𝐈 𝐬𝐚𝐲...

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—No puede ser

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—No puede ser. —tape mi boca al mismo tiempo que soltaba un sollozo. —Pero... Tom. —solloce. —Yo creí... las maletas y tú. —las lágrimas corrían de mis ojos mientras trataba de dejar de llorar.

—¿Pensaste que te estaba corriendo? —pregunto riendo y asentí. —Claro que no. —negó. — Hice maletas por que compré esta casa... para ti.

—¿Para mí? —jadeé y asintió y seguí sollozando mientras miraba alrededor. — Es hermosa, la amo. —reí entre lagrimas mientras secaba mis lagrimas con las manos.

—¿Amor? —tararee. —Sigo aquí abajo. —reí.

—Si. —sonreí. —Si, si quiero. —se levantó cargándome mientras me besaba. —No puedo dejar de llorar. —reí sonándome la nariz. — Eres lo peor todo el viaje me la pase llorando por tu culpa.

—¿Dieciséis horas? —asentí haciendo un puchero. —Oh no mi amor. —volvió a abrazarme.

—Pensé que ya no me querías. —me recargue en su pecho. —Por eso no habías llegado, y las fotos y me preguntaron en el aeropuerto y yo. —me limpie la nariz con la manga de mi suéter. — Estaba asustada.

—No te quiero lejos de mi vida. —tomo mi barbilla haciendo que lo mirara. —Al contrario, te quiero en mi vida siempre. —sonreí. —Ven tienes que ver toda la casa. —tomo mi mano izquierda. —Un momento. —saco el anillo de la caja poniéndolo en mi dedo. —Sabía que era para ti. —beso el dorso de mi mano.

—Me encanta. —hice otro puchero antes de volver a llorar, Tom rio besando mi frente.

—Ven, amor mío. —entrelazo nuestras manos y bajamos.

Comenzamos por el recibidor, la sala la cual tenía chimenea, una oficina y donde se supone que iba el comedor, estaba un gran ventanal, al abrirla el gran patio con alberca abarco mi mirada.

—Willow podrá jugar horas y horas aquí. —sonrió.

—Me encanta la alberca. —me acerque. —En definitiva Willow se volverá loca. —reímos.

—Vamos adentro. —me llevo dentro.

La cocina era lo mejor de todo, alacenas de madera blancas, la isla de la cocina era de mármol, el refrigerador, horno y todo lo que conllevaba una cocina.

Quizá yo era muy pequeña, pero todo lucia enorme a mi alrededor.

Sin detenernos mucho, subimos las escaleras, llegando al corredor donde seis habitaciones estaba a los lados. Tres del lado izquierdo y tres del derecho.

—¿Por qué tantas?

—Me gustan las familias grandes. —puso su brazo en mi hombro. — ¿A ti no?

—Podría pensarlo. —levante una ceja y rio.

—Te mostrare la nuestra. —guiño un ojo.

Al final del pasillo, había dos puertas, Tom tomo el pomo de ambas y las abrió de par en par.

𝐒𝐡𝐞| 𝐓𝐨𝐦 𝐅𝐞𝐥𝐭𝐨𝐧✔Kde žijí příběhy. Začni objevovat