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CAPÍTULO 34 DE 36

"Espérame en el más alla"

Una tarde en la sala, Charlie comentó:

¿Saben cómo le llamo a los hospitales?

Jane, la única interesada realmente, indagó—. ¿Cómo?

"Más allá" o "Sala de espera del más allá" todavía no lo defino bien —se encogió de hombros, apresurándose a hablar de nuevo al ver que nadie lo entendía—. Porque estás más cerca de irte para allá —señaló el techo, refiriéndose al cielo—, que venirte para acá.

Jane rió, pero el resto no siguió su acto, ganándose un "amargados" de su parte.

"Más allá..." tiene su lógica —susurró Diana, pensativa—. "Espérame en el más allá" "Espérame en el hospital"

—¿Lógica? —inquirió Anne— Una mente bien abierta indagaría en esa frase, buscaría sus cientos de significados. Es una buena metáfora, Charlie —halagó, aunque el chico no terminaba de entender qué tan bueno era lo que acababa de decir—. Es un término engañoso, comenzaré a implementarlo.

———

La poción estaba lista.

Ese sonido de la alarma que hizo alertar a todos. Diana se apresuró en abrir la caja, siendo la única consciente de que si no lo hacía todo perdería efecto.

Jane corrió su mirada de Moody, que se había quedado paralizado al oír la alarma, notando cómo Anne no hacía nada al ver el frasco fuera de su encierre. Todos con el corazón en la boca.

Sintió un sabor agridulce. Transparente. La poción era transparente.

La castaña tomó el frasco, entregándoselo a la pelirroja—. ¡Corre! —le gritó Jane con obviedad y un deje de desesperación.

—¡Corramos! —corrigió Winifred, dándole la vuelta a Anne, quien volvió en sí al sacudir la cabeza y salió como una bala fuera del laboratorio.

Y otra vez todos corrían.

Comenzaba a amanecer. En un día normal las clases ya habrían dado inicio, pero en la fecha poco a poco los alumnos empezaban a irse de Rodwest, ni siquiera reparaban en lo que sucedía a su alrededor. Por lo menos no hasta ver a ese grupo de adolescentes correr desesperados.

Una pelirroja frunció el ceño, mientras un hombre castaño y una mujer idéntica a la adolescente hablaban entre ellos fuera de la oficina de la directora, con cierta preocupación.

Sus ojos se desviaron a aquel frasco transparente, uniéndose al grupo de gente a la que se le frenó el corazón. Club abierto por el quizás moribundo Gilbert Blythe.

—¡POCIÓN! ¡GILBERT! ¡HOSPITAL! ¡SE MUEREEeeEeeeEE! —le gritó Winifred con agitación -y desafinacion-, tratando de seguir el paso de Anne.

Unas llaves fueron arrebatadas. Resonó una queja que no oyeron los adolescentes que parecían correr una maratón. Otro cuerpo se les unió.

Una mano arrastró a Anne con fuerza cuando llegaba a la acera, sobresaltándola. La alarma de un coche sonó. Un movimiento lanzó su cuerpo en el asiento trasero. El automovil arrancó en un santiamén.

AMORTENTIA; Shirbert [✓]Kde žijí příběhy. Začni objevovat