Capitulo 3

987 38 0
                                    

― ¿Brad Hopkins? Claro que no. Él es…― Furiosa, deje de hablar. La idea de salir con Brad Hopkins era de lo más extravagante, pero no había ninguna necesidad de que es tipo lo supiera. 

― Me imagino que debe ser difícil conseguir citas cuando una es la hija del director ― Comento Nick, pensativo. 
― ¿Por qué lo dices? 
― Oh, supongo que… ― Nick pareció reflexionar. ― Bueno, la hija del director de mi otra escuela también tenía mi edad y era… bueno insignificante y… en fin, es una historia realmente espantosa, pero fue al baile de graduación con su tío. Pensó que no se darían cuenta pero no engañó a nadie. 
Mi presión arterial debió haber subido a veinte en dos segundos. Llegamos al final de la escalera. Apreté los puños con tanta fuerza que me lastime las palmas de las manos. 
― Eres grosero y detestable… 
Él pareció sorprenderse. 
― Caramba, yo no digo… 
― ¡Me comparas con una chica insignificante que tiene que usar a sus parientes como acompañantes! ― grité. No podía creerlo. Diez minutos antes tenía esperanzas de que durante este años escolar pudiera brillar un poco, y viene este tipo y me dice lo más campante que es inútil… que no soy más que la insignificante hija del director. 
― No te estaba comparando ― Protestó Nick ―. Me limitaba a decir que debe resultar duro ser la hija del director. Si contra los otros… digamos, cinco millones de problemas. 
Me quedé helada. 
― No tengo cinco millones de problemas. 
― No me refería a ti. Me refería a… 
― Mi único problema ― dije en voz bien alta y clara ― es que ya desperdicié demasiado tiempo en permitir que me insultes. 
Le arrojé a los brazos los libros que llevaba. Él se tambaleo un poco y dejó caer dos de ellos. No espere a que los recogiera. Furiosa, tiré sus formularios al aire y bajé a los tumbos la escalera, en medio de una llovizna de papales blancos.


Más tarde, en ese mismo día sentada en el antepecho de la ventana abierta de la cocina, me puse a mirar hacia la calle en espera de que mi familia estuviera lista para salir a cenar, cosa que hacíamos todos los viernes por la noche. Empezaba a sentirme un poco demasiado grande para esas cenas. Me refiera a que, cuando yo misma veía a alguien de mi edad, chica o chico, cenando con sus padres en una noche de fin de semana, siempre especulaba con una cantidad astronómica de razones por las cuales esa persona no tenía ningún tipo de vida social. 
Por otra parte toda la gente que conozco se siente un poco incómoda con su familia, y creo que yo me siento más incómoda que nadie. No me malinterpreten. Quiero a mi familia y todo lo demás, pero debo decir que son un poco extraños. Les daré un poco de información básica, empezando por mí, ______ Merrill, si bien soy la menos extraña del grupo: dieciséis años, ojos pardos, pelo castaño claro, cutis pálido, cuerpo normal. La gente siempre discute acerca de cual es mi ―mejor rasgo, lo cual debería darles una idea de mi aspecto, dado que la gente realmente atractiva siempre es justamente eso: atractiva, sin nada de esas tonterías sobre los mejores rasgos. Como mi mejor amiga Katie, por ejemplo. Ella es menudita y rubia, con un corte de pelo tipo duende, y todos dicen que es encantadora o adorable y punto. 
Katie dice que daría cualquier cosa por tener mi pelo, pero ahí está la cuestión: ella es mi mejor amiga, tiene que decir cosas así. Por si les interesa, mi pelo no tiene nada de espectacular, salvo que no me lo corto hace una década. De todos modos, mamá dice que mi mejor rasgo es mi cutis de ―porcelana, lo que en realidad significa que tengo una piel blanca como pocas (Una vez, en la playa, un chico acostado en una lona cerca de la mía me dio las gracias, porque era probable ― dijo ― que mi piel estuviera reflejando el sol para que él tuviera un mejor bronceado. Pero esa es otra historia) A veces mamá cambia de idea y dice que mi mejor rasgo son mis ojos, porque son muy grandes. Claro, tendrían que ver las fotos de la familia, donde siempre parezco un ciervo asombrado o un asesino de masas. 
Después vienen mis hermanas mellizas, Anne y Liz, de nueve años de edad y que, por suerte no son idénticas. Lo último que necesitan es que las vistan con ropa igual. Liz es tierna y rubia, como mamá, y muy tímida. Anne tiene el pelo oscuro, es pecosa y usa trenzas, y es probable que haya nacido hablando. A veces, cuando estoy lejos de ellas, trato de recordar la voz de Liz y no puedo hacerlo. Y no porque hable poco. Creo que es porque Anne habla demasiado. 
Luego está mi hermana de once meses, Debbie. La idea era que fuese un varón, pero salió tan linda que, basta mirarla para que no haya dudas de que es una nena. Es un montón de rulos rubios con enormes ojos azules y dulce piel de bebe. Cierta vez, un ejecutivo de publicidad la vio en el supermercado y arregló con mis padres para que la llevaran a una prueba de avisos de comida para bebes. Por desgracia, antes de la prueba, mamá vio un fragmento de un programa llamado sesenta minutos, en el cual mostraban cómo trataban a los chicos en los avisos, y canceló el trato. En fin, que así es de hermosa Debbie, Además, es muy dulce y simpática y todos estamos locos por ella. 
También mamá es muy atractiva. Si la ven en el parque empujando el cochecito de Debbie, probablemente pensarán que tiene veintisiete años en lugar de treinta y siete, y Debbie es su primer bebé. Es alta y esbelta, con un pelo rubio y ondulado que le llega al mentón, y unos hermosos ojos azules, de ese color que casi llega a ser azul marino. Además, tiene los pómulos salientes y una gran sonrisa. Al verla, se puede entender porque papá, que es veinte años mayor, decidió fugarse dos días después que ella terminó el colegio, arriesgándose a perder su puesto de profesor y causando un gran escándalo. 
Es un poco más difícil entender ― a primera vista, quiero decir ― porqué mamá se escapó con mi padre. Como ya dije, él tiene veinte años más y su aspecto es el de un director de colegio segundario: mandíbula cuadrada, pelo oscuro con canas en las sienes, anteojos anticuados montados sobre armazón de carey, postura correctísima, nunca un pelo fuera de lugar. En realidad me alegra que sea tan meticuloso. Me dolería verlo atravesar el patio con la bocamanga del pantalón enredada en sus calcetines o algo por estilo. 
Pero eso son solo las apariencias. Si conocieran de veras a mis padres, entenderían porque se sintieron mutuamente atraídos: no hay dos personas más ingenuas y menos frívolas que ellos. Por ejemplo, papá, que se pasa cuarenta horas semanales en compañía de adolescentes, y mamá, que se dedicaba a ilustrar libros para chicos, no han entendido aun el concepto de lo que es popular y lo que no lo es. 
Un caso: todos los años papá invita a los diez mejores alumnos a un asado. Ahora bien no hace falta decir que, cualquier persona popular que se encuentre entre los diez mejores, rápidamente encontrará una excusa para no venir. Pero la gente impopular ― los locos de las matemáticas, los monstruos de ciencias, los chicos de camisas almidonadas, las chicas de blusa y anteojos de vidrio grueso ― ¡vienen todos! ¡Le traen flores a mamá! Y se quedan y se quedan, charlando con mis padres hasta que prácticamente tenemos que echarlos. Y luego, mientras mis padres están ordenando todo, no hay vez que uno no diga: ―¡Qué lindo grupo de adolescentes!
Y el otro le contesta: ―Oh, ¿tú también lo pensaste? No sé cómo pueden ser tan inteligentes. 
¿Se dan cuenta? ―¡Son tan inteligentes! Como si ser tan inteligentes no fuera la causa de quedar automáticamente afuera del círculo de la popularidad. Por ejemplo, el años pasado un chico se pasó una hora cuarenta y cinco minutos hablándole a mamá del castillo que había construido con fósforos. Y ella se preguntó cómo es que un chico tan brillante no encabeza la lista de todas las muchachas de un colegio secundario… 
Sentada en la ventana, suspiré y sacudí la cabeza. ¿Qué podía hacer? Eran mi familia y yo los quería. Me resultaba difícil no aparecer en público con ellos. Además, me dije, yo tenía algo de vida social. De hecho estaba esperando la llamada de Katie para hablar sobre lo que nos pondríamos para ir a la fiesta de Joe Miller.

Adorable Rebelde ; Nick Jonas Y Tu . (Adaptada) Where stories live. Discover now