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—Feliz cumpleaños...

Abrí mis ojos con lentitud, y vi a mi hermano sosteniendo una bandeja entre sus manos, a lo que sonreí. Me senté correctamente sobre el colchón, y él se sentó junto a mí, y por supuesto que no tardó en bromear sobre mi vestimenta; sólo ropa interior, porque hacía calor y detestaba sudar.

Sobre la bandeja descansaban dos tazas de chocolate caliente y dos platos con torres de panqueques, escrito sobre una de las torres "feliz cumpleaños" con salsa de chocolate. Las llamadas en mi celular no tardaron en llegar, sobre todo las de mis colegas, incluido mi jefe, y por supuesto, George. Mi hermano me había convencido de visitar a mamá por mi cumpleaños, quien me había llamado a las doce en punto ayer para felicitarme e invitarme a casa, y aunque no tenía ganas de ir, lo haría por ella y por Ruth, porque no las visitaba hace semanas.

—No conduzco hace mil años. —comenté, causando que mi compañero riera.

—Tu amorcito estará muy contento... —sonreí cuando se burló de uno de los apodos que le decía a mi precioso auto.

—Deja al amor de mi vida en paz. —lo defendí.

—Bueno, ya que estás de buen humor, creo que es un buen momento para preguntarte qué haremos con Martha. —mi sonrisa se desvaneció con lentitud, y me vi pensativo.

George salió ayer porque su Richie -quien había conocido en grindr- terminó con él, y no estaba del mejor ánimo como para encargarse de mi pequeña. Papá detestaba a los perros y Ruth era alérgica, no podía llevarla hacia allá, y temía que pudiese ocurrirle algo si la dejaba sola en el apartamento.

—¿Crees que John...? —murmuré avergonzado.

Desde lo sucedido hace unos días, no habíamos vuelto a tocar el tema, pero tampoco habíamos dejado de salir en la tarde, aunque podía notar que John se comportaba tal vez un poco romántico conmigo, y eso me hacía sentirme como un maldito adolescente de quince años frente a la persona que le gusta.

—¿Dices que podrías dejarla al cuidado de su otro padre? Eso suena bastante bien... —golpeé su hombro sin delicadeza.

—No asumas cosas. —pedí bajito.

—Por dios Paul, ¿quién te consoló hace unos días porque te confesó que le gustas? —me quedé callado.— Exacto, yo.

—¿Crees que sea buena idea dejarla con John? —asintió.

—Si tanto te da vergüenza enfrentarlo, puedo ir yo. —sonreí al sentirme atrapado.

—No, puedo ir yo, está bien.

Salimos de la cama al terminar, y ordenamos todo el apartamento, para luego turnarnos en utilizar el baño para asearnos. Me vestí con jeans de mezclilla y una chaqueta del mismo tipo, llevando una camiseta blanca debajo, y mis infaltables zapatillas converse que adoraba con mi vida. Cuando estuvimos ambos listos nos vestimos de astronautas, y me paré nervioso frente a la puerta de John mientras que mi hermano sacaba el auto del estacionamiento del edificio.

Golpeé la puerta despacio con mis nudillos cubiertos por látex, acariciando a Martha que mordía mis dedos con suavidad, como si supiera que aquello podría dolerme, y suspiré tembloroso cuando John abrió la puerta.

—Hola Paulie, planeaba golpear tu puerta en una hora para ir a desearte un feliz cumpleaños y darte un regalo, pero te adelantaste a mis planes. —sólo pude sonreír ante la forma en la que me había llamado.

Llevaba puesta una mascarilla y tenía el torso descubierto, llevando sólo unos shorts deportivos y zapatillas del mismo tipo, por lo que intuí que quizás estaba haciendo ejercicio. No evité darle una corta mirada a sus marcados abdominales, sus pectorales y sus fuertes brazos. John era muy atractivo.

don't touch me ; mclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora