—¿Como no tienes un jodido condón? ¡tonto! —me empujó el hombro, de cachondeo. 

—No suelo traerlos al instituto, querida. 

Ella me miró alzando una ceja. 

—Tú llevarías condones hasta en la iglesia. 

Nos reímos, y que razón tenía. 

—Nos vemos mañana, mi padre ya me está esperando, está lloviendo. —me plantó un beso que me dejó sin aliento y la vi salir del baño moviendo las caderas. Le encantaba provocar. 

Miré mi iPhone: eran las siete y media. ¿Estaría Biancatodavía en la biblioteca? 

No. 

Me cercioré cuando la vi salir corriendo de Constance, ya que estaba lloviendo. La seguí deprisa. Me puse a su altura y caminábamos rápido mientras las gotas de agua cada vez aumentaban más.

—¿Ya has terminado?

—Ni he empezado. —espetó—. ¿Sabes lo largo que es? ¡Y tú vas y te largas! —me reprochó—. Escúchame Justin, si no me ayudas a hacerlo se lo diré a...

—Que sí, que sí, madre mía que pesadita estás últimamente. 

Ella rodó los ojos, aumentó el paso y apretó la mandíbula. 

—¿Por qué me sigues? —se giró para mirarme, mientras se ponía una chaqueta en la cabeza.

—Porque voy a tu casa. —ella torció el gesto, con cara de pocos amigos—. Lo digo en serio, tenemos que hacer el trabajo, ¿no? 

—Pero no ahora, no en mi casa. 

—Será ahora, y será en tu casa. Tengo el fin de semana ocupado para tonterías de estas. 

La escuché maldecir y quise reírme. 

—Una hora, y te irás, no quiero que mi madre piense mal. 

—He hecho cosas mucho mejores en menos de una hora. 

—Pues si que eres rápido. -intentó burlarse. 

—Cuando quiero. —le guiñé un ojo. 

Cruzamos la ultima calle para llegar a casa de Bianca y cada vez llovía más y más. Estaba completamente calado. Me situé en la entrada de su casa intentado no mojarme más. Y esperé, un poco molesto, a que Bianca abriera la jodida puerta y que de una vez dejara de mojarme. 

—¿Es que no tienes llaves o qué? —espeté. 

—No: cuando llego a casa a un horario normal y ningún gilipollas hace que me quede en la biblioteca cuatro horas, pues... —se perdió ella misma. Estaba tiritando—, pues eso, que cuando llego siempre hay alguien. Agh, cállate y ayúdame. —dejo su cartera en el suelo y bajó los escalones de la entrada hasta llegar a una maceta. Yo me incliné un poco desde arriba, justo a sus espaldas, con toda la intención; y así fue. La falda corta de Constance fue subiendo poco a poco conforme ella se agachaba, dejándome una asombrosa vista de sus piernas. Torcí el gesto con una sonrisa picara por lo sexy que me pareció. Ella levantó la vista y se dio cuenta de lo que estaba mirando y cuan descarado estaba siendo. Se levantó de repente y subió los escalones con paso preciso mientras me señalaba con el dedo. Se plantó frente a mí, a pocos centímetros. Me encantaba la capacidad que tenía para intentar desafiarme.

—Te juro que te daría guantazos hasta deshacerte la cara, imbécil. —tenía un carácter que, tras ver su lado más sexy, solo hacía que me pusiera mucho más. Observé con más disimulo, su pelo mojado, cayendo en grandes mechones y algo alborotados, su rostro con el negro de los ojos algo corrido y su boca entreabierta. La piel de sus labios brillaba, pues la lluvia los había mojado. Bajé lentamente la vista por su cuello y su inicio del pecho descubierto, ya que tenía un par de botones desabrochados. La camisa blanca se ceñía aún más a sus pechos y a su figura al estar mojada. La tenía enfrente de mí, irritada y aún así guapísima. 

Love in New York. {Justin Bieber}Where stories live. Discover now