Capítulo XXXII- *4 de julio II*

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Ethan

La vi removerse inquieta, llevaba todo el viaje rara y no sabía porqué.

- ¿Estás nerviosa?- levantó la vista de su regazo cuando coloqué mi mano en su muslo- Oye, que mis amigos no son tan intimidantes ¿No?- dije, y conseguí sacarle una sonrisa que no llegó a ser completa

- Es que- empezó diciendo, pero luego calló- Bueno, ¿Qué hay entre nosotros?

¿Qué cojones? No pensaba que fuese de las chicas que necesitasen estar saliendo con todos con los que se acostaban.

Me había quedado callado, tenía que pensar algo.

Rápido.

- No lo estoy diciendo para que seamos nada más- menos mal porque no sabría que responder- solo quiero saber qué puedo y qué no debo hacer

¿Estaba diciendo lo que creía que estaba diciendo? Quería saber si podía tirarse a otros.

Yo no había vuelto a ver a Sydney desde que Josephine empezó a vivir en mi casa. No era por nada en especial, simplemente no me apetecía quedar con ella.

Y no te habrías acordado de ella sí no te estuviese petando el teléfono a llamadas.

Me dijo mi subconsciente, cosa que era verdad. Llevaba evitando a Sydney casi dos semanas.

Pero, por muy raro que me resultase, había sentido algo parecido a los celos. Algo parecido porque nunca había tenido esas mierdas de enamorados.

Pero una cosa estaba clara, ni ella parecía querer algo más ni a mí me apetecía comerme la cabeza a ver lo que yo quería. Con lo que teníamos estaba muy cómodo.

El sexo era maravilloso, además no era una chica demasiado pegajosa después de acostarnos. Esa cosa nunca me había gustado.

- Puedes hacer lo que quieras con quién quieras- dije algo molesto- ¿Le quieres poner un nombre? Tenemos una relación abierta- sonreí para quitarle peso a mis palabras, habían sonado bordes y no era mi intención

- Vale, perfecto

No volvió a abrir la boca en todo el viaje hasta nuestro destino, Hollywood.

(...)

Dejé el coche algo lejos del merendero dónde íbamos a hacer la barbacoa. Me apetecía calentar un poco el ambiente, que se había congelado desde nuestra conversación del camino.

Cuando bajó del coche la acorralé contra la puerta y empecé a bersarle el cuello. Bajé hasta la clavícula y mordí su piel. Habíamos follado las suficientes veces como para saber que la volvía loca que hiciese eso.

Subió la mano por mi espalda hasta mi cuello y lo bajó hasta que mis labios quedaron accesibles a los suyos. Mediría unos de 30 cm menos que yo. Me besó con intensidad y yo seguí su besó encantado.

Bajé una mano por su cintura dejándola en su cadera, mí otra mano estaba en su cuello. También sabía que eso la ponía mucho y, para que mentir, a mí también me ponía a cien eso.

Hice que me rodease la cintura con las piernas y la apoyé en la ventanilla del coche.

Cuando la cosa se nos iba a ir de las manos oí un claxon. Abrí los ojos a la vez que Jo, nos miramos y dirigimos nuestra mirada al origen del sonido. Era el Dodger de Ross, en el asiento trasero iba su hermana Hailey y en el del acompañante iba Sydney.

Contra Nuestras ReglasWhere stories live. Discover now