Capítulo 11

Beginne am Anfang
                                    

—¡Ah, tienes un insecto en la cara!— grita, histérica, sacándome volando de la cama con un almohadazo. Bueno, al menos sí ha logrado su objetivo de quitarme al suelo.

—¡No seas mentirosa!— presiono las palmas de mis manos en el colchón y pego un brinco para subirme—. ¡Te acostaste con Damián!

—¡Ahora tienes un moco en la nariz!— tira el almohadazo, pero esta vez alcanzo a cubrirme con los brazos, tipo Mujer Maravilla.

—¿Así quieres jugar? Está bien, así jugaremos— agarro una almohada y la oscilo en su dirección.

Cat se para sobre la cama—. ¡Aléjate, perra!— manifiesta, sosteniendo la almohada en su espalda, lista para atacar.

—¡Te cogiste a Damián!

Su almohada viene a mi rostro, por lo que también deslizo la almohada con todas mis fuerzas. No voy a permitir que me pegue. Ella me pega, yo le voy a pegar y más fuerte.

—¡Yo no hice tal cosa!

Si alguien estuviera viéndonos, no podrían parar de carcajearse con los torpes golpes que nos damos. Nos vemos como dos niñas pequeñas y no unas señoritas de veinte años.

Me detengo para decir—: ¡Oh, cariño, sí lo hiciste!

—¡Estaba borracha!— confianza.

Ambas nos detenemos.

Sin decir nada, la veo por largos segundos. Estoy procesando la información. Por lógica que estaba borracha, en ese estado es cuando más estupideces comete. Por eso debo de estar cuidándola como si fuera su niñera.

Con razón, esos dos se han dado miras extrañas los últimos días. Mi instinto de mejor amiga me ha estado zumbado el oído para avisarme que algo pasa entre ellos.

—¡Ja, lo sabía!

—La cosa es que no recuerdo nada. Solo sé que me desperté desnuda a su lado.

—¿Y Damián lo recuerda?

—No lo sé. No hemos hablado sobre el tema. Es que... yo salí huyendo de ahí.

—¿Huiste?

—Sí— se sienta en la cama.

—¿Por qué?

—Créeme, si supiera porque lo hice, te diría.

—¿Estarás...?

—Dios no. Enamorada no estoy— interrumpe—. Eso no es lo mío, Lea.

—No se trata de que si es lo tuyo o no. Solo pasa, y cuando menos te lo esperas.

Cata suspira. Claramente no quiere seguir hablando del tema. Y menos cuando se recuesta y se enreda en las cobijas. No la voy a presionar si no quiere hablar. Ya ha dicho lo suficiente.

—¿Tienes ganas de chocolate caliente?— pregunto.

—Uh, sí. Que rico.

—Iré por él. Ya vuelvo.

Voy a la cocina y, como siempre, Romina está aquí, preparando al parecer la cena. Muy pocas veces he visto a Romina fuera de esta área. Me pregunto si hará otra cosa aparte de atender la cocina. Quiero creer que sí, estar cocinando todo el día no ha de ser divirtiedo. De ahora en adelante voy a prestar más atención a Romina, nada más por la curiosidad que tengo de saber si solo cocina para el señor Thomas o también realiza otros servicios para esta casa.

—Hola, Lea.

—Hola, ¿crees que podría preparar chocolate caliente?

—Por supuesto.

¡Ey! Es Un Amor Entre Nosotros (3 °) ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt