Capítulo 12.

60 22 8
                                    

Por la mañana, sonó el despertador antes de la hora. Esto se debió a que había quedado con mis hermanos para hacerle la broma a la profesora Steele. Le haríamos creer que el té que se toma todas las mañanas estaba envenenado. Para ello, Dylan se encargaría de entretener a la chica encargada de la cafetería mientras que Thomas y yo echábamos especias en la tetera. Nos salió el plan perfecto ya que probé nuestra obra de arte y sabía a rayos. Realmente parecía que estaba envenenado.

El timbre de clase nos sobresaltó y corrimos cada uno hacia nuestra clase. Por el camino, me crucé con la afortunada de la broma de hoy con la que tenía a primera hora. Esperé con Patty en la entrada de clase informándola de los hechos y diciendo que me siguiera el rollo. Cuando apareció la profesora por la puerta, comencé a hablar.

- Hoy sabe raro el té. De hecho, se han llevado a un chico esta mañana por bebérselo- dirigí mi mirada hacia la profesora- para mí que está envenenado o algo.

La señora Steele puso cara de horror y empezó a toser sintiéndose mal.

- Chicos, me encuentro fatal hoy- volvió a toser.

Le hice una señal a Patty y ella empezó con el show.

- Profesora, creo que he comido algo en mal estado, o ha sido ese estúpido té. Creo que voy a...- Patty fingió una arcada y salió corriendo de clase.

- ¡Me voy a morir!- exclamó por el pasillo la profesora dirigiéndose al despacho del director- ¡Director Donson, han envenenado el té, alguien me quiere matar!

Todos los de clase estallamos en carcajadas y alguien gritó: "¡Se acabó la clase por hoy!" haciendo que todos saliéramos del aula.

Hubo un enorme caos e incluso llegó la ambulancia. La broma se nos había ido de las manos. Fue tal el escándalo que cancelaron las clases durante todo el día.

El resto de la mañana no hice nada y me lo pasé tumbada en las gradas del campo de fútbol escuchando música. Estaba tan metida en mis pensamientos que a penas me percaté de lo que estaba ocurriendo. Patty y Luca estaban solos hablando. Les dejé intimidad y me dirigí al comedor ya que pronto sería la hora de la comida.

Fui la primera en llegar de mis amigos y me senté en la mesa a esperarles. Las risas empezaron a resonar en la entrada del comedor haciendo que girara la cabeza en aquella dirección. Adelaide acababa de entrar con el pelo verde y cara de pocos amigos. Sorprendentemente, detrás de ella se encontraba mi hermano Dylan que se vino directo hacia mí.

- ¿Qué has hecho, Beth?¿Para esto querías el tinte?- gritó enfadado.

- Relájate, Dylan. No es para tanto, una simple broma- me quedé flipando por su actitud. No entendía muy bien a qué venía.

- O sea, ¿qué has sido tu la que me ha estropeado mi maravilloso pelo?- Adelaide lo había escuchado todo y echaba humo por las orejas- ¡Te odio!- alzó la voz.

No tardó mucho en abalanzarse sobre mí y no me dio tiempo a defenderme. Como pude, intenté tirarla de sus extensiones, pero resultó que era pelo natural y no conseguí gran cosa. Adelaide me arañó toda la cara con sus largas uñas mientras me insultaba. Parecía que la pelea no iba a acabar nunca hasta que nos separaron. Unos fuertes brazos me rodearon aunque yo seguía forcejeando para seguir pegándola. Miré quién sostenía a Adelaide y grité con todas mis fuerzas a mi hermano Dylan: "Traidor".

Los brazos que me rodeaban, se aferraban a mi cintura fuertemente. No paraba de gritar que me soltara, pero era en vano. Me sacó del comedor y me llevó a la fuente del jardín.

- Te quieres estar quieta de una vez- dijo en tono cansado Harry.

Me sobresalté al escuchar su voz.

- ¿Tú eres idiota? Casi la tenía, iba ganando- le planté cara.

- La idiota lo serás tú- se acercó demasiado a mi cara- la expulsión es el menor de tus problemas si te pillan pegándote en este estúpido internado.

- ¿Te crees que me importa?- inquirí.

- Debería- respondió con el semblante serio.

- Ocúpate de tus problemas, que ya son bastantes, y déjame a mí con los míos.

- ¿A qué re refieres, Elisabeth?- la duda atravesó su rostro.

- Es muy bonito insultar y meterse con alguien por su orientación sexual- ironicé.

- Elisabeth Clayton- nos interrumpió el director- ¿es consciente del escándalo que ha formado en el comedor? Ya me han informado compañeros suyos de los sucedido y de la broma de mal gusto que ha realizado a su compañera. Estará castigada el resto de la semana en la biblioteca y como escuche que me replica, serán dos en vez de una. ¿Le ha quedado claro?

- Sí, señor Donson. Está clarísimo.

- Bien, ahora- nos señaló a los dos- señorita Clayton y señor Blake, les quiero en la biblioteca toda la tarde hasta el horario de cierre- se alejó enfadado.

Miré a Harry y, sin esperarle, fui hacia la biblioteca. Iba a ser una larga semana. Menos mal que solo quedaban tres días para el viernes.

La bibliotecaria me indicó el montón de libros que tendría que colocar durante toda la tarde hasta las ocho. Empecé por la sección de Economía, aunque no me llevó mucho porque no había muchos libros que ordenar. Continué por la sección de Historia a la que dediqué la mayor parte de la tarde. Cuando estaba a punto de acabar mi castigo y feliz por no haberme cruzado con Harry, este apareció en mi campo de visión en la estantería de Psicología.

- ¿Qué tal te ha ido la tarde?- comenzó Harry.

- Bien- respondí secamente.

- Escucha, Beth, creo que con lo de antes de referías a Louie y quiero que sepas que fue un error y un malentendido que pasó hace tiempo con Asher. Asher es el que sigue metiéndose con él, pero yo hace tiempo que no lo hago- me explicó.

- Verás, Harry, aunque tú no lo hagas, estás permitiendo que otra persona lo haga delante tuya sin llevarse ninguna consecuencia por ello. A parte de eso, no es a mí a la persona a la que tienes que darle explicaciones.

- De todas formas, Beth, siento que tengas esa mala imagen de mí porque no soy así.

Mi coraza flaqueo con esa disculpa. Jamás le había visto así de arrepentido y triste.

- Está bien, Harry, pero la próxima vez, antes de hacer algo, piensa en cómo afectará a los demás- coloqué mi último libro del día.

La bibliotecaria cuyo nombre era Holly Wilson, una antigua alumna del internado, nos indicó que podíamos marcharnos. Holly era una chica de mediana estatura y morena, su edad no sobrepasaría más de cinco años la mía. Sus ojos de un verde intenso y su tez blanca le hacían parecer aún más joven. Se despidió de nosotros y nos dijo que estaría esperándonos mañana.

Harry no se alejó de mi lado aunque me apetecía estar sola. Me acompañó hasta la residencia y se despidió de mí. Fue un gesto amable por su parte, pero no podía dejar de pensar en Louie y en lo mal que se habría sentido por sus comentarios.

Al entrar a mi habitación, comprobé que mi lado estaba patas arriba. Todo se encontraba desordenado o tirado por el suelo. Mis cajones estaban abiertos y vacíos. Busqué como una loca lo más valioso que tenía y me puse a llorar al ver que estaba completamente destruido. El trofeo que había ganado muchos años atrás en natación, esa competición que había unido a mi familia y la cual recordaba con mucho amor, se había destruido al romperse el trofeo.

No entendía quién me había hecho eso y los motivos que podía tener, pero lo pagaría. Intenté recoger algo por encima quitando lo que se encontraba encima de la cama, pero el dolor que sentía era mucho mayor.

Me tumbé en la cama desconsolada y me dormí con lágrimas en los ojos. Había sido un largo día y no de los mejores.

El (estúpido) internadoWhere stories live. Discover now