† CINCO †

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† CAPÍTULO 5 †

—EXILIO—



Todo iba de mal en peor en la aldea.

Con los continuos rumores del elegido que cambiaría el futuro del mundo, no había nadie que no pusiera en la mira a la pareja de hermanos, quienes eran los que más opciones tenían de ser los mencionados en la profecía. Daren amaba la atención que recibía y no dudaba un solo segundo en echarle en cara a su hermano menor, la fama que había conseguido en tan pocos días.

Kenny, por otro lado, hacía lo posible por estar a la altura del mayor, e incluso asumía las tareas más pesadas de la aldea; quería obtener el mérito que el moreno ganaba casi por nada, y con cada hora que pasaba podía incluso saborear cómo su odio hacia él aumentaba. Ya ni siquiera podía soportar estar junto a él... y Daren compartía el sentimiento: sus padres no estaban enterados de lo sucedido con aquella extravagante..., guapa mujer que una noche, sin que nadie sospechara, corrompió el alma de los dos jóvenes a hurtadillas de los ojos de los demás.

—¡Quítate de en medio, enano! —ordenó con exagerada autoridad al chico junto a él apenas se percató de su presencia—. Vamos, Kenny, apúrate. No estás haciendo nada, solo nos causarás problemas si sigues así.

El más joven resopló indignado. Duró la mañana entera arando los cultivos y limpiando las heces de la vaca de la familia a la que nombraron Deng, al igual que uno de los dioses que tanto veneraban. Habían decidido bautizarla así, pues creían que de esa manera sería más fácil que sus siembras crecieran más que las de los otros. Además, pensaban que así la fertilidad del pobre animal duraría más tiempo.

Kenny tan solo tomó un respiro por el arduo trabajo que todo le llevaba. Podría apostar a que su hermano se había tirado sobre el césped a dormitar mientras el resto de los aldeanos se esforzaban por mantener su pequeño hogar próspero durante las estaciones más adversas.

—¡Pero yo sí he hecho algo, en cambio tú no! —chilló, moviendo airado su cabeza a los lados, haciendo que varios mechones de cabello oscuro sudorosos se le desordenaran sobre la frente—. ¡Solo te haces el listo y crees que eres el más genial, pero eres un tonto! ¡Tú solo estás viendo a chicas mientras yo hago todas tus tareas, no es justo!

Daren, con la burla en la sonrisa que le adornaba la mueca, se pasó la mano por la clara cabellera con lentitud, mientras saboreaba lo que estaba a punto de decir.

—¿Y qué si lo hiciste? —inquirió con voz altanera—. De todas maneras, es a mí a quien creerán. Ya lo sabes, hermanito —terminó en un susurro a medida que se acercaba al mezquino rostro del pequeño—, tú no eres nadie para ellos. Es a mí es a quien quieren.

Kenny quiso protestar, pero la mordaz realidad era que sabía que él tenía razón: era Daren quien tenía mayor influencia en el pueblo luego de unos cuantos ancianos reconocidos por su sabiduría. ¿Y él? Solo el pequeño hermano de la leyenda de la aldea, de su pueblo, de quien los salvaría a todos.

Después de todo, parecía que el héroe era su hermano mayor, y su sombra se le cernía, opacando cualquier luz.

—Eso no es cierto... —balbuceó, desviando la mirada. El pecho se le encogía derrotado, y llevaba sus manos al corazón como si quisiera arrancar aquel maldito sentimiento.

Sí que era muy cierto.

Sin embargo, el golpe de un recuerdo le azotó e hinchó el tórax de aire, como si acabara de dar con la respuesta que le llenaría de riqueza y gloria.

Pecadora [La salida del Infierno]Where stories live. Discover now