XVI

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―¿Qué verdad? ―pregunté nerviosa mientras Darah se sentaba sobre la hierba y cruzaba las piernas en una postura que no me pareció demasiado cómoda―. Suéltalo de una vez.

―La verdad sobre tu creación. La verdad sobre Lucifer. La verdad sobre tu misión y la guerra en la que estás inmersa. La verdad sobre tu cuerpo y ese recipiente podrido que llevas. ¿Por qué no te sientas?

―Porque no quiero sentarme. Quiero que me lo cuentes ya.

Darah suspiró con pesadez y tres sillones de aspecto cómodo aparecieron en medio de la explanada. Ella estaba sentada en uno, aunque hubiera sido imposible para mí saber cuándo había pasado del suelo a él. Luego nos señaló los dos restantes y acabé sentándome solo para que empezase a hablar. Lehaké también lo hizo, en silencio, pero había algo en él... Era como si sintiera algo horrible y profundo y su vista no se apartaba de mí. Como si lo que Darah tenía que contar fuera menos importante que yo.

Una mesita baja apareció entre nosotros y la niña se dedicó a llenar tres vasos con un líquido amarillo claro. El repiqueteo de los hielos fue estruendoso en el silencio que reinaba alrededor. Ni siquiera debíamos estar respirando. Era como si no quisiéramos hacer un solo ruido. Como si no estuviera bien hacerlo.

―Veamos, lo primero que tienes que saber de la verdad es que no existe ―me dijo, tras lamer el borde de su vaso. Para no tener ojos se movía con una precisión envidiable.

―Genial, si eso es todo lo que tienes que decirme...

El corazón me latía con una fuerza dolorosa y sus palabras me hicieron sentir idiota. Si yo ni siquiera quería encontrarla del todo... ¿Por qué no había aceptado la oferta de Lehaké para seguir dando vueltas? Había renunciando al sentimiento más agradable desde mi creación para que ella me dijese que no existía esa verdad prometida.

―Siéntate.

Una energía bestial me tiró de vuelta al asiento y me mantuvo allí, apretada contra este, sin dejar que volviera a intentar rebelarme. De hecho, fue como si me apretase tanto el pecho que no me permitía ni hablar de alguna manera, si eso tenía lógica. Me quedé allí y la miré.

―No le hagas daño ―ordenó Lehaké.

Darah le desechó con un gesto. Y bebió antes de seguir hablando como si no hubiera pasado nada.

―La verdad absoluta no existe, y si alguien cree tenerla, deberías huir enseguida. ¿Qué es el bien? ¿Qué es el mal? Es tan relativo...

―Ya te ayudo yo ―replicó Lehaké―. El malo es el Primero, y los buenos la gente que mata sin motivo.

―Oh, cállate. Tú eres un bebé, no puedes opinar. Solo estás aquí porque Sabryem tiene derecho a decidir.

Lehaké se calló de verdad, pero no supe si por sus palabras o porque le había hecho algo como a mí. En cualquier caso, sin nadie para interrumpir, siguió ella sola.

―Mi hermano Lucifer no es un santo, eso es verdad, pero tampoco es el malvado hombre en el que los humanos le han convertido con sus burdas leyendas...

―Vale. ―Me sorprendió el sonido de mi propia voz―. Pero ibas a hablarme de mí, no de él.

―Me temo, pequeña Sabryem, que tu historia es su historia. Así que permitid que me remonte muy atrás. Al inicio de la humanidad tal y como la conocemos. La que retó a mi hermano para que se convirtiera en Satanás.

―Sí, pobre cabrón inocente víctima de los humanos ―se burló Lehaké con un gesto de dolor que me hizo estremecer. Apretó los dientes tras decirlo y me pareció que Darah le estaba haciendo algo.

Crónicas de Morkvald: Luna Oscura #4 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora