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SIEMPRE HAY UN PUNTO DE LUZ

          Finalmente podía darse un respiro del encierro que se había autoimpuesto por su incapacidad de superar un mal momento.

          Caminar por las sencillas calles del pueblo que la vio crecer y encontrar así un momento de tranquilidad había estado lejos de ser una buena idea desde que llegó. Por lo general, salir significaba que algo podría salir mal y el miedo a eso era más grande que la curiosidad de averiguarlo.

          Durante las noches seguía perturbándole el silencio, pero las cosas podían ser un poco distintas durante el día, pero solo un poco. Sus problemas seguían siendo complicados como para decir que podía comenzar a rehacer su vida de manera normal. Todas las soluciones a sus problemas parecían venir de la mano con la luz del amanecer, porque era cuando su cuerpo dejaba de lado la tensión y el cansancio finalmente se hacía presente, regalándole así varias horas de un sueño ininterrumpido.

          El viento revolviendo suavemente su cabello no se podía comparar con ninguna otra sensación. Quizás con el hecho de respirar y no sentir la contaminación que tanto caracterizaba a una ciudad. Santa Clara era estrés y El Toro era el lugar dónde realmente podías ir y morir en paz.

          A su lado, la compañía silenciosa de Víctor, uno de sus pocos primos que podía seguir el ritmo de sus pensamientos, le daba cierta sensación de estabilidad, de que podía estar bien; le gustaba bastante el hecho de poder pasar momentos juntos. De entre toda su familia, Víctor era alguien muy especial. Pertenecía a esa escasa población que conocía el valor del silencio, que encontraba agradable el simple hecho de estar en compañía aunque no se compartieran palabras, que apreciaba los detalles y que podía escuchar a los demás con gran atención. Pero claro que también podían tener intensas conversaciones que giraban alrededor de cualquier tema sin necesidad de guardarse sus comentarios por miedo de ofenderse el uno al otro, el sarcasmo y la ironía podían ir incluidos y aun así, no perder el hilo de lo que hablaban.

          —¿Cuándo regresarás a Santa Clara? —preguntó Víctor un tiempo después de recorrer un par de cuadras en completo silencio.

          Maika inhaló profundamente y retuvo por unos segundos la respiración.

          —No sé —soltó en medio de un suspiro—. La verdad es que no quisiera irme.

          Víctor sonrió y de momento no agregó nada más.

          Siguieron caminando, recorriendo el pueblo de manera lenta, disfrutando la tarde y la compañía.

          Víctor estaba curioso por la nueva actitud de Maika. La historia entre ellos como primos no era exactamente agradable. No tenía muy buenos recuerdos de sus primeros encuentros con ella, quien era ruda, abusiva y grosera y no dudaba en decir lo que le molestaba sin importarle ofender a nadie. A pesar de eso, las cosas fueron evolucionando poco a poco hasta que finalmente pudieron mantener una conversación decente. A veces no podía creer que en un principio la había odiado. Sin embargo, ahora podía decir sin temor a equivocarse que la conocía como persona, como amiga. Era por eso que estaba seguro que Maika había cambiado, pero no podía descifrar si eso era algo bueno o malo.

          La cualidad de ser una persona observadora capaz de ver sobre las intenciones de los demás o de poder deducir lo que les sucedía, parecía no estar funcionando esta vez. Maika lucía más seria de lo que normalmente era, estaba reservada y con un rostro impasible que no dejaba relucir absolutamente ningún sentimiento, no había nada que reflejara siquiera su estado de ánimo, bien podría estar enojada o triste y nadie se daría cuenta.

RespiraWhere stories live. Discover now