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—¿Qué tanto le hiciste?—quise saber.

—Solo.... le di una pequeña lección—la diversión en las pupilas dilatadas de Wilre era como ver a un demonio llevando almas al infierno.

—¿Y qué significa pequeña lección para ti?

—Cortarle una oreja, o un dedo como mínimo.

—¡Por satanás!—llevé mis manos a la boca. Ya estábamos en el internado, caminando por el jardín para ser exactos.

—¡Eso! Ya andas invocando a mi tío—si quería agregarle una pizca de gracia al asunto, fracasó, y mi mirada lo dijo todo—. Ya, calma, no le corté nada. Aunque las ganas no faltaron.

—Todavía no me convences.

—¿Y por qué te preocupa el imbécil? Pensé que te había hecho daño en el pasado.

—Lo sé, también sé que merecía esa lección. Solo me preocupo por ti, y por las consecuencias.

—Cálmate, Anny—me sonrió—. Se cuidarme, y no es por ofender, pero lo hago mejor que tú.

—Déjame fingir que no me ofendió—reí—. Puedes dar todas las lecciones que quieras, con tal y no le cortaras el...

Quedé petrificada cuando vi a Kislev. Y no fue precisamente porque el corazón me latiera tan fuerte hasta dejarme sin habla. Eso sucedía solo en las películas taquilleras de romance. Y lamentablemente, no estaba en una.

Ver al chico que siempre tiene un semblante serio y misterioso, convertido en uno totalmente opuesto, y no de forma positiva. Solo significaba una cosa; algo iba mal con él. Y no sé porqué razón cósmica mis alarmas se encendieron. Como un instinto. Preocupación o la misma curiosidad, no lo sé, de alguna manera me puse a pensar enseguida.

Kislev cruzó el jardín ignorando la presencia de todos, deduje que su propia burbuja mental lo aislaba y le impedía ver algo más allá de sus barreras. El rostro del chico tallado por manos bendecidas se encontraba contraído, como si estuviese perdido. Leer su expresión nunca fue tan fácil, a él realmente le pasaba algo.

No lo dudé y le seguí, dejando a Wilre en el jardín con la palabra en la boca. No me importó nada más y fui detrás de él.

Necesitaba saber qué le sucedía.

Quizás no era de mi incumbencia, quizás debía regresar por el camino del bosque y dejarlo en paz. Pero solo era un quizá. Mis ojos simplemente veían su espalda ancha cubierta por una sudadera y mis ansias por verle aumentaban. Rodeados por los grandes árboles mientras la tarde caía para anunciar la noche.

La noche. La oscuridad. Esas exquisitas horas del día donde una parte del mundo se encuentra ensimismado por la luna. Las estrellas trazando figuras hermosas. Y los humanos viviendo su propia locura.

Kislev se detuvo en la pequeña cabaña, seguía dándome la espalda cuando habló:

—Vellty, si quieras hacer algo bueno por este mundo, hazte un favor y lárgate—su tono gélido me hizo dar dos pasos atrás.

Red - [La Orden Sangrienta]Where stories live. Discover now