CAPITULO 1

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Una segunda oportunidad

El calor en el vagón empieza a aumentar cada minuto que pasamos en medida que crece la desesperación de tener de nuevo nuestra libertad. El aire empieza a sentirse caliente de modo que mi piel también. Trago saliva y me percato que la garganta la tengo seca como un desierto. Me duele un poco. Limpio mi frente sudorosa con cualquier parte de la sudadera que me la despojé minutos antes y la dejo caer en algún rincón del vagón. Vuelvo a sacar la navaja de bolsillo jugando con la hoja filosa.

El miedo sigue presente; miedo a morir al igual que los demás, al igual que Hershel, África, Yahir...

Los habitantes de Terminus fueron muy buenos mintiendo, muy buenos manteniendo la máscara de buenas personas siendo amables como lo aparentaba Alex.

Todo es una mentira.

Los señores Bent lo decían seguido; que no deberíamos confiar en alguien desconocido, que no deberíamos aceptar la ayuda de otros. Entonces eso me hace preguntar: ¿Por qué confíe en Rick? ¿Por qué le pedí su ayuda? Me enseñó muchas cosas. Si él da el paso también lo hago. Puede ser comprensivo, amable, tolerante en algunas ocasiones. Mucha gente no tiene la suerte de ver ese lado de él.

Mientras el hombre pelirrojo que lleva el nombre de Abraham nos cuenta que Eugene (su amigo de melena con peinado anticuado) era científico y tiene la cura para terminar con todos los caminantes y volver todo a la normalidad, yo solo me quedo aislada del asunto. Imaginando solo un futuro para nosotros, para la mayoría de los niños siendo huérfanos y la mayoría de los adultos que perdieron a un ser querido. No, definitivamente la palabra “Normal” no queda y tampoco “como antes”

Un nuevo mundo. Estaremos en otro mundo.

Las esperanzas se me acumulan y luego  se entierran en mi piel como un cuchillo. Duele. Duele creer que volveré a dormir en mi propia casa incluso si estoy todavía atrapada en un vagón no se van porque las palabras de Abraham y Eugene suenan cada vez más fuertes.

Le hago la punta al pedazo de madera con ayuda de la navaja. Ladeo la cabeza hacia la derecha para ver a Carl entre la luz grisácea que lo rodea al igual que a todos, también hace lo mismo con ayuda del suelo astillado de madera muy dura para soportar el peso de todo un grupo. Está arrodillado tratando de hacer su mayor esfuerzo. Cuando trata de hacer contacto conmigo le regalo una sonrisa espontánea. Apenas puedo notar ese rostro por la sombra extra que produce su sombrero.

Vuelvo a concentrarme en lo que hago y de vez en cuando mis ojos brincan del uno al otro y con ello también los recuerdos que construimos en la prisión. Los tubos de iluminación que entran por los orificios de metal casi oxidado me ayudan a ver casi claro en algunas áreas.

El corazón me da un vuelco sin creer que todos estamos reunidos.

—¿Dónde conseguiste la navaja?

Carl me pregunta de repente y me detengo en la acción. La inspecciono entre mis manos y al momento de que dejan de hacer esfuerzo siento un hormigueo leve que viaja hasta la punta de los dedos. Puedo notar que él sigue dándole forma a su trozo. No me mira. Hace mucho esfuerzo con las manos que incluso los jadeos que suelta  me obligan a ayudarlo. Le extiendo la pequeña arma para facilitarle su trabajo y me siento bien para descansar un poco. El calor es el causante de mi cansancio tan repentino, pues no he comido y tampoco tomado agua.

•𝐒𝐎𝐋𝐎 𝐂𝐎𝐍𝐅𝐢́𝐀• || CARL GRIMES || [TWD]                 Where stories live. Discover now