|𝐋𝐀 𝐎𝐑𝐃𝐄𝐍| 10

45.6K 5.4K 1.3K
                                    

Dominic

Ayudo a Emilie con su ropa, me ocupo de vigilar su herida y peino su pelo. Me encargo de ella, algo que debí hacer desde mi llegada, no de una manera sexual, -aunque quisiera y sé que ella debe desearlo- porque no quiero herir a mi ya de por sí maltratada esposa. Mis deseos pueden esperar al momento indicado. La observo mientras se detiene frente al espejo y acaricia su vientre plano, porta un vestido entubado verde, el cual resalta sus ojos color esmeralda.

—¿Cómo lo llamaremos? —cuestiona tomándome por sorpresa.

El nombre de Damon es lo primero en llegar a mi mente, supongo que con la culpa de su muerte en mis hombros. Niego bajando la cabeza y terminando de anudar mis zapatos—. Si es niña me gustaría Ellie.

—Emma y Ellie... Me gusta —murmuro.

—Pero siempre te refieres como él... Así que te dejaré escoger si es un niño —dice feliz y orgullosa.

—Vaya, gracias, mi señora, por su gratitud.

—Estamos para servirle, señor —revira con una dulce sonrisa. Quiero verla sonreír siempre, de alguna manera me da vida observarla.

—Vamos a cenar con los demás —digo caminando hacia ella.

—Antes quiero darte un presente.

—¿Por cuál motivo en especial? —pregunto abrazándola—. No es mi cumpleaños.

—Estoy adelantándolo para ti —musita. Me inclino en un suave toque de sus labios.

—Eres mi vida —confieso—. Verte herida me volvió loco.

Y la caja de regalo de Kain solo aumentó esa ira. Un feto muerto... Por como Emilie actúa creo que nunca llegó a ver el contenido de esta y, ¡Cristo! Estoy agradecido con ese Dios que algunos juran existe, porque él la protegió de algún modo.

—Bueno, si me enseñaras a defenderme no pasaría.

—Ni hablar —corto.

—Don...

—Estás embarazada, Em. No pondrás tu salud y la de nuestro hijo en peligro. Yo me encargaré de protegerlos, ¿o no me consideras capaz? Lo que pasó en París... —Ella coloca su dedo en mis labios.

—Lo que pasó en París fue mi esposo consintiéndome, bailando conmigo en una noche mágica, caminando por las calles y gastando una fortuna para complacerme, amándome a su manera... Eso es lo único que recuerdo de París. Confío en ti, siempre vas a protegernos y es todo lo que me importa.

—Eres tan fuerte, temía que todo fuera demasiado para ti... Que me abandonaras —pronunciar las palabras es doloroso, pero fue mi pensamiento inicial. Ha sido tanto en tan poco tiempo: dolor, pérdidas, decepciones. No llego a entender cómo puede seguir aquí, a mi lado, mirándome con esos ojos llenos de amor y esperanzas.

—Te hice una promesa —murmura alejándose de mi cuerpo y tomando unos papeles del tocador, son hojas simples para mí, pero por la forma en la cual las mira parecen ser más caras que el diamante colgando en su cuello. Respira unas cuantas veces antes de extender un par de ellas.

—¿Qué es esto? —cuestiono. Si no fuera por sus palabras anteriores creería que está pidiéndome el divorcio. Su alteración es inquietante.

—Estos son algunos números de cuenta... Es lo que Gabriel Cavalli necesitaba. Contienen mucho dinero, estos son casilleros y sus claves —dice dándome dos hojas restantes—. Tienen información importante, sobornos, casos encubiertos... Maksim Pávlov, el ministro de defensa de la federación rusa, encontré que maneja chicos militares, los entrena como soldados perfectos y los hace desaparecer. Deberías atacarlo a él primero, conseguir manejar la red política y las rutas de entrada y salida en toda Rusia.

EL CAPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora