47. Los pájaros de Oliver

99 28 1
                                    


Los pájaros de Oliver

Bree

—Loro a la vista.

—Canario diría yo.

Una risita brota en mi garganta por el comentario que acaba de hacer la hermana de Zephyr, que este mediodía comparte almuerzo con nosotros porque le han cancelado el entrenamiento de basquetball.

Sé de qué hablan los hermanos Lake sin necesidad de girarme, pero igual lo hago y la veo.

Sunny, vestida con top y falda suelta amarilla, camina en dirección a la mesa que ocupamos moviéndose al ritmo de una canción que debe estar reproduciéndose en su cabeza porque la cafetería es puro bullicio, además de que los parlantes están apagados, y ella no lleva sus audífonos. Apenas nos alcanza, hace un pasito con su cadera y toma asiento en una de las bancas de nuestra mesa aún desocupadas.

... A todos los vuelvo locos, mamá, con mi pollera amarilla — mi mejor amiga canta en un mal español al mismo tiempo que abre su bolso y ojea por encima hasta dar con su tupper de comida. Zeph y yo ocultamos nuestra carcajada llevando una de nuestras manos a la boca, pero Naia, después de unos cuantos minutos en los que la rubia no se detiene, blanquea sus ojos, sin poder evitar que se le cuele una diminuta sonrisa.

—Que alguien calle al canario, por favor — suplica mordiendo su labio inferior, sabiendo que no podrá aguantar por más tiempo.

—Estoy practicando para mi audición — contesta sin dejar de mover su torso de un lado a otro —; quiero obtener el papel de bailarina y cantante de salsa, guacamayo azul.

Aprieto mis labios para no reírme más fuerte. Zephyr refleja su sorpresa quedándose inmóvil y boquiabierto mientras su casi melliza arquea ambas cejas.

—Ingeniosa — comenta la jugadora número siete del equipo colegial. —. Me caes bien, Canario.

—Igual tú, Río.

Ambas golpean sus puños y vuelven a lo suyo: una, a bailar mientras come; la otra, a comer mientras mira su celular. Zeph y yo nos miramos fijo por unos segundos después de haber visto de reojo a las otras dos chicas, encogemos nuestros hombros y reimos bajito por la sincronización antes de volver a lo poco que nos queda en las bandejas para acabarlo y poder irnos a casa a descansar para esta noche.

No es opción estar cansados para todo el trabajo que tenemos que hacer.

—De todos modos, esa canción no es completamente salsa — indica el chico a mi lado mientras caminamos rumbo a la salida, pasando previamente por nuestros casilleros. Su hermana camina a su otro lado absorta en su teléfono y Sunny avanza danzando unos metros por delante nuestro. Tras el comentario del castaño, es ella quien se alza de hombros y sigue en su mundo salsero como si nada. —: integra varios ritmos de la música tropical — concluye en murmuros y voltea a mí. Llevo mirándolo desde antes y le sonrío, haciéndole saber que estuve atenta a lo que dijo de principio a fin.

En estas últimas semanas, me di cuenta que me gusta mucho oír hablar a Zeph. Conocerlo me llevó a descubrir el gran interés que tiene acerca de varios aspectos de la vida, especialmente los que rodean a las diversas culturas del mundo. Vive en constante búsqueda de información y es ahí mismo donde se topa con datos curiosos que comparte con sus personas de confianza, incluida yo. No sé cómo será la reacción de los demás, pero que lo haga conmigo es algo que me encanta, que hace feliz a mi corazón. Que me hace feliz a mí.

Esas pequeñeces hacen todavía más hermosa a la relación de amistad que hemos iniciado hace poco.

—Tengo que ir a un lado. No subas sin mí — avisa Nai a Zeph sin apartar su vista de la pantalla, pero apoyando su mano en el hombro de su hermano.

—¿A dónde? — ella no responde y vuelve por sobre nuestros anteriores pasos en dirección a algún lugar que dejamos atrás. — ¡Naia, ¿a dónde vas?! — exclama en el medio del corredor.

—Oliver tiene que darme algo. Ahora te alcanzo.

—Uhm, Oliver... — acota con tono burlesco. Su hermana se detiene a levantarle el dedo medio y sigue su camino. Rio por ello y retomamos el nuestro hasta alcanzar a Sunny, que baila para toda la escuela al lado de la puerta.

—¿Y Río? — consulta la rubia al darse cuenta que la jugadora de basquetball no nos acompaña.

—Se fue a buscar a su pareja del baile de primavera — contesta. — Oliver, de último año. ¿Lo conoces, Canario? — le consulta, usando su nuevo apodo.

Y tras la pregunta, mi amiga queda helada.

Y tras la pregunta, mi amiga queda helada

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Invitación a volarWhere stories live. Discover now