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Narra Luisita

Despertar y ver a Amelia a mi lado, es la imagen con la que quiero levantarme cada día del resto de mi vida. Ver su cara de paz, su pecho subir y bajar con la respiración tranquila, la postura rara que tiene... podría quedarme solo mirándola y no me aburriría. ¿Cómo puede ser real todo esto que estoy viviendo? Necesitaba comprobar que no era un sueño, así que me dispuse a despertar a Amelia. Aparté el pelo de su cara y empecé a dejarle suaves besos por el cuello. Ella empezó a removerse y yo seguí con mi tarea hasta que abrió los ojos.

- ¿Tú crees que calentarme es una buena manera de despertarme? – me avisó, riéndose — ahora quizás tienes que acabar con lo que has empezado...

- Quería despertarte, necesitaba saber que esto no era un sueño – dije yo con cara de niña buena- solo te estaba dando unos besitos inocentes.

- Sí, super inocentes... toda la saliva que tengo en el cuello lo confirma. Y no es un sueño, ven que te lo demuestro – me dijo cogiéndome del cuello.

Nos dimos un largo beso, nuestras lenguas se unieron y nos daba absolutamente igual el aliento mañanero. Yo solo quería sentir a Amelia otra vez y al parecer ella también porque noté como sus manos empezaron a viajar por mi cuerpo. Nos seguimos besando durante un buen rato y sentí como introdujo sus manos por debajo de mi camiseta y se dirigía a mis pechos. Los tocó con suma delicadeza y yo empezaba a tener demasiado calor.

- Quítamelo – le pedí.

Ella subió mi camiseta rápidamente, dejando todo mi torso al aire y yo me dispuse a quitar la suya también, lo que ella me permitió sin ningún problema. Amelia se levantó y se quitó sus shorts y yo la imité e hice lo mismo con los míos. Nos volvimos a meter debajo del edredón y seguimos besándonos, sintiendo nuestras lenguas explorar cada milímetro de la boca de la otra. Amelia se desplazó a mi cuello lo lamió, mordió y beso cómo quiso. Después se desplazó de manera lenta a mi oreja y lamió el lóbulo, lo que me hizo estremecer, para luego volver de nuevo a mis labios. Nunca nadie me había besado como besa Amelia. Su lengua me vuelve loca, cada beso es como si fuera el último y la sensación es increíble.

De repente, fue bajando por mi torso hasta mis pechos, dejando suaves besos a su paso. Chupó y mordió mis duros pezones y estaba empezando a necesitarla demasiado, pero Amelia no se detuvo ahí y siguió bajando. Besó mi ombligo, mordió mis huesos de la cadera, lo que me hizo unas cosquillas terribles y llegó a mis braguitas, las cual me quitó con un movimiento rápido. Dejó un suave beso en mi zona más íntima, yo sabía lo que quería hacer y me estaba poniendo muy nerviosa.

- Amelia, yo no... - le dije, pero ella me interrumpió.

- Shhh, confía en mí – me contestó mirándome a los ojos y yo sabía que no podría negar nada a esos preciosos ojos.

Me abrió las piernas con mucha delicadeza y sus manos se unieron a las mías. Empezó a dejar besos húmedos por todos mis muslos mientras se iba acercando poco a poco a mi centro.

- Relájate, cariño – me susurró.

Yo lo intenté y noté como ella seguía besándome alrededor de mi centro hasta que, sin previo aviso, noté como su lengua viajaba a mi clítoris y la sensación hizo que todo mi cuerpo temblara. Era absolutamente alucinante. Amelia seguía trabajando con su lengua en mi centro, haciendo suaves movimientos y yo creía que iba a morir de placer ahí mismo. Ella separó nuestras manos y yo agarré las sabanas fuertemente, sentí como Amelia estaba tanteando mi entrada con sus dedos mientras seguía lamiendo mi clítoris. Estaba tan excitada que sus dos dedos entraron sin ningún problema en mi interior y si creía que había sentido placer en mi vida, nada se podía comparar a la sensación que estaba teniendo en estos momentos. Los dedos de Amelia entraban y salían sin ningún cuidado de mí mientras que su lengua me estaba volviendo loca en mi punto más sensible. Si seguía así no iba a tardar ni un minuto en correrme y eso fue lo que pasó. Mi cuerpo se tensó, Amelia me sujetó con su mano libre para poder seguir estimulándome, yo era un mar de gemidos y gritos y no tardé nada en llegar al punto más alto.

- Dios Amelia – gemí y caí desplomada en la cama mientras que Amelia se limpiaba la cara con su mano y se tumbaba encima de mí.

- Bésame ahora mismo – le pedí y ella lo hizo, pude notar mi sabor en su boca.

- ¿Qué te ha parecido? – me preguntó Amelia, cortando el beso.

- Increíble, es una sensación indescriptible – le dije yo.

- A mí me encanta tu sabor, te podría comer de postre cada día de mi vida – me contestó ella.

- Amelia – la regañé riéndome a carcajadas – yo quiero probar.

- No tienes por qué hacerlo de verdad – me dijo ella preocupada.

- Pero quiero – le contesté yo.

- Está bien, pero si no te sientes cómoda o no te gusta paras, ¿vale? – me pregunto ella

- Sí... - le dije.

Volví a sus labios y la besé con todo el amor que tenía en mi interior, viajé a su cuello y lo succioné y mordí, sabía que eso le volvía loca y es lo que yo quería, que Amelia se volviera loca por mí, tanto como yo ya lo estaba por ella. Fui bajando hasta sus pechos, los besé, lamí y mordí con suavidad, provocando que diera un respingo. Mis manos bajaron a sus caderas y mi boca las acompañó dejando dulces besos por su barriga y sus costados. Empecé a dejar besos húmedos por sus muslos mientras subía y rápidamente retiraba la última prenda de ropa que me estorbaba. Dejé un suave beso en su zona más íntima y sin pensarlo mucho introduje mi lengua entre sus pliegues buscando su clítoris. El sabor de Amelia me embriago por completo y las reacciones que tenía me estaban haciendo enloquecer. Seguí con el ritmo de mi lengua en su clítoris y Amelia no paraba de maldecir y gemir.

- Oh Luisita, no pares – me dijo con su respiración entrecortada.

Mientras ponía sus manos en mi cabeza para pegarme más a ella, eso me volvió completamente loca, así que aceleré el ritmo de mi lengua y noté que estaba cerca, seguí con los toques precisos hasta que Amelia se tensó y dio un último grito de placer. Yo le dejé un suave beso en su centro y trepé por su cuerpo hasta llegar a su boca.

- ¿Qué tal para ser mi primera vez? – le pregunté – y sé sincera.

- Genial, Luisita, tú me has visto – me contestó - ¿Qué tal para ti? ¿Asqueroso?

- Para nada, ahora te entiendo, ha sido tan excitante o más hacértelo a ti que cuando eras tú la que estabas entre mis piernas – le contesté yo – creo que me voy a hacer adicta a algo más que tus besos...

- Yo estaré dispuesta siempre a saciar tus adicciones- me respondió ella riendo.

Era domingo y Amelia tenía que volver a casa para hacer algunos trabajos. El fin de semana había sido increíble pero la vuelta a la rutina ya estaba cerca.

- Cariño, me voy a tener que ir – me dijo Amelia con carita de pena.

- Lo sé, pero no quiero y no te dejaré – le contesté yo mientras le abrazaba fuerte.

- No me lo pongas tan difícil si por mi fuera me quedaría contigo en esta cama para siempre – me dijo ella.

- Hagámoslo – le propuse.

- Venga – me dijo ella riéndose

Pero como siempre, todo lo bueno llega a su final y Amelia volvió a su casa. Yo aproveché y me puse al día con algunos trabajos que tenía que entregar esta semana y me dediqué a limpiar un poco mi habitación y la casa. Mañana empezaba una nueva semana y la misma rutina de siempre, aunque ahora tenía a Amelia que hacía todo mucho más interesante.




Choque de trenes || LuimeliaWhere stories live. Discover now