CAPÍTULO 12.

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Capítulo 12.






Samantha.




Cocinar era una de las cosas que más me gustaba. Era lo único que podía conservar del mundo humano, todo lo demás ya no existía.

Para un humano la vida era corta e intentaba disfrutarla tanto como pudiera, siendo consciente de que no sabía cuándo abandonaría el mundo.

Pero para nosotros era diferente. No teníamos un fin a menos que alguien lo dictaminara, que viniera y nos asesinara. A pesar de que nuestra vida estuviera en un continuo peligro a causa de las misiones, me encontraba muchas veces deseando un final en alguna de ellas.

Me encontraba harta de vivir.

Se dice que uno no valora algo hasta que lo pierde, pero si sabes que nunca lo vas a perder, ¿cómo lo vas a valorar? Sabes que siempre va a estar pase lo que pase, hagas lo que hagas, por lo tanto no prestas demasiada atención a si lo estás valorando de la manera adecuada.

Tener de propósito asesinar a vampiros renegados me ayudaba a cargar con la culpa de las muertes inocentes que causé. Al despertar sudada y asustada por las pesadillas donde todos estaban tendidos en el piso sin vida, llenos de sangre al igual que mis manos.

La culpa de hacer algo mal no se iría jamás, pero ser capaz de hacer un bien lo aliviaba.

Suspiro dando vuelta el último omelette y dejándolo en un plato sobre el desayunador. Ninguno de los chicos se habían levantado aún pero a mí me gustaba que cuando lo hicieran, ya estuviera todo preparado. Busqué vasos y la jarra del jugo de naranja, los deposité también en el desayunador y me senté a comer sabiendo que los demás no tardarían en despertar.

Habían pasado dos días desde que Paige había desaparecido, o mejor dicho, desde que Dominik la secuestró.

Sentía demasiado su ausencia, ella era mi única amiga desde que perdí a Lily. Pasé siglos sin tener una amiga, el miedo de perder el control y lastimar a alguien más me torturaba todos los días. Pero con Paige todo fue diferente. Ella no me veía como un vampiro, ella me veía a mí. A Sam. A lo que era realmente y fui antes de todo.

Solo dos días que se sentían como una eternidad, sin saber qué podrían estar haciéndole en estos momentos.

Se escucharon unos pasos acercarse y levanté mi vista encontrándome con Derek. Sus ojeras delataban lo poco que seguramente había dormido, si es que lo había hecho.

Le sonreí mientras él se sentaba y desvíe mi mirada de nuevo al omelette. Comimos en completo silencio mientras Eros, Arik, Matthew y Luke también se unían sin decir una palabra. Todos estábamos igual de conmocionados. Habíamos intentado miles de formas de encontrarla y no habíamos tenido éxito.

Ella es fuerte.

Me lo repetía una y otra vez en mi cabeza.

Cada uno se fue por su lado cuando terminaron todo excepto Derek y yo que nos tocaba limpiar.

Amaba el orden y la igualdad, por lo que había sido mi idea que todo fuera así. Sin que siempre alguien se estuviera encargando de todo, sino que todos aportaran algo aquí.

Derek se encargó de limpiar y yo de secar.

No sabía qué decir, no creía que hubiera algo que lo distrajera realmente. Tampoco sabía si él quería hablar conmigo en primer lugar.

Pero quería hacerlo.

—¿Derek? —mi voz salió en un susurro que él no escuchó —. Derek —lo llamé de nuevo más alto.

VIGILANTESWhere stories live. Discover now