XXII

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Devoré la comida sin pensar mucho. Era comida simple, más parecida a la que Safira me había dado al principio que a la de Lehaké. Aun así, me moría de hambre y cualquier cosa me valía. Fui sintiéndome mejor, algo más fuerte, más despejada, más mágica, con más preguntas.

Lehaké no dejaba de rondar por mi mente con cierta crueldad. Estaba segura de que a esas alturas estaría furioso conmigo porque estaba allí, sentada con Lucifer. Quizá no lo sabía, pero... Debía odiarme. Parpadeé un par de veces centrando la vista en los platos casi vacíos. La idea dolía mucho.

Aún recordaba con una nitidez cristalina lo que había sentido a su lado. Los besos, ir cogidos de las manos, sus bromas, su risa... Y saber que nada de eso volvería porque había tomado la decisión errónea... ¿Lo era? Cuando miraba a Lucifer, cosa que no me atreví a hacer ni siquiera en ese momento, parecía que todos esos sentimientos que Lehaké despertaba en mí también podía despertarlos él. Pero si no le miraba, no era igual. Y... ¿Lehaké? A él no necesitaba mirarle, ni tenerle cerca. Le añoraba. Solo podía pensar que ojalá estuviera a mi lado para decirme qué era lo correcto.

Bajé del Caebiru segura de mi misión y cada vez estaba más perdida. Cada vez que descubría o aprendía algo, era como si todo lo que conocía de antemano careciera de lógica. ¡Yo era una guerrera! ¿Debía guerrear? ¿Mi lugar estaba al lado de Lucifer? ¿Tenía un lugar? ¿Hacía mal por haberme rendido? ¿Me había rendido?

Así me sentía. Una parte de mí sabía que Lucifer no cambiaría de idea. No lo había hecho en milenios en el Infierno. Ni en décadas, o siglos, en su primera llegada a la Tierra. ¿De verdad lo que yo le dijese le haría cambiar de opinión? ¿Dejaría de masacrar humanos? Y si lo hacía... ¿qué? ¿Viviría en la Tierra? ¿Y yo? Antes tenía claro que debían recombinarme cuando la guerra acabase, pero si Lucifer deponía las armas por mí, ¿qué haría si me recombinaban?

Y, por egoísta que fuese, yo no quería que me recombinasen. Antes no lo entendía, para mí era algo obvio, lógico. Debía devolver mis poderes y las almas que me componían. Pero yo no quería morir. Porque Lehaké llevaba razón, que te recombinasen era como un asesinato...

―Sigues haciendo eso ―me dijo Lucifer de pronto.

Alcé la cabeza para ver que él estaba pendiente de cada uno de mis gestos y movimientos. Me revolví un poco en la silla, incómoda, ¿y si podía leer lo que pasaba por mi mente? ¿Y si sabía todos mis planes? ¿Acaso no estaba condenada al fracaso? ¿Qué pensaría de mí si sabía que mis pensamientos estaban con Lehaké?

―¿El qué? ―pregunté, tras tragar saliva con mucha dificultad.

―Arrugar la nariz. Cuando las cosas no eran como tú querías o no comprendías algo, arrugabas la nariz.

Me dirigió una sonrisa nostálgica que me cortó un poco la respiración. Bebí un poco de agua fresca para disimular mi turbación. Cuando actuaba de esa forma, como un amante enamorado, no era Lucifer y yo no era Shey. Solo éramos dos seres sin destino que podían vivir en una cueva y ser felices. Pero eso no le había salido bien la primera vez y no me saldría bien a mí.

―Será que hay muchas cosas que no comprendo ―repliqué con calma.

―¿Puedo ayudarte con alguna de esas cosas?

―Quizá. ―Podría decirme qué iba a pasar dentro de unas horas, o de unos días, semanas o meses. Pero ni iba a confiar en su palabra ni había posibilidad de que tuviera una certeza absoluta. A lo único que podía responderme era sobre el pasado o el presente―. Pero no estoy segura de querer respuestas.

―Entonces no merece la pena que le des vueltas, Shey.

Me encogí de hombros. No era tan fácil. Mi mente vagaba por libre y cuando estaba cerca de él me sentía diferente, atontada, más humana. Y eso me hacía sentir más torpe y menos inquisitiva de lo normal. Se me pasó por la cabeza que si fuera Lehaké el que compartiese mesa conmigo le estaría fundiendo a preguntas.

Crónicas de Morkvald: Luna Oscura #4 - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now