18. Te quiero

117 7 2
                                    

— Lo siento, de verdad. No podía aguantar más esto que siento dentro de mí. No me importa decirlo: te quiero. Cuando te conocí parecías un chico endeble, como una rama fina de un árbol que se puede romper sin apenas esfuerzo. Pero con el tiempo demostraste tu fortaleza. Nos diste una lección. Nos enseñaste que no hacía falta ver para ser fuerte y luchar. Por eso te admiro tanto — Thomas hablaba conmigo mientras me sujetaba las manos. 

Mi rostro se quedó paralizado y mi cabeza cabizbaja. Tan solo pude acertar a decir: 

— No podemos, Thomas. 

— ¿Por qué no? — a veces, su voz se cortaba — No me respondas que nos llevamos nueve años de diferencia, ni que los dos somos hombres. Sé que nos pueden matar por estar juntos. Todo es culpa de esta sociedad, de nuestro gobierno machista y homófobo, que no soporto. Pero, no pasa nada. Lo llevaremos en secreto, nadie se enterará de lo nuestro. Lo prometo. Dame una oportunidad, por favor.

— No sabes quién soy en realidad — le respondí, soltando mis manos de las suyas.

— Sé quién eres. Te llamas Christian Brown. Tienes dieciséis años. Luchas como si pudieras ver. Llevamos unas semanas reuniéndonos aquí cada noche, hablando sobre nuestras vidas. Conociéndonos. No me digas que no sé quién eres — me contó Thomas. 

— Conoces una mínima parte de mí. Pero desconoces mi verdadera identidad — le contesté. Quería acabar con esto de una vez. 

Mi corazón latía fuerte. Estaba a punto de confesarle dos verdades: La primera: que en realidad no era un hombre, sino una mujer; y la segunda: que sus sentimientos eran correspondidos. 

Pero tenía miedo de que todo esto afectase a mi vida como guerrero, e incluso a la mía propia. No tenía miedo a la muerte, tenía miedo a la muerte de mi hermano. Tenía que salvarlo. Pero no podía retener esto que sentía por Thomas. Ya había sido demasiado.

— No soy Christian Brown, sino Christine Brown. Mi nombre masculino lo tomé de un gran guerrero que murió en combate, mi padre. Se llevaron a mi madre y a mi hermano. Puede que a mi hermano lo condenen en muerte. Me hice pasar por un hombre para luchar y llegar a las Tres Grandes Tribus, y así poder salvar a mi familia. Ya no podía ocultarte la verdad. Así como tampoco puedo ocultar lo que siento por ti. Es demasiado fuerte. Pero eres como una trampa mortal para mí. Eres el peligro. Me distraes, me desvelas. Eres mi perdición. No puedo arriesgarme. No más de lo que ya lo estoy haciendo — le revelé la verdad y, lentamente, caminé para volver a recostarme en el césped y dormir.

De repente, noté cómo algo me agarraba de la muñeca y tiraba hacia atrás de mí. Sentí cómo unas manos se posaban en mi cintura y unos labios rozaban los míos, lentamente, concluyendo en un beso intenso, interminable.

— Así quería veros yo — nos interrumpió una voz, que hizo que nos separáramos.

— ¿Qué haces aquí, Ben? — preguntó Thomas a la voz, poniéndose a la defensiva. 

— Vine a pasear por aquí, por el bosque. Y os oí hablando. Me acerqué y os he encontrado aquí, muy cariñosos — contestó Ben. Parecía que nos estaba recriminando algo.

— ¿Qué quieres? ¿Por qué no nos has dejado? — pregunté, inquieta.

— Entregaros. Sabéis que no está permitido esto — nos ordenó Ben. 

— No estamos haciendo nada malo. No hay nada malo en que dos personas se quieran — confesó Thomas — Además, no es lo que parece.

— ¡No! ¡Os he visto besándoos! Claro que no es lo que parece — exclamaba Ben, con sarcasmo. 

— Me refiero a que Christian no es quien parece — le explicó Thomas.

El OcasoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum