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—Si intentas escapar, vas a morir—señalé al sujeto desconocido con la punta del cuchillo—y si te quedas aquí... también morirás. No tienes muchas opciones.

El hombre me miró de arriba abajo sin una pizca de miedo en la mirada.

—¿Y una niñata como tú me va a matar?—bufó.

—Sí, imbécil, una niñata como yo—di dos pasos hacia él—. ¿Acaso me subestimas?

—¿Y tú de verdad te crees que...?

Las palabras quedaron en el aire cuando me lancé sobre el sujeto para empujarle, logrando así desestabilizar su postura firme. Casi me agarra por los brazos para detener mis movimientos, pero fui más rápida y le empujé con fuerza. Cuando cayó al suelo de madera provocó un estruendoso sonido que resonó en mis oídos.

¿Dónde demonios estaba Kislev?, pensé cuando recordé que estábamos en la cabaña.

Sin embargo, aparté los pensamientos y me centré en el desconocido.

Me situe a horcajadas de él cuando le vi moverse para tomar el control de la situación, luego clavé el filoso cuchillo de plata en su cuerpo, el cual con facilidad se deslizó por la piel de su estómago mientras un grito ahogado emergía de su garganta. Debía ser doloroso, pero sumamente exquisito. El desconocido trató quitarme de encima, pero no pudo. Hizo una mueca en los labios e intentó sujetar mis muñecas, pero enterré el cuchillo más profundo.

—Eres una–

—Ssh—saqué el cuchillo de forma brusca y la cara del hombre se contrajo—. ¿Qué estabas haciendo aquí?

No respondió.

—¡¿Qué carajos hacías aquí?!—grité.

—La... in... ya...

—No va a responder en ese estado—escuché la voz de Kislev a mis espaldas.

—¿Y tú dónde estabas?—me levanté para llegar a él  y abrazarle.

—En la cama, desnudo, como me dejaste—sonrió de forma diabólica y me dio un apretón en la cadera.

—Mmh—murmuré y alcé la mirada.

—¿De dónde salió este?—señaló al desconocido que seguía retorciéndose en el suelo.

—Lo mismo quiero saber.

Resulta que, mientras dormía en la comodidad de los brazos de Kislev, escuché un ruido. Al principio lo dejé pasar porque podía ser cualquier cosa insignificante de fuera, pero luego oí las pisadas y no dudé en salir con un cuchillo en la mano. Lo primero que vi cuando crucé la puerta de la habitación fue una sombra, luego esa sombra se hizo más intensa y visualicé el cuerpo completo de un hombre. Un desconocido.

—¿Que fue lo primero que te dijo?—preguntó Kislev.

—Que yo era una niñata, pensó que no lo mataría.

—Pero lo hiciste—asentí—, y te veías muy sexy haciéndolo.

—¡Kislev!—golpeé su pecho.

Red - [La Orden Sangrienta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora