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Narra Luisita

Lourdes me cogió de la mano y me llevó a la calle. Yo estaba muy borracha, hacía mucho tiempo que no bebía tanto.

- Luisita, tienes que contármelo todo – me dijo Lourdes.

- ¿Qué quieres que te cuente? Que estaba a punto de besar a la chica más hermosa que he visto en mi vida hasta que ha llegado su amiga y nos ha interrumpido — le contesté.

- Dios Luisita, sí que es sexy, yo me haría lesbiana por ella.

- Se llama Amelia. Lo he oído cuando su amiga la llamaba, hasta el nombre lo tiene bonito...

- ¿y qué haces aquí perdiendo el tiempo? — me preguntó Lourdes — Pasa y búscala de nuevo.

- ¿Tú crees? — le pregunté no muy convencida.

- Claro que lo creo ¿cuándo vas a tener otra oportunidad así? Además, es el destino. Desde que chocasteis, no paráis de encontraros.

- Gracias Lourdes, voy a buscarla — le repliqué segura de mí misma.

Entré de nuevo a la disco y empecé a buscarla. Me costó unas cuantas vueltas por el lugar, pero por fin la encontré en la otra esquina bailando con su amiga. Me dirigí para allá lo más rápido que pude. Iba un poco borracha y me tropecé un par de veces. Estaba a punto de llegar cuando una mano me agarró del brazo y me paró.

- Luisita cariño, no sabía que estabas aquí, ¿a dónde vas? — era Sebas

- Iba para allá.

De repente, Sebas me cogió del cuello y empezó a besarme, me pilló un poco por sorpresa, pero le correspondí hasta que me di cuenta de a dónde iba. Abrí los ojos y pude notar esos ojos color miel clavados en mí, y si no fuera porqué nos acabamos de conocer, juraría que vi rabia. Ella cogió la mano de su amiga y desapareció de allí.

- Luisita, ¿Qué te pasa? — me preguntó el imbécil de Sebas.

- Pasa que eres un idiota y que por tu culpa he perdido la mayor oportunidad que he tenido de conocer lo que quiero. Adiós Sebas — le contesté y me di media vuelta.

Busqué a Lourdes y nos fuimos para casa, estaba a punto de llorar. No me podía creer lo que había pasado esta noche, desde el baile con Amelia, sus palabras, el casi beso. hasta su cara cuando me vio besar a Sebas. Lourdes tenía razón, Sebas solo me iba a traer problemas y al final y yo estaba jugando con él.

- Luisita, ¿qué ha pasado? – me preguntó Lourdes preocupada.

- Nada – le contesté triste.

- ¿Cómo que nada? ¿Y esa carita?

Le conté a Lourdes lo que había pasado con todo lujo de detalles. Y ella me dijo que me lo había advertido, pero me abrazó.

- No pasa nada cariño. Si es el destino, os volveréis a ver. Y en cuanto al idiota de Sebas, ya sabes lo que tienes que hacer – me replicó Lourdes.

Lo sabía, claro que lo sabía, pero ahora lo único que quería era meterme en la cama y dormir.

Al día siguiente desperté con un dolor de cabeza terrible, conseguí levantarme de la cama y tomarme un ibuprofeno a ver si se disipaba un poco el malestar. Me puse a hacer la comida ya que era casi medio día y cuando Lourdes despertará, estaría tan muerta de hambre como yo. Así fue, nos pusimos a comer mientras veíamos en la tele una película.

- Luisita, vuelve al planeta tierra – me dijo Lourdes.

- Lo siento Lourdes, te juro que no puedo sacarme a Amelia de la cabeza y todo lo que pasó ayer...

- Es normal, fueron muchas emociones juntas, pero no te preocupes, estoy segura de que la volverás a ver.

- Eso espero... - le contesté no muy convencida.

El resto del fin de semana pasó tranquilo, nos quedamos en casa viendo pelis, estudiando, cantando y comiendo. Pero cada vez que estaba sola en mi cama, no podía quitarme a Amelia de la cabeza, cómo sus manos recorrieron mi cuerpo, su cara y sus labios a centímetros de los míos, nunca había sentido tanto deseo en mi vida, desde luego ninguno de los hombres con los que había estado me había hecho sentir así. Amelia era diferente, lo supe desde esa primera vez que vi sus ojos cuando chocamos en la estación de tren. Esos hermosos ojos miel que me hipnotizaban.

Empezaba una nueva semana y otra vez vuelta a la rutina. Desayuné, me duché y me arreglé para ir a clases. Como siempre ya tenía que correr para poder llegar a tiempo, pero por suerte, logré coger el tren en el último segundo. Había asientos libres así que corrí para poder sentarme y cuando alcé la vista, allí estaba ella leyendo su libro. Se encontraba a unos 10 metros de mí y estaba tan preciosa como siempre, llevaba una coleta alta y una cazadora vaquera. Yo iba escuchando música y cantando, pero no podía quitar mis ojos de ella ni un solo segundo. En un momento, alzó la vista y nuestros ojos se encontraron, pero ella solo me dio una mirada fría y siguió con su libro.

Noté como mi estómago se encogía, esa mirada no tenía nada que ver con la que me había dado el viernes y me dolía, pero todo era por mi culpa. Aunque quisiera, yo no podía evitar mirarla, pero ella no levantó su cabeza del libro ni una sola vez. Llegamos a la universidad y Amelia salió disparada por la puerta del tren, ni siquiera tuve la oportunidad de ver a dónde se dirigía. ¿Qué estudiaría?

No tarde mucho en llegar a clase y allí estaba ya Lourdes esperándome, como siempre.

- Eyyy, ¿qué tal? - Me preguntó.

- Bien, me he encontrado con Amelia en el tren y me ha dado la mirada más fría que he visto en mi vida, pero aparte de eso, todo bien – le contesté sin mucho entusiasmo.

- Ohhh, ven aquí amor – y me abrazó.

- ¿No le dijiste nada?

- No pude, te juro que me quedé paralizada cuando me miró así, además, ya no levantó la cabeza del libro que estaba leyendo ni una sola vez.

- De veras te gusta, ¿eh? – me preguntó curiosa.

- Lourdes, me encanta, ¿tú la has visto? Es perfecta... - le respondí.

- Sabes que es la primera vez que asumes que te gusta una chica en voz alta

- Lo sé, pero lo que sentí el viernes con ella no lo había sentido nunca, Lourdes. Esa atracción, esos nervios, pero a la vez, estaba tan cómoda y segura a su lado. No sé si me gustan las chicas, pero me gusta Amelia. Eso lo tengo claro.

- Pues no la dejes escapar y menos por el idiota de Sebas – me reprochó.

- Lo sé, pero Amelia puede tener a la chica que ella quiera, lo mismo ni se acuerda de mí...

- Si no se acordará de ti no te hubiera mirado de esa manera, ni se pondría celosa por Sebas.

- No lo sé, Lourdes – dije triste.

- Por cierto, ¿has hablado con él?

- No, y es lo que menos quiero en estos momentos, te lo puedo asegurar.

- Deberías cortar lo que sea que tienes con él – me aconsejó Lourdes.

- Y lo voy a hacer. Ya estoy cansada de tanto pensar y darle vueltas a las cosas, ahora voy a actuar – dije con seguridad.

- Wow, para máquina – las dos nos reímos

Lourdes tenía clases de baile así que me iría sola a casa. Iba rezando por encontrarme con Amelia de nuevo en el tren, aunque solo fuera para verla un segundo, pero no pasó. Llegué a casa y me fui a mi habitación, cogí la guitarra y me puse a tocar. Necesitaba despejar la cabeza y desahogarme un rato. Tocar era mi válvula de escape.

Choque de trenes || LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora