14. El encuentro

155 10 0
                                    

Estaba sentada en la cama, acariciándome la mano que tenía herida, cubierta por una venda. Era de noche. Todo estaba en silencio. Un silencio profundo. Sumado con la oscuridad abismal de la noche, la situación era insoportable. 

Sentía que se me quedaba allí, parada, sentada en aquella cama, llegaría a la locura. Así que salí en busca de alguien con quien hablar. 

Aquí no tenía ningún amigo. Siempre me mostraba distante. Con todos, menos con una persona:

Jas.  

Fui a buscarla al hospital. No se oía ni un solo ruido, tan solo unas pisadas por los suelos de mármol del hospital. 

— ¡Christian! ¿Estás bien? ¿Te pasa algo? — la voz de Jas sonaba preocupada por mí, y sus pasos se aceleraban para acercarse a la puerta, donde estaba yo. 

— No me pasa nada, gracias por preguntar — la tranquilicé — Solo es que la noche es insoportable aquí. 

— Pero la gente solo viene al hospital cuando está enferma... — empezó a hablar Jas, hasta que la interrumpí:

— No podía dormir, ni tranquilizarme, ni hacer nada para entretenerme... No podía quitarme el miedo que tengo dentro. Necesitaba alguien con quien hablar. 

— Los guerreros como tú no tienen miedo de nada — respondió Jas — Sois valientes y fuertes. Y aunque estén a punto de venceros, nunca perdéis la esperanza. 

Su voz mostraba admiración, como si añorase ser uno de nosotros. 

— Todos tenemos miedo de algo — contesté.

— Y tú, ¿de qué tienes miedo? — me preguntó, con curiosidad.

¿De qué tenía miedo? Lo único que me aterra, que me hace temblar y llegar hasta la desesperación es que algo malo le pasase a mi familia. 

Pero tan solo contesté:

— Ahora mismo, tengo miedo de todo.

Jas y yo estuvimos un buen rato hablando. Su compañía era agradable, y estaba haciendo que olvidase todos los problemas que tenía.

Menos uno.

— Tal vez, mañana esté muerto — empecé a hablar, bajando la cabeza y el tono de voz.

— ¿Por qué dices eso, Christian? — su voz parecía preocupada, e incluso temblorosa. 

— Tengo que luchar en "El Ocaso" — contesté con rapidez.

— Lo harás bien — puso su mano en mi hombro.

— Todos me decís lo mismo — hablaba mientras enlazaba mis dedos — Pero, ¿cómo podéis parecer todos tan tranquilos? ¡Es una batalla a muerte! ¿Acaso sabéis lo que significa eso? Habláis como si perder a alguien tuviese poca importancia. Yo he perdido a toda mi familia. Lo único que me queda ahora mismo soy yo. 

— Aquí todos somos fríos como el hielo. Que alguien muera, ya nos da igual. Total, uno menos... No tememos perder, pues ya lo hemos perdido todo. No tememos quedarnos solos, pues ya lo estamos. — Tras una larga pausa, continuó hablando — Yo jamás he conocido lo que es el calor del refugio de una familia. Ni lo que es el abrazo de un padre, ni el beso de una madre... Mis padres me abandonaron al nacer, aquí. Mi vida es esta. Mi familia es este maldito lugar.

Jamás pensé que Jas hubiera tenido un destino tan triste.

Empezamos a entablar una profunda conversación. Yo le hablé de la trágica muerte de mi padre, aunque evité contar lo de mi madre y mi hermano. Ella me contó cómo había sido su vida en la asociación, viendo muertes cada día, curando heridas sin cesar. 

El OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora