazo con una fuerza que no se esperaría de alguien tan petite, lo haló para sentarlo a la par suya y gruñó, señalándole el pecho con el dedo índice.
—Tú te quedas al menos hasta que Toni se desocupe.
—Pero...
—Pero nada. Por culpa tuya le debo un favor a este, así que tú me lo debes a mí —le replicó Gustabo. Él no se sabía los detalles, para ser honesto, pero le daba hasta miedo preguntar—, como mínimo no me dejes a solas con la rata.
Salinas estaba desconcertado.
—¿Me perdí de algo?
Conway entrecerró los ojos en su dirección. Había permanecido callado observando al rubio y ahora a él. Ya ni siquiera sabía quién le generaba más miedo, si Conway o Carlo.
—¿Tú qué, gilipollas? —le inquirió Jack con desdén.
—Eh, eh, eh, no lo insultes —discutió el Omega, arrugando la nariz y jaloneando a Raúl—. Es MI cuñado y sólo a mí se me permite insultarlo.
¿Eso es... algo bueno?, se preguntó para sí el Alfa de anteojos.
