Capítulo 33. Amigos y enemigos

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—Mmm... - decía la hermosa mujer de cabellos negros entre sus brazos, mientras Franco la despertaba con besos en el cuello y hombros.
—¿Cómo amaneciste, preciosa? - pregunto hundiendo su nariz en su cabello.

Era domingo por la mañana, y como era costumbre, el moreno despertaba a la joven con caricias y besos.

Era domingo por la mañana, y como era costumbre, el moreno despertaba a la joven con caricias y besos

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Mientras tanto, ella disfrutaba de las muestras de afecto que su amante le proveía.
—Muy bien. ¿Y tú? - pregunto acariciando los brazos que la cubrían.
—Contigo a mi lado no hay manera que despierte mal- le confeso y dejo escapar un suspiro.

Ya solo utilizaba su habitación para vestirse, pero pasaba prácticamente todo su tiempo con Victoria en ese lugar; los empleados domésticos ya lo sabían, y cuando necesitaban algo de él, tocaban a la puerta de la habitación de ella. Tampoco se sorprendían de verlo salir en bata de aquel cuarto.
Gracias al cielo habían firmado un acuerdo de confidencialidad.
Aunque aún no era formal, para los que los conocían, era más que obvio que tenían una relación.

Los únicos que faltaban por enterarse eran sus padres y hermano.

Trago saliva.
Esperaba que la actitud amistosa y abierta que mostraron a la idea de que se volvieran novios, realmente fuera genuina.
Aún no los habían visto, y temía que no estuvieran de acuerdo con ellos dos juntos.

De cualquier manera, eso no lo detendría; él amaba a Victoria, y aunque el mundo entero estuviera en su contra, el lucharía por ella.
Jamás había conocido a alguien como esa joven mujer entre sus brazos, y no permitiría que nadie se la quitara.

Ring Ring.

Sonó el teléfono de Franco.
—Debe ser algún empleado, permíteme- se disculpó estirándose y tomando el móvil para contestar.
"Es Wang", pensó al ver el nombre de su amigo asiático en la pantalla.
—¿Aló? -contesto mientras volvía a pasar los brazos alrededor de la cintura de Victoria.
—Hola, Franco. Amigo, ¿Cómo estás? - pregunto el hombre del otro lado del teléfono, bastante animado.
—Wang, ¡hermano! - respondió con alegría- bien, estoy con mi novia ¿y tú? - la joven le deposito un beso en la mejilla al escuchar aquellas palabras. El hombre de cabellos negros la estrecho un poco más fuerte y le planto un beso en el cabello.
—De maravilla. Te llamo porque quería verte- anuncio sorprendiendo a el moreno.
—¿Para verme?, ¿estás en Estados Unidos? - pregunto perplejo.
—Si, de hecho llegue a San Francisco ayer por la noche. ¿Qué dices?, ¿tienes tiempo para que nos reunamos? - lo invito, pero Franco dudo al ver a la joven.
Wang era un muy preciado amigo suyo, pero Victoria siempre seria su prioridad.
No quería dejarla por ir a ver a otra persona, aunque fuera su antiguo amigo.
—Está bien, ve- lo animo la chica girándose para abrazarlo por los hombros y comenzar a besarlo en el cuello.
—Si, está bien- respondió, tratando de evitar soltar algún ruido obsceno ante los besos de la chica.
—Bien, hermano. Que te parece si te veo en el hotel...- le dio la dirección de donde se estaba quedando y la hora.
—Te veo entonces en un rato- se despidió Franco colgando el teléfono y depositándolo sobre el buró.
Después se volvió a incorporar y tomando a su jefa por la cintura comenzó a besarla lenta pero apasionadamente.

El mayordomo y la princesa de hieloМесто, где живут истории. Откройте их для себя