Acto 3: Los cinco primeros caenunas - IX

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Paré cuando me sentí más calmada. Volar estaba muy bien, era muy relajante, lo hice durante horas. De hecho, anocheció y volvió a amanecer. Así que busqué el edificio más alto que había visto al pasar y me senté en su cumbre, para mirar a la humanidad a mis pies, tratando de entender algo. Era confuso no saber ni qué tenía que comprender. Pero era como si el misterio cósmico escapase a mi control y fuera necesario para poder caminar entre los humanos.

Algo tan fascinante que Padre decidió entregarles alma. Algo tan ofensivo que el Primero intentó destruirlos. Algo tan llamativo que Ketiel murió por ellos. Algo tan interesante que Lehaké los prefirió sobre los suyos. ¿Qué demonios tenían los humanos para no dejar indiferentes a los nuestros?

Cinco caenunas bajaron a la Tierra por los humanos. Los cinco primeros caenunas creados por Padre. Los más fuertes y poderosos. Todos bajaron a la Tierra a causa de los insignificantes humanos y ninguno volvió a casa.

El Primero traicionó a Padre. Él dotó a los humanos de alma para demostrarle que podían ser como nosotros. El Primero fue a la Tierra para corromperlos y demostrarle a Padre que jamás lo serían.

Ketiel, Skylish y Lihám unieron sus fuerzas para matar la Primero y no lo consiguieron. Le encerraron en el Infierno, eso sí. Y tanto Skylish como Lihám murieron en el proceso. Ketiel sobrevivió, pero no quiso marcharse de la Tierra. Creó a los quirónidos, medio humanos y medio caenunas. Y estos dieron paso a los elementales. Más fuertes que humanos, más débiles que quirónidos. En algún momento, no estaba muy segura de por qué, Ketiel volvió al Caebiru, pero tampoco encontró su lugar allí y volvió a la Tierra, con sus amados humanos. Lo sabía, lo sentía... Porque los caenunas le recombinaron, y formaba parte de mí. Esa información a Safira debía habérsele colado.

Darah también bajó a la Tierra. La última de los cinco primeros caenunas. Nadie la mandó, nadie le pidió nada. No sabía por qué lo había hecho, pero bajó con sus hermanos, a tratar de detenerlos. A intentar parar la guerra. Y nadie supo más de ella jamás. Al menos, no había ningún otro registro en el Caebiru que la mencionase...

―¿Y que todos acabemos traicionando a los caenunas a favor de los humanos, no te dice nada, Shey?

Estuve a punto de gritar, o caerme de la cornisa, al oír una voz infantil a mi lado. Me giré con la respiración alterada para verla. Parecía una niña humana. Miraba la Tierra y su pelo negro y su vestido blanco se agitaban por el fuerte viento que hacía allí arriba. Parecía que en cualquier momento este la tiraría de la cornisa, aunque movía los pequeños piececitos sin preocuparse por ello.

―¿Q-quién eres? ―pregunté, dudando entre si sujetarla o alejarme.

¿Cómo había llegado hasta allí? No sentí su magia, pero debía ser algo, ¿no? Incluso parecía haber respondido a mi pregunta mental. Pero ¡ni siquiera debía poder encontrarme! Nadie debía poder hacerlo. Nilhem se encargó de ello, para mantenerme a salvo del Primero.

―Soy el pasado, el presente y el futuro, Shey. ―Giró la cabeza hacia mí por primera vez y me quedé sin respirar.

Las cuencas de los ojos estaban completamente vacías y la visión fue aterradora. Hice aparecer la espada en mi mano, para defenderme. Quizá fue una reacción estúpida, porque era una niña ciega, pero me asustó. Y jamás había sentido un miedo tan intenso. Era nuevo para mí.

Sin embargo, antes de poder moverme ni hacer nada con la espada, esta se fundió en mi mano. Tuve que soltarla, porque abrasó mis dedos humanos. Me quejé y la niña volvió a mirar al frente. Era raro porque, aunque no tenía ojos, había sentido que me veía perfectamente.

―Tu cuerpo no aguantará. Los caenunas son idiotas. No tenían que hacerte así... No saben ni seguir indicaciones.

―Eres... ¿Padre? ―pregunté confusa.

Crónicas de Morkvald: Luna Oscura #4 - *COMPLETA* ☑️Där berättelser lever. Upptäck nu