Vicioso

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❝I jumped so high, I touched the clouds❞

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Al tiempo que Horacio se encontraba trayendo a su hermanito, Toni se alejó del área de las apuestas para que Carlo dejara de incitarlo a darle a la Ruleta. Medio saludó a Hai y Jose, que venían a última hora, dirigiéndose al lavabo del casino.

Hizo sus necesidades, se aseó y lavó sus manos con premura. Entonces, cerca de la entrada, sintió unos pasos estridentes que hacían eco dentro del espacio lleno de azulejos de cerámica. Pensó que lo más prudente era salir de ahí, no sabía qué clase de loco, acosador o borracho se estaba metiendo con él en un espacio tan reducido.

Pero, antes de que pudiese huir de ahí, notó como el borracho se estrellaba torpemente contra un cubo de basura que, gracias a la vida, sólo contenía papeles con los que las personas secaban sus manos, y no untados de cosas tan asquerosas como los que pertenecían a cada cubículo. Se quedó quieto, balanceando el peso de su cuerpo entre un pie y luego en el otro, esperando a que el caído se quitara de en medio. Cuando esto no sucedió, comenzó a desesperarse.

—Estás tapando toda la entrada, ¿me das permiso? —el tipo, que parecía ser un Alfa por cómo olía, se le quedó mirando con una sonrisa boba, pero no se levantó—. Quítate cojones, quiero pasar.

—Estás bien guapo, hijo de tu puta madre —declaró el alcoholizado, fallando en el intento de incorporarse para ponerse de pie, volviendo a deslizarse en la posición en la que estaba antes—. Sabrina también era linda... Pero me dejó por García.

—Ay, que feo caso —comentó, golpeando la suela de su zapato contra el piso, impaciente, pero también divertido e interesado en la historia trágica del Alfa.

—No entiendo por qué. Yo soy más carismático.

—No te valoró, que vergüenza.

—¡No me valoró! —gritó, parándose de un salto. El conocido vértigo que el alcohol causa en el organismo por los movimientos bruscos lo invadió, razón por la cual se agarró de una pared, logrando no caerse a puras penas.

Fue hasta verlo así, que las neuronas de Toni hicieron sinapsis y recordó al tipo, ¡era el que estaba fumando en los baños de Marbella!

—¿No vienes con alguien que te lleve a casa? ¿Dónde vives?

—Vivo —comenzó, levantando un dedo, para después señalarlo— en tu corazón, bebé.

—¿Y tú teléfono? —Era lógico, ¿no? Así podía revisar los contactos y avisarle a sus familiares o algún amigo, que no estaba en condiciones de volver, o, siquiera, estar sólo.

—Lo presté. La mujer me dijo que quería ver la hora, así que lo saqué, pero ella lo agarró y se lo llevó.

—No me jodas que te robaron el teléfono, qué patético.

Hermanos CaóticosOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz