Moving on

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Elsa se encontraba de rodillas dándolo todo de sí en aquel arduo y extenuante deber, después de todo nadie se le podía comparar en eso, ella era la mejor para ese tipo de trabajos y Jack lo sabía bien, por eso le había suplicado que a cambio de que él preparara la cena ella le hiciera ese favor.

–Ufff– Elsa se limpió el sudor de la frente al terminar de desempacar todo lo que había en una de las ultimas cajas.

Se puso de pie tomando entre sus brazos la caja vacía y arrumbándola junto a las otras que estaban en una esquina de la cocina, ahora solo tenía que ordenar en las gavetas de la cocina todos los artilugios que había sacado y para ello se necesitaba mucha paciencia y ser una persona muy práctica. Elsa se desgastó las neuronas pensando cual sería el lugar más conveniente para colocar las tazas y si era más conveniente ordenar los cucharones por oren alfabético o de acuerdo a su función... tal vez debía colocar los cuchillos cerca del cesto de basura por conveniencia o ponerlos en un lugar menos a la vista por seguridad.

Que decisión más difícil. Pensó ella y rogó al cielo porque Jack llegara pronto para preguntarle su opinión respecto a su dilema, aunque ella sabía bien que él solo arquearía una ceja y le diría que los pusiera por ahí.

Como si hubiera sido por obra de magia, Elsa pudo escuchar cómo se abría la puerta del apartamento y unos pasos apresurados por la sala.

–¿Jack?– preguntó la joven de 23 años –¿Eres tú?– obtuvo su confirmación al escuchar el característico sonido de las llaves de Jack golpeando la superficie de la mesa de la sala de estar, ella odiaba que él hiciera eso, ¿Por qué dejarlas ahí cuando en la entrada había un cuenco especial para eso?.

–Si amor– asomó su cabeza de forma extraña por la puerta de la cocina –Escucha, voy a salir un segundo a dar una vuelta, volveré... pronto– ella se extrañó al verlo actuar de forma errática, como si estuviera forcejeando con algo tras de él.

–¿Esta todo bien?– intentó acercarse a él pero la detuvo.

–¡No!– sonrió nervioso –Quiero decir, si...– se aclaró la garganta –Todo está bien. Me voy... te amo– corrió lejos de ella.

Para cuando menos lo esperaba el sonido de la puerta volviéndose a abrir y cerrar la dejó boquiabierta.

–¿Qué mosca le pico ahora?– dijo sin soltar el cucharon de madera que llevaba en la mano desde hace un rato.

Su boca volvió a abrirse de par en par al ver a un Golden Retriever, cuyo pelaje blanco se veía completamente opacado por la mugre, sentado sobre su sillón nuevo babeando al jadear.

El animal de tamaño considerable comenzó a mover la cola de manera alegre al ver a Elsa sosteniendo el objeto de madera, confundiéndolo con un juguete, dejó escapar un ladrido y saltó del sillón para correr a donde estaba Elsa.

La chica dejó escapar un grito de terror al creer que el can le haría daño, lanzó la cuchara lejos y afortunadamente el perro fue tras ella, pero no sin derrumbar los muebles que acababa de ordenar.

Tomó sus llaves y salió hecha una furia.

–¡Jackson!– los ojos del peliblanco se abrieron con pánico al ver a su casi prometida caminando con sus pequeños piesitos a gran velocidad por el pasillo.

–¡Ah!– se metió dentro del acensor y comenzó a presionar sin cesar el botón para que se cerrara.

–¡Jack!– Elsa detuvo las puertas que se cerraban con su pie derecho.

–¡Lo lamento!–

–¡Nos acabamos de mudar!–

–¡Lo encontré buscando en la basura!, ¿ya viste lo flaco que esta?, de seguro no ha comido en días–

Last chancesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora