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Capítulo 7

La cena fue un tanto incómoda, o eso quise pensar, porque yo no estuve presente. Aun con las advertencias de que mamá me castigaría si no bajaba, decidí que lo mejor era quedarme en mi cuarto y pensar en lo que había pasado con Cinder. Dejando de lado ese candente cosquilleo que me había dejado entre las piernas luego de seducirme, lo que había revelado me llenó de incertidumbre.

Ella había dicho que era una criatura importante y que sus recuerdos estaban borrosos. No dejaba de ser extraño. Según lo que había aprendido en la academia demoniaca, las armas sirvientes eran espíritus de una realidad alterna a la nuestra. Una donde las energías de antiguos seres se congregaban para formar entidades que podían ser usadas como armas por los guerreros dunkel.

Y yo quería ser una dunkel. Ya podía imaginarme con un arma sirviente en mi poder. Sería una especie de guerrera luchando por el bien del Segundo Infierno y muchos aspectos relevantes de mi futuro se arreglarían. Eso, o mi mamá me había mentido con la idea. Ella era una dunkel que se había graduado con honores. Su arma sirviente era de las más poderosas y se esperaba que yo siguiera su ejemplo.

Sea como fuere, no podía dormir por tanto pensar. Me levanté de la cama y me asomé por la ventana. Aún estaba oscuro (aunque en Ciudad Satánica siempre era de noche).

—¿No puedes dormir? —Preguntó la voz de mamá. Alcé la vista hacia la ventana de arriba y la vi asomándose desde su dormitorio.

—No. Pienso en Cinder.

—Oh, linda —bajó flotando y se metió a mi cuarto. Me abrazó con cariño y me acarició la cabeza—. Déjala. Estoy segura de que conseguirás a alguien mejor.

—¿En serio? —Pregunté mirándola desde abajo. Ella era más alta que yo y eso la hacía intimidante y protectora al mismo tiempo.

—Pues...

—¡Mamá!

—Era un arma de clase orgánica, niña —se sentó en mi cama y cruzó los muslos. Estaba semidesnuda. La batita transparente marcaba sus tetas perfectamente formadas y sus labios pintados de rojo sangre se fruncieron como una cría haciendo un puchero—. No puedo creer que la hayas invocado y no la controles. Es como si la vida te hubiera jugado una mala broma.

—No eres muy buena animándome ¿lo sabías?

Ella sonrió y encogió los hombros.

—Mi arma sirviente también es de clase orgánica ¿verdad, Lament?

Abrió la mano y de sus dedos surgió un gas oscuro que se concentró en la forma orgánica de su arma sirviente. Se llamaba Lament, y era una mujer de cabellera oscura, aparentemente de la misma edad que mi madre y con una mirada que me daba miedo. Apareció medio desnuda delante de nosotras. Sólo la cubría un finísimo bikini de cuero. Tenía dos cuernitos en la frente y una cola como la de Cinder.

—¡Hmp! Es obvio que tu hija no adquirió sus mismas habilidades, ama.

Se sentó sobre las piernas de mi mamá y ella la abrazó por la cintura.

—Ya, ya. No la molestes. Por cierto, Lament, ¿Sabes algo sobre un arma sirviente llamada Cinder?

—No —sentenció la mujer y apoyó la cabeza sobre el cuello de mi mamá—. Las armas orgánicas no siempre tenemos la conciencia abierta cuando vagamos por la anti-realidad.

La anti-realidad era el mundo de donde provenían todas las armas sirvientes.

—Oh —suspiré—. Quería saber.

Mamá empezó a darle besitos en el hombro a su arma sirviente. Me di la vuelta para no ver y volví mi vista hacia la ventana. Resoplé con desdén y escuché los chasquidos de labios mientras mi Ralia le daba besos en la boca. Era de vital importancia que entre las clase orgánica y sus amos surgiera un vínculo emocional y afectivo, o su desempeño y confianza en una batalla podría ser débil. Eso explicaba por qué Ralia y Lament pasaban mucho tiempo juntas. Eran algo así cómo amantes; y mi padre, encantado con pasar el tiempo con las dos.

[Terminado ]Lujuria Demoniaca [Lésbico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora