Capítulo 24. Punto sin retorno

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Eran las siete de la mañana, y Victoria ya estaba despierta desde las cinco... pero el culpable de su madrugar no había sido otro más que su sexy asistente.

—Ah... Señorita Victoria...- decía sin dejar de besarla en los labios — es la mujer más hermosa que existe- declaraba sin darle tregua con su lengua.

Otra vez se había quedado a dormir con ella, a pesar de que todos los días le recordaba que debía irse a su habitación después de terminar el sexo

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Otra vez se había quedado a dormir con ella, a pesar de que todos los días le recordaba que debía irse a su habitación después de terminar el sexo. Pero de una forma u otra, se las amañaba para permanecer debajo de sus sabanas hasta el día siguiente.
—Franco... me encanta...- comento la pelinegra sintiendo cada embestida entrar y llenarla cada vez más de su miembro.
—Me alegra que le guste...- expreso el moreno sin dejar de penetrarla.
Con la respiración agitada, y cientos de gotitas concentradas en su piel por el esfuerzo, el pelinegro continuaba metiendo y sacando la erección del interior de su jefa. Esta lo veía desde abajo, premiándolo con su lengua cada que el se deslizaba dentro de ella.
A pesar de que apenas empezaba el día, ya habían estado muy activos toda la mañana. Las piernas de Victoria, y sus sabanas, estaban totalmente mojadas.
El moreno la sostenía por la cintura baja con una mano, mientras con la otra se apoyaba sobre el colchón para no dejar caer todo su peso sobre ella. Moviendo sus caderas de manera lenta, pero profunda, se aseguraba de dejarle en claro que era suya... al menos en cuerpo.
Desde aquel día en el cementerio, se había decido a convertirla en su esposa.
Iría con todo lo que tuviera a su alcance por ella. Y si eso significaba volverla loca con su cuerpo, lo haría; le haría el amor de día y de noche, hasta que no pudiera concebir una vida sin el... así como Franco no asimilaba un futuro sin su señorita.
Mientras tanto, ella no podía evitar abrazarse a Franco con piernas y brazos. En ese momento su único deseo es que llegara hasta lo más profundo de ella.
Pensamiento que aparentemente su asistente pudo captar, porque la tomo firmemente por las caderas y la embistió hasta llegar a lo más recóndito que pudo a través de su vagina.
—¡Ahahhhhahhh! - grito Victoria como ya era costumbre a esa hora de la mañana, al mismo tiempo que el pelinegro vertía todo lo que tenia en su interior dentro de la joven.







—¿Cómo se siente, señorita? - pregunto Franco mientras pasaba un dedo por su espalda, acariciándola.

—¿Cómo se siente, señorita? - pregunto Franco mientras pasaba un dedo por su espalda, acariciándola

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El mayordomo y la princesa de hieloWhere stories live. Discover now