Gateo por el brazo hasta toparme con el tronco grandísimo que sostiene el árbol. Despacio me bajo. Menos mal aprendí a escalar árboles cuando era una niña. Lo que aprendí por diversión, se convirtió en algo de utilidad para ahora que estoy más grande.

Al tocar suelo, recojo mi mochila y comienzo a caminar con cuidado hacia la salida. Una vez cerca del portón, me tiro al suelo y me arrastro gateando. Parezco un gato que trata de escabullirse en silencio para atrapar a un pájaro que está distraído.

Puntos a mi favor es que a estas horas de la noche la mansión no tiene mucho alumbrado. Si lo hubiera, sería un caos poder escapar.

Al conseguir esconderme detrás de uno de los dos pinos altísimos que tiene en cada extremidad el portón, paso mi mochila por debajo del espacio que tiene. Es lo suficiente ancho como para deslizar mi cuerpo por allí mismo.

Antes de arrastrarme hacia afuera, me aseguro de no tener a un guardia cerca, aunque en realidad no sé si a estas horas todavía hay guardias custodiando o solo están las cámaras monitoreando. Ya que no veo a nadie pasar, me arrastro hasta pasar mi cuerpo por completo. Doy un giro para volverme a levantar, y luego recojo mi mochila.

Busco con la mirada el auto Genesis de Jackie y salgo corriendo al verlo estacionado al otro lado de la calle.

—Arranca, arranca— exijo en cuanto subo.

Jackie, sin poner peros, pisa el acelerador.

—Ya pasó lo más difícil— me dejo caer en el asiento, exhausta.

—¡Lo lograste!

—¡Lo sé!

—Pásate atrás y cámbiate. Ahí hay unos cobertores de sol en las ventanas, solo alzados y listo.

—Perfecto— tiro mi mochila a los asientos traseros y después me brinco de un asiento a otros.

De cada ventana subo sus cobertores de sol y los atoro con unos ganchos que tiene para mantenerlos en su lugar.

—¿Se te hizo difícil?

—No mucho— retiro los prendas negras. Es el color de ropa que he elegido ponerme como método de camuflaje—. Todo la semana pase analizando mi forma de escape.

—Que inteligente.

—Gracias— sonrío como el emoji del demonio.

Mi atuendo consiste en unos mom jeans rotos claros, un top corto color blanco, una chaqueta de mezclilla negra y los tenis. Lo que más batallo para colocarme es el pantalón, pues me tengo que tirar en los asientos para subir la prenda rígida por mis piernas.

Después me cepillo el cabello al soltarlo de el chongo bajo que me hice para evitar que fuera un estorbo mientras escapaba. Y con mi pequeño espejo y la luz del auto, me retoco la cara. Casi nada porque ese trabajo lo hice en casa.

Guardo todas mis pertenencias en mi mochila cuando veo que llegamos a una mansión. La gente entra y sale del lugar, unos que apenas van llegando y otros que vienen a fumar o recibir a más amigos.

—Bienvenida a la casa de Damián— anuncia Jackie.

—Gracias.

Aparca su auto y ambas bajamos.

—Cat dijo que nos esperaba afuera.

—De hecho ya la estoy viendo.

Cat está parada afuera de la casa con las manos ocultas en sus bolsillos traseros. Su mirada se conecta con la de nosotras y rápido viene a Jackie y a mí.

¡Ey! Es Un Amor Entre Nosotros (3 °) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora