Capítulo 7

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Naruto alzó la cara, buscando y encontrando la de Sasuke, fija en la de él.

Levantó la barbilla, sostenida por ese orgullo que lució por conservar

- ¿Es mi hijo, Naruto? -le preguntó.

No replicó, no podía. La verdad se le atoró en la garganta. Todo lo que pasaba era su culpa. Nunca debió irse de allí hacía diez años. Jamás debió permitir que esos malditos Uchihas los intimidaran a él y a su madre. Y ni siquiera debió pensar en abandonar la cabecera de la enferma cuando sabía que no estaba preparado para esa separación.

Las lágrimas le nublaron la vista y la culpa le pasó sobre, los hombros. Gaara y Sai cuidaban bien a Menma, no le pasaría nada.

Era Sasuke quien lo alejaba del hospital, aceptó con amargura. Sasuke la fuerza de su atracción.

-Mira... -se le acercó, sin tocarlo-, hoy ya no podemos ayudarla. Volvamos a casa antes de que se desate la tormenta.

A casa... la frase no le inspiraba nada agradable. Su casa quedaba a varios cientos de kilómetros de distancia, en un sector industrial.

Cruzo el cuarto, recogió sus pertenencias y contempló por última vez a su madre, antes de inclinarse para besarle la mejilla.

-Te quiero mucho, mamá -susurró, luego se enderezó, con la cara cubierta por una máscara de frialdad, para después seguir a Sasuke hasta e ascensor.

Sasuke tenía razón. Empezaba a nevar y eso lo tranquilizó. Significaba que él tendría que concentrarse en el camino resbaloso y no lo interrogaría.

Una vez dentro de la mansión, Naruto se dirigió a las escaleras esperando escapar a su cuarto antes que Sasuke entrara en la casa. Pero no tuvo esa oportunidad

-No tan rápido -la advirtió y el, con un suspiro de derrota volvió para mirarlo-


En el estudio -le indicó y, sin otras palabras lo obedeció. Se quitó el abrigo y se sentó, inclinándose hacia adelante para calentarse las el fuego de la chimenea.

Sasuke lo siguió, también se quitó su grueso abrigo y lo echó sobre una silla.

- ¿Es mi hijo? -repitió la pregunta que él no contestó en el hospital.

-Según la mayoría de las personas, no -soltó una carcajada horrible, recordando esas terribles acusaciones, los desafíos humillantes acerca de si podía determinar de quién era el hijo que llevaba en el vientre; la rabia; la hostilidad, la desconcertante confusión de lo que le sucedía... Volvió a vivir el dolor del rechazo, el miedo paralizador de no saber a dónde ir, cómo lograría mantenerse a la edad de dieciséis años, con un bebé y sin nadie a quien le importara si estaba sano o sí se moría.

-No fue eso lo que te pregunté -lo atajó, con la ira centelleando en los ojos negros-. Trato de averiguar si tú y yo tenemos un hijo del que no sé ni media palabra.

-No, no tienes un hijo del que no sabes ni media palabra -se rió de nuevo y otra vez la risa sonó falsa-. Aunque tengas un hijo cuya existencia alguna vez conociste y del cual quisiste deshacerte en nombre del orgullo familiar -se burló, sarcástico. .

El lado oscuro del deseo (sasunaru)Where stories live. Discover now