16. Monstruos con corazón

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Me senté sobre la arena del campo de entrenamiento, con las manos sujetando mi cabeza. Se suponía que tendría que estar entrenando, manejando las armas, pero después de lo que pasó en el anterior combate de "El Ocaso", no tenía el valor.

Ben y Thomas, y puede que alguno más de los guerreros, estaban a mi alrededor, intentando que me calmase.

Llevaba así toda la noche. El shock todavía perduraba. Aún podía sentir los gritos de mi contrincante pidiendo compasión, la lanza clavada en su cuerpo inerte, la sangre que brotaba de sus heridas, la valentía que dicen que demostré... Sin embargo me siento tan cobarde...

Matar para sobrevivir. A mí eso me parece tan despreciable...

— Es una muerte más. Uno de vosotros dos tenía que morir: o él o tú. Y menos mal que no has sido tú. Los Mercenarios no nos podemos tomar la libertad de perder más miembros. — Ben me intentaba calmar, apoyando su mano en mi hombro. 

—No sabía que tuviese tanta sangre fría, tanto hielo en mi interior... — todavía estaba petrificada ante lo que pasó. 

— No fue una de las batallas más violentas que he visto... — empezó a hablar Thomas. 

— ¿En serio? ¡Le corté el cuello y luego le clavé una lanza en el corazón! ¡A una persona, como tú o como yo! Y lo más perverso de todo es que lo hice adrede para que pudiera sentirlo todo. Para que pudiera darse cuenta de que su vida se destruía a impactos de lanza — lo interrumpí. Me siento miserable.

— En un combate vi cómo un guerrero le cortaba la cabeza a otro. Lo peor de todo fue que el decapitado era de los nuestros — retomó la conversación. 

Eso era peor que lo que hice yo. Temblaba al imaginarlo. Aunque eso no me consuela. Me sigo sintiendo igual de miserable. 

— Necesito un respiro. No me siento con fuerzas para volver a empuñar un arma — confesé, mostrando mi debilidad.

— Tienes que hacerlo, no hay alternativa. Matt te obligará. — me presionó Ben.

— Me da igual — grité con brusquedad — No pienso entrenar así. No de este modo. 

Todos se fueron, dejándome sola. Por fin, comprendieron lo que quería. 

Me quedé allí, quieta, sumergida en mis pensamientos, cuando sentí que alguen me abrazaba. Yo me dejé llevar sin saber quién era. 

— Nos podéis dejar solos, ¿por favor? — les rogó a los demás Jas. 

Pude oír los pasos de los demás retirándose de allí. Cuando dejé de escucharlos, empecé a hablar con Jas:

— No quería que trajeran a nadie — giré la cabeza, evitando a Jas.

— ¿Ni siquiera a mí? — dijo, decepcionada — ¿No te hace sentir que yo esté aquí, contigo? 

— No es eso. Lo siento. Hoy siento que lo hago todo mal — bajé mi cabeza, y una pequeña lágrima corría por mi rostro — Soy un monstruo. 

No entiendo por qué estaba expresándome así con Jas. Pero ella me daba confianza. Sentía que me comprendía y que podía contarle lo que fuera. Aunque no todo se puede confiar a alguien. 

— Todos somos monstruos aquí. Unos más que otros. Pero todos lo somos — me dijo Jas. 

— Tú no. Tú no has matado a nadie — miraba al suelo, 

— Pero lo he pensado o he deseado. Eso me convierte en alguien ruin — confesó. 

— Yo soy más monstruo que tú — seguía cabizbaja — Yo mato con las armas y con el pensamiento a la vez.

El OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora