11. Algo inesperado

130 16 1
                                    

Tras oír aquella voz, volví sobre mis pasos. Aquella voz no era tan desconocida para mí. Era la voz del mismo hombre que me condujo hasta aquí. 

Decidí acudir corriendo hacia el lugar de donde procedía su voz. Estaba llena de curiosidad por lo que me quería comunicar. 

Quería darme prisa, su voz parecía querer decirme algo importante. 

Cuando llegué a la parte central de la Sede, Matt me dio un golpe en la espalda para que me girara hacia donde estaba él. 

— Pero, ¿qué te pasa, muchacho? — me preguntó porque no reaccioné, aunque él estuviera delante de mí. 

— Soy ciego — bajé mi cabeza, como si me avergonzara de ello. 

Matt soltó un fuerte soplido de aire cuando dije aquellas palabras. 

— No sé si estaré haciendo lo correcto pero, pasa — abrió una puerta y me condujo al interior de su departamento. 

¿Qué querría decir con eso? 

Una vez dentro, me invitó a que me sentara en una silla que estaba enfrente de su escritorio. 

Matt deslizó su silla para sentarse, arrastrando las patas por el suelo. Esto provocó un sonido insoportable. 

 Se sentó en frente de mí para empezar a hablarme.

— Te he detenido a tiempo — emitió una risa pícara. 

— Estaba a punto de irme. Ayer me dijo que no me podía quedar porque era menor de dieciocho años. ¿Qué le ha hecho cambiar de opinión? — pregunté con curiosidad.

— Siempre se puede hacer una excepción — volvió a sonreír igual que antes — Sentí que no podía dejar escapar a un muchacho que luche tan bien como lo haces tú, con tu edad... Creo que podríamos sacarte mucho partido aquí, mejorar tu forma de luchar, darte prestigio. 

Remarcó lo último. ¿Por qué a todos los hombres les importa el prestigio? A mí lo único que me importa es salvar a mi familia.

Es por lo único que lucho. 

Es por lo único que estoy aquí. 

— Y quieres que entre a formar parte de Los Mercenarios, ¿verdad? — quise asegurarme.

— Es lo que querías tú desde el principio, ¿no es asi? — hizo que recordase todo lo que me dijo Norbert, lo que me contó sobre ellos. Y lo que debía hacer.

— Exacto — asentí.

— ¿Desde cuándo eres ciego? — preguntó, invadido por la curiosidad.

— Desde siempre. Nací ciego — respondí rápidamente.

— Y, ¿desde cuándo luchas? O, ¿cómo luchas? — preguntó, incrédulo — Es que me resulta imposible cómo un muchacho ciego puede luchar con la destreza con la que tú lo haces. 

— Llevo luchando más de media vida. Y me enseñaron a orientarme con los demás sentidos. Que no pueda ver no significa que sea el fin del mundo. Solo hay que dejar que los demás sentidos sean tus ojos — le expliqué. 

— Increíble — solo pudo decir eso. Increíble. 

— Y a partir de ahora, ¿qué deberé hacer? — decidí informarme.

— Tan solo una cosa: Luchar, luchar y luchar — insistió — Pero recuerda: estás sometido a prueba. Si vemos que no eres lo demasiado bueno, te echaremos sin pensarlo. 

Asentí.

Estaría dispuesta a dar lo mejor de mí para permanecer con Los Mercenarios. Necesitaba formar parte de la asociación para salvar a mi familia, tal y como me dijo Norbert.

— Te volverás a quedar aquí a dormir. Se te asignará un departamento, como a todos los guerreros que se alojan aquí — empezó a explicarme — Mañana sé puntual. Será un día muy ajetreado para ti. Y muy importante.

— ¿Puntual? ¿Para qué? — pregunté, extrañada.

— Mañana será tu Ritual de Iniciación — me informó Matt. 

  

El OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora