Casino

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❝This is the moment. Tonight is the night, we'll fight 'til it's over❞

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—¿Alguna vez haz visto algo tan extraño, que llegas a pensar que no está pasando realmente?

—¿Por qué, Gustabo? ¿Qué viste?

—A Carlo siendo feliz. Tengo miedo.

—Es normal. A parte de la ropa, odiar a las personas y el baloncesto, las apuestas de azar son una necesidad para él —explicó el Delta, comprando algunas fichas para comenzar a jugar. Carlo desapareció al llegar al local, sin decirles nada, caminando con los brazos arriba, hasta perderse entre la gente—. ¿Sabes? El casino más concurrido del mundo se encuentra en Mónaco y se llama "Monte-Carlo". Quizás papá sabía que su hijo iba a ser un ludópata y por eso lo nombró así.

—Que guay. Ojalá mi mamá le hubiera puesto a Toni Traga-pitos.

El casino tenía un ambiente bastante juvenil, con música variada entre géneros urbanos, canciones tecno y álbumes pop. Había un área para bailar en una tarima con equipo para realizar presentaciones en vivo. Contaba, además, con otra parte más sobria, dedicada de forma exclusiva para toda aquella clientela que quisiera dejar su sueldo en las apuestas. Justo ahí, en esa última, es donde estaba Carlo.

Parado frente a la Ruleta, estaba concentrado en las vueltas que la pelotita blanca hacía, hasta que se detuvo en el color verde.

—...

—¿Qué pasa? ¿No le atinaste? —Toni se inclinó en la mesilla del juego para ver los resultados—. ¡Nooo! ¡Perdiste! ¿Cuánto apostaste?

—Veinte.

—¿Veinte euros? No sabía que se podía apostar tan poco dinero.

—No, veinte mil euros.

—¡¿Veinte mil euros?! —gritó Gustabo, corriendo detrás de Toni para ver también el fracaso de su hermanastro— No me jodas, eso es muchísimo.

No pudo evitar pensar, con desdén, que era una pérdida insulsa de dinero. Veinte mil euros era una cifra grande, es más, con una semana de trabajo en el Kerule a penas llegaban a los quince mil y Carlo había perdido eso en menos de cinco minutos.

—¡Es por culpa de ustedes, cazzo! Las últimas veces mi ritual estaba funcionando a la perfección, pero vienen y me salan todo. No sé ni para qué los invité.

—¡Yo no pienso gastar ni un euro en esa cosa! —dio media vuelta, notando que cerca de ahí había otro tipo de entretenimiento mucho más barato y, a su parecer, más divertido, con personas más interesantes—. Ya sé que voy a hacer, nos vemos otro rato, pringados.

Hermanos CaóticosWo Geschichten leben. Entdecke jetzt