Capítulo 5

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Naruto hubiera deseado bañarse para borrar el olor del tren y del hospital, pero no tenía tiempo. Se quitó el vestido y se lavó ante el espejo del baño. Al secarse la cara, comprobó que el cansancio le ensombrecía las pupilas y que sus labios todavía latían: por el cruel beso que recibieron de Sasuke.

No debía quedarse allí. Todos sus instintos le advertían que huyera antes que la paz que construyera con mil trabajos, se desmoronara y desapareciera.

Se quitó las horquillas del cabello, se lo cepilló con vigor y decidió dejarlo suelto, sin ganas de rehacer el moño En su casa no se preocupaba mucho por su apariencia. Se vestía de manera informal, con vestidos que el mismo cosía... Así aprendió su oficio, del modo más difícil, por la necesidad imperiosa de mantenerse.

Encontrar a Gaara le pareció un milagro. Le sugirió que cosiera para otras personas.

-Conozco mujeres y donceles que matarían por un traje como ese -le indicó, revisando el vestido de algodón que Naruto tenía con obvia envidia. Lo hizo de una tela barata que compró en el mercado y lo cosió en una vieja máquina que descubrió en el sótano del pequeño apartamento que alquilaba.

De allí en adelante todo marchó sobre ruedas. Consiguió una maquina industrial y su progreso lo marcó el número de prendas que le ordenaban, después de que Gaara enseñó su vestido a sus amigos que trabajaban en un inmenso edificio de oficinas.

Cuando al fin su confianza creció, impulsada por la sed de admiración de sus clientes, se arriesgó a diseñar sus propios modelos haciendo los vestidos con telas de mejor calidad. Al cabo de un año tuvo que emplear a otra costurera para seguir surtiendo los pedidos, una chica a la que entrenó con paciencia y comprensión pues el mismo pasó por las tribulaciones de aprender el oficio desde un principio, sin ayuda.

Su lista de clientes aumentó por las recomendaciones que esparcían y Gaara se mostró tan entusiasta ante la idea de establecer un negocio, que sugirió comprar mejores y más sofisticadas máquinas de coser. Dejó su trabajo de secretario y se convirtió en el socio de Naruto, ayudándole a administrar la pequeña empresa que nacía. Afuera en el patio trasero de la fábrica, Menma jugaba con los hijos de las costureras, que confeccionaban los diseños de su papi.

El nunca titubeó, jamás lo preocupó por qué o cómo había triunfado, ni si su empresa quebraría en cualquier momento, porque creció poco a poco, a un paso manejable.

Ahora compraba al mayoreo, buscando los mejores precios, manteniendo sus costos bajos para no asustar a los clientes que se mantenían fieles año tras año, y que se volvían amigas, descartando la relación comercial.

Sobre la cama, esperando que se lo pusiera, estaba uno de sus diseños más exclusivos, que resaltaba su delgada figura. Sonrió al contemplarse en el espejo, satisfecho con el corte perfecto del modelo, que le sentaba a la perfección.

Desde luego, admitió, no competía con la elegancia del precioso vestido de Sakura, pero no le quedaba mal. Así que se dirigió hacia la puerta, alzó la barbilla y bajó por la escalera.

Sasuke lo esperaba en el vestíbulo, magnífico en su traje de etiqueta negro que acentuaba lo ancho de sus hombros y los poderosos músculos de las piernas. Al acercarse a ese hombre, notó los cambios del paso de los años, la manera en que se adaptaba a la ropa, con un donaire que no poseía hacía diez años. Además adquirió un refinamiento especial, de la persona nacida para el poder y la riqueza que se revelaba en la Confianza que emanaba. Su brillante intelecto lo estremeció, pues suponía que administraba las compañías de su padre con la misma mano dura con la que Fugaku Uchiha un día llevara las riendas.

Alzó los ojos negros y el corazón de Naru empezó a latir apresurado al estudiar esa mirada, antes que la escondiera bajando los párpados.

-Naciste elegante -murmuró, como si siguiera el hilo de los pensamientos de su invitado.

El lado oscuro del deseo (sasunaru)Where stories live. Discover now