CAPÍTULO 10.

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Capítulo 10.


Derek


Detengo la pelea cuando escucho a Paige gritar. Veo de reojo como su cuerpo pierde el equilibro, empujo a Dominik quien tambalea y me apresuro a tomarla en mis brazos antes de que choque contra el suelo.

Tomo su rostro en mis manos y le proporciono caricias mientras susurro repetidas veces su nombre, pero no responde. No abre los ojos. Nada. 

A lo lejos Dominik me habla, pero no lo escucho. No puedo observar a nadie más que no sea a ella, a su cuerpo inerte sobre el mío. Corroboro que aún esté respirando y me tranquilizo un poco al notar que es regular como de cualquier persona que está durmiendo.

Mi pecho se oprime pensando en lo peor. Miles de escenas se me cruzan y las aparto, decidido a conservar la esperanza de que todo estaba bien. Debía estar bien. Ella no podía morir. 

La culpabilidad me carcome. Prometí cuidarla siempre, en el cielo y en la tierra. Prometí nunca dejarla sola, pero aún así no había estado pendiente de ella como realmente tenía que ser. Había escapado de la casa, se había involucrado en una misión de vampiros que no les compete en lo absoluto. Era todo su culpa. Había sido descuidado, su promesa rota por su irresponsabilidad.

Había dejado que sus emociones nublaran su juicio.

Apoyé mi frente con la de Paige y susurré palabras que nadie que no fuera un ángel podría entender ni utilizar, en un idioma completamente único.

El vínculo estaba intacto, eso significa que ella estaba en perfectas condiciones…

—¿Qué le hiciste? —solté de manera brusca y él rió por la nariz.

—Yo no hice nada —se defendió. Estaba por abrir la boca una vez más cuando la habitación comenzó a llenarse de un resplandor tan conocido para nosotros. Ahogó un grito antes de evaporarse en el aire.

Me giré nuevamente a Paige. La luz provenía de ella, de su cuerpo. La misma sensación que experimenté en la casa me envolvió. Esta vez no era un ardor, era una calidez, y mi cuerpo imitó el de ella, levitando en el aire al mismo tiempo. El ruido de los huesos de mi columna romperse fue lo primero que escuché, luego vino el dolor ensordecedor. 

La observé abrir sus ojos y realizar una mueca de dolor. A ambos nos sucedía lo mismo, nuestra parte más preciada que había sido arrebatada hace siglos estaba volviendo a nosotros.

Unas alas se desplegaron de su espalda y las mías se unieron al sonido de un aleteo que había olvidado. Que extrañaba con cada parte de mi ser desde que llegamos a esta tierra y lo perdimos todo como seres de luz. Convirtiéndonos en tan solo unos humanos a pesar de que en nuestra sangre aún corriera la de ángel.

Nos elevamos más alto, atravesando el techo y llegando a las nubes que decoraban el profundo cielo de colores extraordinarios naranjas y rosados, dando la llegada al amanecer.

Sonreí. 

Sonreí como no lo había hecho en tanto tiempo.

Y volé, sintiendo cada fibra de mi ser llenarse del aroma que desprendía la naturaleza, el viento, las nubes. Cada parte de la tierra la sentía y la admiraba. Unas lágrimas escaparon velozmente de mis ojos, siendo llevadas por la brisa que generaba la velocidad a la que iba.

Me acerqué nuevamente a Paige, en su rostro se extendía una sonrisa como la mía. No la había visto sonreír así desde que llegamos a la tierra. Había extrañado tanto todo esto, a ella, a nosotros.

VIGILANTESWhere stories live. Discover now