Capítulo 25. Paris - Parte I

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Eran casi las cuatro de la mañana cuando llegaron por fin a la casa de Victoria.

Toda la noche había sido una completa pesadilla, entre tener que lidiar con los abogados del periodista, los medios revoloteando como buitres afuera de la comisaria, su familia llamándole preocupados... ¿Cómo es que un día que comenzó tan bien se convirtió en aquel dolor de cabeza?
Victoria no le había hablado para nada a su asistente, además de que estaba muy ocupada resolviendo aquel alboroto, también se sentía molesta.
¿No sabía cuánto le costaría en términos de reputación?
Danna seguramente se quedaría toda la noche reunida con el encargado de relaciones públicas de la empresa; después de todo un empleado suyo había golpeado a un reportero.
Eso estaba muy mal visto en Estados Unidos, y aquel hombre no escatimaría en esfuerzos por sacar el mayor beneficio de aquello.
Por supuesto, no le echaba toda la culpa a su asistente.
Aquel reporteo fue un idiota, y se había sobrepasado con ella. Pero eso sería algo que podrían ver después; sin embargo, Franco perdió el sentido común y se lanzó a los golpes contra el sujeto.
Y eso había pasado porque estaba enamorado.
Era entendible que no se pudiera haber contenido.
Pero no justificaba el grave daño que le hizo a la imagen de la empresa...
No tenía otra opción.

Lo retiraría de su cargo.

Ya no tenía lo necesario para seguir en aquel trabajo.

Por supuesto, no lo dejaría en la calle. Como siempre lo había pensado, era su amigo. Y no podía fallarle... al menos en ese aspecto.
Se aseguraría de que estuviera en una área donde se sintiera cómodo, pero sin oportunidad para convivir con ella.
Esperaba que con el tiempo entendiera porque lo había hecho, y pudieran seguir manteniendo su amistad

Suspiro.

Solo pensar en tener que pasar por todo el proceso de selección del candidato le comenzaba a estresar; tendría que conseguir una persona tan profesional, eficaz y comprometida como él. No dudaba de que fuera posible.

Pero...

¿Sería capaz de acostarse con otro hombre que no fuera Franco?
El hecho de plantearse esa posibilidad le molesto demasiado.
Ya estaba acostumbrada al cuerpo del pelinegro, y él a su vez, conocía todos los secretos y manías de ella. Había disfrutado tanto el sexo con su asistente, que pensar en acostarse con otro no lo veía viable.
—Señorita- se atrevió al fin a decir algo Franco.

Se encontraban dentro de la casa, mientras Victoria veía su teléfono y checaba algunas noticias en su portátil, el moreno estaba de pie frente a ella. Con un semblante cabizbajo, se incorporó sobre la alfombra y poniendo una rodilla sobre el piso tomo la mano de la joven.
—Yo... realmente lamento lo que paso- comenzó a disculparse. La chica dejo lo que estaba haciendo para mirarlo a los ojos y escuchar lo que tenía que decir —cometí una gran imprudencia. Se que nada justifica lo que hice, y quiero decirle que si es necesario... puede tomar mi salario para pagar los gastos de los abogados y de lo que se necesite para...
—No tenemos que hacerlo-respondió la chica soltándose del agarre de su asistente, y poniéndose de pie, para hacer especio entre ambos —, esos gastos son cosas que puede absorber la empresa. Está bien- le informo mientras metía su laptop dentro de su bolso y estiraba su cuerpo. Estaba bastante cansada — después hablaremos más a fondo de lo que sucedió. Por lo mientras me gustaría ir a descansar, hoy fue un día bastante difícil...así que si me disculpas, me voy a dormir: "sola"- se cercioro de hacer énfasis en la última palabra.

Franco asintió, decaído.

Comprendía la actitud de Victoria con él, y aunque le doliera, respetaría sus deseos.
Asi que dejo que se fuera, sin importar que eso significase dejarlo con un nido de preocupaciones en su cabeza.








El mayordomo y la princesa de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora