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Louis jugaba con la pelota mientras las gradas de su colegio se iban llenando. Había sido demasiado insistente con ir a ese instituto a estudiar y no había parado hasta que sus padres, a regañadientes, habían aceptado. Su madre no lo entendía y muchas veces le preguntaba qué tenía esa escuela que no tuvieran otras, pero él solo se limitaba a repetir que ella no lo entendía. En cambio, su padre sí que lo hacía. Posiblemente una de las pocas cosas que compartían ellos dos era su afición por el fútbol. Cuando hablaban de deporte se entendían a la perfección, como padre e hijo. Pero cuando se trataba de otros temas no.

Se reunió con su equipo, que estaba debatiendo la jugada. Escuchó al entrenador y se quitó la chaqueta cuando comprendió que era lo que debía de hacer en qué momento. Los jugadores se encontraron en el campo y, tras darse el saludo cordial que debían de hacer en cada partido, se dispersaron en el campo, esperando el pitido del silbato del árbitro.

Anotó el primer gol antes de los primeros quince minutos, pero no se sintió emocionado. Era predecible que eso era lo que iba a pasar. Debía ser lo que iba a pasar. 

Para cuando pitaron la mitad del partido ya tenían cuatro puntos. 4-0. 

Volvieron otra vez al campo después de que el entrenador les echará la bronca a algunos y felicitara a Louis. No se lo tomó con ilusión como siempre; últimamente se sentía demasiado normal, demasiado cerrado a la rutina.

El silbato sonó y hubo un cambio. Se paró y trató de buscar entre el público a su hermana: la única persona de la familia que, según él, se preocupaba por su bienestar y por lo que le interesaba. Se sentía plenamente agradecido por ella aunque nunca se lo dijera (nunca decía lo que sentía) y no sabía como devolverle todo lo que hacía por ella. 

Antes de que pudiera encontrarla, una mano le tocó el hombro y le sacó de su enseñolación. 

Se dió cuenta de que él era el intercambio y se marchó corriendo, frustrado y confundido. ¿No lo había hecho tan bien?

-¿Por qué me cambias por el novato? -preguntó claramente enfadado.

-Simple -se encogió de hombros- una persona te esta observando demasiado, y no es una mirada de admiración como todos los otros. No quiero perder a mi mejor jugador.

¿Y qué si no me arrepiento? L.SWhere stories live. Discover now