«¡Miserable Paris, el de hermosa figura, mujeriego, seductor!»

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Aquel tío era un demente.

—¿Me tomas el pelo?

Él frunció el ceño y se giró hacia las demás mujeres:

—Es así como se presentan, ¿no? —Su brazo continuaba tendido, a la espera de que alguien —y más concretamente yo— le devolviese el gesto. Al ver que yo no tenía ninguna intención de moverme, dio un paso adelante y tomó mi mano para después colocarla sobre la suya, obligándome a tomarla—. ¿Estáis seguras de que esta es la mortal que buscábamos? —Torció el gesto, analizándome—. No parece muy lista...

Rompí el apretón con un gesto brusco, saliendo de una especie de trance, y miré a Diane, quien seguía de pie junto a la puerta del salón:

—¿Me puedes explicar quién es este capullo y cómo ha entrado en tu casa?

El tal Apolo, si es que ese era su verdadero nombre, imitó mis gestos.

—¿No se lo has dicho aún? —cuestionó con irritación.

—¿Decirme qué? —interrumpí, molesta. Los ojos de mi amiga nos analizaban en silencio—. ¿Diane? —insistí con impaciencia.

—Es mi hermano —contestó.

Abrí la boca para replicar, pero volví a cerrarla al comprender que no sabía qué decir. Conocía a Diane desde hacía más de diez años y jamás había mencionado a ningún hermano. Nunca había comentado nada relacionado con ningún pariente, ni siquiera lejano. Siempre que alguien le preguntaba sobre algún miembro de su familia, ella contestaba que la única familia que tenía era aquella que ella misma había elegido: Mel, Lizzy, mi hermano y yo. Nadie más.

—¿Tú qué? —interrogué.

No podía ser cierto.

—Su hermano —repitió Apolo—. Ya sabes, alguien con quien compartes progenitores —añadió con ironía.

El tono sarcástico del recién aparecido y misterioso hermano me hizo apretar los dientes con fuerza. A pesar de ello, no caí en sus provocaciones. En su lugar, fui hasta Diane y la tomé de la mano para arrastrarla conmigo a una esquina de la habitación con el objetivo de tener algo de privacidad.

—¿Desde cuándo tienes un hermano, Di?

—Desde que nació. —Escuché la voz del hombre a mi espalda—. Somos gemelos. 

Solté un suspiro exasperado. Nunca nadie había conseguido crispar mis nervios de ese modo.

—Es una conversación privada —solté en un gruñido poco educado—. Gracias —añadí con una sonrisa falsa antes de centrar mi atención de nuevo en mi amiga, a la espera de una explicación—. ¿Y bien? ¿Nunca se te ha pasado por la cabeza decirme que tienes un hermano?

—No podía decírtelo, Soph —contestó en un susurro. Sostuvo el puente de su nariz entre sus dedos antes de añadir—: No es tan sencillo.

—¿Qué no es tan sencillo? —siseé, enfadada—. ¡Diez años, Diane! —Tomé una bocanada de aire a conciencia para tratar de calmar mis ánimos—. ¿En diez años nunca has encontrado el momento para decirme que tienes un hermano gemelo? ¡Gemelo! —Me encontraba de espaldas al susodicho, pero era capaz de sentir el peso de su mirada sobre nosotras—. ¿Y se llama Apolo? ¿Qué clase de nombre es ese?

—Es... griego.

—Ya sé que es griego —dije airada—. Sé quien es Apolo. Es un dios de la mitología.

É R I D E [PÓLEMOS #1] | TERMINADAWhere stories live. Discover now