21

4K 524 53
                                    

- 21 -










Kislev me vió de pies a cabeza, y rió cerrando los ojos y agarrando su estomago por las carcajadas. Comenzó a reír como si yo fuese un payaso, se burlaba de mi compostura, pensando que no seria capaz de hacer algo contra él.

La chica frunció el ceño y rodó los ojos, cansada de tonterías.

¿Qué le causaba tanta gracia a Kislev?

Aproveché el momento de distracción para correr hacia el chico y clavarle el cuchillo en la garganta. Cosa que no salió como esperaba porque caí de bruces golpeando mi pecho. Cerré los ojos por el impacto y cuando los abrí el desconcierto en mi mirada fue notable.

Ya no estaba en el bosque.

Me encontraba en el pasillo principal del internado.

Confusión, era todo lo que cruzaba dentro de mí.

—¡Llegó la hora!—gritaron cuando me levanté del suelo—. ¡Están aquí! ¡Están aquí!

Una ola de personas corría por el lúgubre pasillo.

—¿Danforth?—tocaron mi hombro. Cuando me volteé vi a Nilsen con una sonrisa aterradora—. ¡Es la hora, Danforth!

—¿L-la... hora de qué?

—No te hagas la que no sabes, pequeña fiera—negó—. ¡Solo ven! ¡Ya están aquí!

Jaló de mi brazo y me dejé llevar.

Corríamos por el pasillo colapsado de personas. Solo gritos eufóricos, gente correteando de aquí para allá con semblantes psicópatas y mucha discordia. No entendía lo que pasaba hasta que llegamos al jardín.

—Puedes hacer los honores—murmuró Nilsen.

Mis ojos divisaron la fuente de todos los gritos de emoción: en medio de la nieve que cubría los alrededores, cinco cuerpos desnudos y lastimados, atados de manos y siendo sostenidos por la madera en sus espaldas. Como si estuvieran esperando para ser crucificados.

—¿Q-qué demonios es esto?—mis ojos iban de polo a polo observando cada detalle.

Esas personas pedían misericordia por su vida.

Esas personas no querían estar allí.

Esas personas eran ellos. Eran la orden.

Snyder se encontraba en el medio de todos, y a su lado la mujer que conocí esa noche de los perdidos. Yo los había visto.

—¿Los van a matar?—ya sabia la respuesta, solo quería confirmar.

—Sí—asintió Nilsen a mi lado.

—¿Por qué?—¡qué más daba la razón!

—Porque se lo merecen—respondió una voz conocida.

Era Kislev, esta vez más calmado y serio. Con camisa puesta, y un bidón de gasolina en mano.

—Merecen arder en fuego, agonizar hasta que sus corazones dejen de latir—pronunció otra persona. Hennings.

—¿Entonces?—Kislev se acercó a mí, susurrando en mi oído y poniendo mis vellos de punta—. ¿Harás los honores?

Red - [La Orden Sangrienta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora