Capítulo 19

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Emmelie

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Emmelie

Dos años antes

Halloween.

Mi querido, queridísimo Halloween.

¿Ya notaron que detesto Halloween?

Si no lo han hecho ya, pues aquí se los confirmo. No me gusta Halloween lo más mínimo. ¿Por qué? La respuesta es mi queridísima familia.

Desde que tengo uso de razón no ha faltado un día en que uno de ellos me haya hecho una broma de mal gusto que terminaba por hacerme odiar la celebración. Ni por todos los dulces y helados con que intentaron calmarme. No, el helado no logró hacerme perdonarlos. Y si el helado no funcionaba, entonces teníamos un serio problema.

¿Lo peor? Este año no logré evitar las bromas. Nunca lo lograba. Suponía que era una meta que alcanzaría cuando por fin me mudara de casa y viviera sola y en paz. Pero, si soy sincera, ese era un sueño inalcanzable por al menos dos años más.

Esa mañana antes de ir al instituto, al abrir el armario, una máscara horrible salió gritando como un resorte. Que broma para más cutre, ¿no? Pero la meta era asustarme y lo lograron. Seguramente todo el barrio se enteró por mi grito de espanto. Y luego, cuando fui al baño a lavarme la cara medio dormida, no había agua. O al menos el reemplazo del agua era un líquido color rojo sangre. Creo que era pintura. Y como siempre, me di cuenta de eso muy tarde, más específicamente cuando alcé mi rostro y vi el reflejo de mi cara totalmente cubierta de rojo en el espejo. Ese fue el segundo grito de espanto absoluto de la mañana. Ni siquiera sabía cómo mi hermano había logrado meter pintura en las tuberías.

La mejor parte de todo el día fue que no hubo un tercer grito. Aunque mucho mejor fue que yo no había sido la única víctima de la pintura roja porque, al bajar a tomar un rápido desayuno, me encontré a Izzi y a papá con restos de pintura en las mejillas y el cabello. Y las caras que tenían eran de película. Mi mal humor no bastó para hacerme contener la carcajada que vino enseguida. Tampoco se hizo esperar el silencio cuando los dos me miraron con mala cara.

Evan no se dignó a aparecer esa mañana. Chico listo.

En el instituto, las bromas tampoco eran inusuales. Por suerte yo no era el blanco de nadie. Y compadecía a aquellos que sí lo eran.

Me encontré con Georgia a mitad de camino a nuestra primera clase del día. Ella parloteaba sobre la fiesta de esa noche y yo intentaba prestarle atención sin poner muecas a cada palabra que decía.

—¿De verdad no quieres venir? Puedo decirle a Trent que iremos en grupo y así no tendrás que ir sola.

Me quedé viéndola fijamente y luego se aclaró la garganta para responder ella misma la pregunta.

—Vale, vale. Odias Halloween a muerte —me dedicó una mirada de reproche para seguir hablando—, pero no tienes que mirarme así. Das miedo, ¿sabes?

Somos tú y yo | 2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora