Las cosas se complicaron cuando una explosión ruidosa se escuchó en la pista de carreras de Abu Dhabi Grand Prix. Robando largos ruidos de terror a los presentes.

—¡Su auto ha explotado!— escuché y juro que deseé callar el televisor dándole un batazo.

Yo me quedé parada analizando a mi alrededor. Estaba entre perdida y en shock, o quizás las dos cosas. Las personas tomaban sus cabellos sin remordimientos y otros comenzaban a llorar. Desde la televisión, se podía ver como la ambulancia y el equipo de mi padre se acercaban a la escena para socorrer a mi hermano.

—¡No, mi hijo!— gritó desconsolada mi madre.

Esto era una pesadilla, una horrenda pesadilla.

Mi primer impulso fue salir corriendo de la zona privada y correr con todas las fuerzas que mis pies me permitían avanzar hasta la pista. Ni siquiera fui consciente de cómo logré llegar hasta allí. Con la gente vuelta un lío, no notaron mi pequeño cuerpo escabullirse entre ellos.

Estaba tan cerca de llegar a su auto, tan cerca de gritarle a J que todo iba a estar bien, cuando unos brazos se enredaron en mi estómago y me detuvieron.

—Hija, no, detente— era mi padre. Por su voz quebradiza, sabía que estaba llorando.

—Papi, J me necesita— mascullé a la cima de las lágrimas.

—Lo sé, pequeña— me abrazó a su cuerpo, evitando que yo viera donde estaba la gente amontonada apagando el fuego. Únicamente él miraba la escena.

—J me necesita— lloré.

A pesar de ser una niña, yo entendía a la perfección lo que estaba sucediendo. Estas carreras podrán ser las mejor pagadas en todo el mundo, pero nadie puede evitar accidentes cuando el auto va a una velocidad de 315 km/hr o incluso más.

—J estará bien, pequeña— susurró mi papá y yo le creí.

—Dile que por favor no me deje sola, papi... Por favor dile porque yo lo amo mucho...

Limpio una lágrima que cae por mi mejilla al recordar a mi hermano. Esto es para ti J.

—¡Fuera!— grita la chica a todo pulmón.

Presiono el pedal de acelerar iniciando mi camino entre las calles desoladas de autos, sólo le doy la bienvenida a los gritos de las personas que vinieron a vernos correr.

Nuestra trayectoria inicia desde el Downtown de Vancouver, pasando todos los semáforos en rojo, uno que otro en verde de puro milagro.

Mi competencia se trata de un tipo llamado Jaime. Un completo mujeriego por cierto.

Menos mal soy yo quien va ganando, junto como debe de ser, aunque se escuche algo engreído de mi parte, es la pura y sincera verdad.

¡No voy a permitir que mi ex novio gane!

Ja, olvidé mencionar lo más importante. Ese mujeriego de mierda es mi ex novio.

—¡Imbécil!— exclamo fúrica cuando su auto toca el mío para sacarme de la calle y poder pasar delante de mí.

Enojada, acelero más el auto, para después derrapar y conseguir instalarme en la calle de Bute Street.

Al cabo de los minutos paso por a un lado de él mostrándole el dedo del medio, ya saben, ese que significa amor y paz.

De pronto, las sirenas de un policía comienzan a sonar. Maldita sea ¿tan pronto?

Meto cambio al auto para incrementar su velocidad. La policía no me puede parar—más bien, no quiero que lo hagan—, iré a la delegación y mi padre me regañará por el resto del año.

¡Ey! Es Un Amor Entre Nosotros (3 °) ©Where stories live. Discover now