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Minutos más tarde apareció mi madre por el pasillo con una taza de té en la mano y el ceño fruncido, tenía el teléfono en la otra mano y un pijama negro.

Me miraba interrogante, hasta que habló:

— ¿Estabas gritando o fue pura impresión mía?

Fruncí los labios y la miré de arriba abajo.

— ¿En serio lo preguntas, madre? ¿Acaso no me ves?

Le quise decir.

Pero no lo hice.

—No fue nada—me levanté del suelo y respiré hondo para que el huracán en mi cabeza bajara de cinco grados a dos—. La jodida calefacción me tenía harta, es todo.

Regresé a mi habitación sin miedo alguno y como siempre, no encontré nada. No sabía mucho respecto al paradigma de esa persona que, para mi mala suerte, quería perturbarme.

Era muy obvio.

Aparecía de la nada y desaparecía cuando más preguntas se manifestaban dentro de mí.

Me quedé dormida en un santiamén.

Esa noche soñé con mi padre, en la tranquilidad de un valle, rodeados de tulipanes estábamos sentados mientras hablábamos, en mis sueños, se veía igual que la última vez.

El sol brillaba y quemaba mi piel, las nubes parecían algodón de azúcar fundido y pájaros volaban con una libertad que envidiaba. Mi padre era alérgico a la lluvia, la odiaba tanto que en los días lluviosos prefería no salir de casa, su piel se enrojecida cuando las gotas lo rozaban, me había comentado que el agua no era el problema, sino su significado. Le molestaba, pero a mí me fascinaba.

Entre promesas y buenos recuerdos me desperté, estaba lloviendo, las gotas azotaban el techo y el gélido ambiente me hizo acurrucarme en las sábanas. Ya había amanecido, la luz se colaba por la ventana e iluminaba el suelo, pero estaba tan cómoda que no quería levantarme a enfrentar la realidad.

Motivaciones, Vell.

Piénsalo.

Piénsalo.

Piénsalo.

Me estruje los ojos y bostece antes de salir de la habitación. Bajé las escaleras en silencio y cuando llegué a la cocina había una nota pegada en el refrigerador escrita por mi madre.

"Salí temprano a revisar unas cosas.

Posdata: En el microondas te dejé unos panqueques".

Asentí como si ella me estuviera viendo, arrugue la nota, la eche en el bote de la basura y abrí el microondas para sacar el desayuno. Me preparé un té de manzanilla y le agregué miel a los panqueques, luego me engullí todo como si no hubiese un mañana. No podía estar débil.

Cuando terminé de comer fui al cuarto de baño para cepillar mis dientes, pero me quedé estupefacta cuando vi mi reflejo en el espejo.

Me encontraba fatal.

El cabello lo tenía vuelto una maraña de mechones negros, las ojeras se veían más violáceas debajo de mis ojos y no entendía por qué si estaba durmiendo relativamente bien, desde lejos se notaba lo seca que estaba mi piel y ni hablar de mi nariz roja como la de Rodolfo el reno y mis labios agrietados.

Parecía la reencarnación de la niña del aro. Ash, no me daría mala vida por mi apariencia, tome el cepillo de dientes le unte del dentífrico y me lave los dientes sin problema. Apliqué un poco de la pomada para la piel en mi nariz y mejillas, peine mi cabello y lo dejé en una cola de caballo, después volví a encerrarme en la tranquilidad de mi habitación para investigar unas cosas.



Red - [La Orden Sangrienta]Where stories live. Discover now