46. Consejos hermanos

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Consejos hermanos

Zeph

—No las aguanto — rezonga Naia en cuanto pasa por la puerta. La cierra tras ella y se une a Aidan y a mí en el centro del cuarto, precisamente en nuestras respectivas camas. Sube a la mía, cruza sus piernas como indio y toma uno de los almohadones, y lo abraza contra su pecho. — Gemelas metiches, ninguna novedad — rápidamente sacude su cabeza y se centra en mí, de la misma manera que lo hace el primogénito de la familia. —. ¿Razón del 213?

213 es uno de los tantos códigos que tenemos entre mis hermanos. Hay un número asignado a cada uno; naturalmente nos quedamos con el de orden de llegada a la familia.

Yo soy el 2.

Que esté ocupando el primer lugar significa que estoy citando a uno o varios de ellos; en este caso particular, a quienes le siguen al primer lugar de la clave: el 1 y el 3.

Aidan y Naia. Por eso somos nosotros tres los reunidos.

Antes de hablar, me tomo unos segundos para llenar mis pulmones de aire, como si así me hiciera de valentía, y lo exhalo por la boca en un largo suspiro.

—Quiero invitar a una chica al baile de primavera — ambos me observan en silencio y continuo. —, pero hay un problema: yo... no fui capaz de hacerlo y ahora es tarde.

—¿Por qué...? Oh — las palabras de mi casi melliza se disuelven en la punta de su lengua cuando cae en la cuenta de lo que sucede.

Hoy es sábado.

Las listas para inscribir a las parejas del baile cerraron ayer.

No entiendo esa costumbre de las listas y estoy seguro de que seguiré sin comprenderla incluso cuando hayan pasado varios años de mi graduación, pero como es algo que viene haciéndose hace varias generaciones en el instituto, nadie las cuestiona. Se dice que son para mejorar la organización, no obstante, tengo la creencia de que esa es solo una respuesta para salir del paso antes que dar largas explicaciones que nadie comprendería.

Esa breve aclaración es la misma que Naia le da a nuestro hermano mayor cuando inquiere acerca del tema.

—¿Y qué pasó que no la invitaste? — consulta Aidan, y no deja a que le responda porque comienza a disparar. — ¿No coincidiste con ella en ninguna parte, en clases, almuerzo o durante la salida en el estacionamiento? ¿No la citaste en alguna parte, si es que tienes su teléfono? Espera, ¿cursa contigo o es de otro año? ¿Es compañera de las gemelas? O no, ¿es del grupo de las populares que solo se junta con deportistas y no se rebaja a...? ¡Auch! — se queja cuando recibe un golpe en su hombro por cortesía de la tercera. — Eso dolió.

—Te lo mereces por decir idioteces.

—¿Por lo de las porristas? Pasaba en mi colegio, solo que no llegaste a verlo — ella niega y rueda sus ojos. —, y en las películas siempre sucede.

—Las películas no son ejemplo de nada; lo que muestran es pura exageración — objeta, y regresa su concentración a lo principal. —. Además, la chica de Zeph no es de esas. Todo lo contrario. Se trata de Breena, ¿no?, la chica que me presentaste el día que fuiste al entrenamiento.

—Sí — confirmo. —. Llevo queriéndola invitar a alguno de los bailes desde que llegamos a la ciudad, pero éramos dos desconocidos... — en realidad, yo lo era para ella, no ella para mí, añado en mis pensamientos. — hasta que me sumé al grupo de decoración del baile porque sabía que ella estaría ahí. Ese día comenzamos a hablar y nos volvimos cercanos, buenos amigos.

—Y te gusta.

No lo niego ni lo afirmo. Que saque sus propias conclusiones.

De todas maneras, no están erradas.

—No fui capaz de invitarla porque soy un cobarde que tiene miedo a que le rechace.

Gracias a los consejos de mis hermanos, el silencio instalado por mis últimas palabras desaparece.

Durante lo que resta de la tarde, me dedico a escuchar, no a mi cabeza, que solo busca sabotearme cada vez que tiene oportunidad, sino a mis mejores confidentes, que siempre tienen y dicen las palabras justas, esas mismas que necesitaba haber oído hace unas semanas, y varios años atrás también.

Invitación a volarWhere stories live. Discover now