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          SUSPENDIDA EN EL TIEMPO

          Las hojas secas crujieron bajo el peso de sus botas.

          El viento silbó sobre su cabeza revolviendo sus cabellos ondulados y oscuros. Las copas de los árboles se mecieron con suavidad y la madera rechinó ante el movimiento, haciendo eco a través del bosque.

          El frío se coló entre sus prendas a pesar de haberse abrigado lo suficiente para soportar el otoño y sus bajas temperaturas. Las nubes se volvieron espesas a medida que la tarde comenzó a caer. Esporádicos rayos de sol atravesaron la esponjosa barrera de vez en cuando. La vista era simplemente encantadora, sin importar cuán entumecedor fuera el frío y lo deprimente que pareciera el entorno.

          Sus manos enfundadas en unos guantes grises comenzaron a temblar ligeramente, así que, mantener la cámara fija dejó de serle posible, por lo que soltó un bufido de exasperación y bajó sus manos a modo de rendición, observando resignada cómo se le escapaba la oportunidad de capturar en una imagen a aquel halcón que surcaba el cielo desde hace varios minutos. Verlo volar y alejarse se sintió como una clara burla.

          Pensó en que, tal vez, debía olvidarse de las fotografías y volver a casa. No podía permitir que la noche la atrapara de nuevo vagando en el bosque y correr el riesgo de perderse. Aunque eso último lo consideraba poco probable, prefería no tentar a su suerte. En cambio, la lluvia sí era un peligro inmediato, por lo que quedarse más tiempo no era una opción.

          Maika guardó su cámara y emprendió el camino de regreso pensando en las fotografías del día y en algunos retoques que podría hacerles más tarde u otro día. Y, aunque quiso concentrarse solo en ello o en el ruido que hacían sus pasos, recuerdos de su infancia se colaron en su memoria y, posteriormente, también pensó en sus ex compañeros de preparatoria.

          Maika se entretuvo pensando en los últimos. Se imaginó lo que estaría ocurriendo con aquellos que se mudaron a la ciudad mientras que ella rondaba sola entre la naturaleza. Seguramente estaban haciendo alguna tarea o quizás estaban sentados en una butaca frente a un pizarrón blanco escuchando a un maestro dar alguna explicación sobre lo que sea que estuvieran estudiando. Ni siquiera podía imaginar qué carreras habían elegido, pero seguramente era algo importante. Ellos probablemente estaban ocupados en ser productivos, muy al contrario de ella que lo único que hacía era perder el tiempo.

          Maika sacudió la cabeza tratando de alejar el rumbo que estaban tomando sus pensamientos, porque nada podía amargarle más la existencia que pensar en lo poco satisfactorio que era estar justo donde estaba. Hasta cierto punto, ya se había resignado a que jamás saldría del pueblo en el que vivía; la oportunidad se le había escapado tres años atrás cuando cumplió dieciocho años. Estaba segura de que nada cambiaría en los próximos años o en el resto de su vida.

          La joven detuvo sus pasos y dejó escapar un nuevo suspiro, pero ésta vez de cansancio. Se suponía que sus salidas furtivas hacia el bosque eran para dejar de pensar en eso que la molestaba, pero tal parecía que ese día no era el caso. Se sentía tensa a pesar de la caminata y el tiempo que se dedicó a fotografiar el paisaje. Cada vez se volvía más complicado disfrutar de aquello que le gustaba hacer y, como resultado, solo conseguía frustrarse más.

          Alzó la vista y observó su entorno con ojo crítico, como si fuera la primera vez que se percataba realmente de donde se encontraba.

          La naturaleza puede ser bastante bipolar, pensó antes de apresurar sus pasos.

          Esa mañana el sol había salido en todo su esplendor y ahora el cielo estaba a punto de caerse a pedazos. Debido al impredecible clima, los habitantes de El Toro tenían pintorescas y grotescas historias sobre niños desapareciendo en días lluviosos o mujeres en vestidos blancos caminando por la carretera como almas en pena. No era extraño que la gente fuera supersticiosa cuando la naturaleza imponía su fuerza y dominio. Maika no los culpaba de ser creativos, sin embargo, nunca se consideró creyente de sus historias aunque admitía que había cierta emoción en escucharlas.

RespiraWhere stories live. Discover now