C a p í t u l o C u a r e n t a Y D o s

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Carlee Ainsworth.
 
[Febrero 03, 2018]
 
 
Por favor, no.
 
Soy consciente de las palabras saliendo de mi boca; de la fría capa de sudor que rueda en mi frente, en mi pecho y en mi espalda; de los espasmos que me hacen sacudir; pero principalmente, soy consciente del jodido recuerdo, pesadilla, o maldito sueño del que no puedo despertar.
 
"Ya era hora"
 
No, no, por favor, no.
 
"Eres una molestia, una verdadera molestia"
 
Lo siento. Déjame en paz.
 
Mi pecho sube y baja en pesadas respiraciones, es tan brusco el movimiento, que un dolor comienza a extenderse desde mi pecho hasta la parte baja de mis costillas, justo donde aún estoy en recuperación después de mi accidente. Vuelvo a intentar abrir los ojos, pero no tengo éxito, por el contrario, cada sensación aumenta en mi sistema sin control.
 
Agobiante.
 
Quiero hacer reaccionar a mi cuerpo de este engaño, en medio de la angustia quiero convencerme de que es una mentira; pero no es tan sencillo cuando mi cerebro es el culpable y fabricante de esta vil mentira.
 
"Y finalmente, estoy aquí..."
 
—¡No! —aprieto las manos a mis costados—. ¡Por favor, no, no, no!
 
La garganta me arde con el grito que siento real, pero que aún no es suficiente para sacarme de la pesadilla.
 
"Eres una malagradecida"
 
—¡No más! ¡No lo quiero más, por favor!
 
Mis padres están al inicio del pasillo, y yo soy incapaz de retener el sollozo que sólo es el comienzo de mi incontrolable llanto. Decido que no me importa si ellos me escuchan, o si se enteran de la pesadilla que estoy viviendo, porque estoy abrumada, desubicada tan fuera de mí que llego al punto de no reconocer el panorama de mi dormitorio.
 
Estoy reviviendo el dolor más agonizante que pude experimentar, junto a cada amarga sensación que desgraciadamente mi cuerpo conoce.
 
—¿Por qué? —caigo en seco sobre el suelo—. No debiste... no tenías por qué, ¡No tenías razones!
 
"Es tu culpa"
 
—¡No lo es! —escucho el pomo de la puerta abrirse,  pero no puedo prestarle atención—. ¡No es mi culpa!  
 
Lo buscaste.
 
—¡No, te juro que no es así!
 
—Carlee, Carlee, mi amor...
 
Siento unas fuertes manos intentar sujetarme de la muñeca, pero me aparto bruscamente.
 
—No te acerques... por favor, aléjate —el balbuceo me sale trémulo—. No te hice nada, ¡No te hice daño!  
 
—Carlee, ¡soy yo! —retrocedo hasta que mi cuerpo impacta con algo, esas manos hacen el intento de tomarme del rostro hasta que tienen éxito y me obligan a verlo—. Cariño, abre los ojos, soy yo, soy... soy papá.
 
Me toma un segundo hacer lo que me pide y poder verle... aún estoy aturdida, aterrorizada, desorientada, pero esos ojos miel son lo suficientemente reconocibles para arrastrarme a la realidad. Entonces, lloro aún más, con mis manos sobre mis rodillas retraídas.
 
—No fue mi... mi culpa —sollozo—. No les hice daño, yo no les hice nada... ¿Por qué me culpa, papá?
 
A pesar de mi visión nublada, soy capaz de reconocer la humedad en sus propios ojos. Esta vez no me resisto cuando jala de mí hacía su cuerpo, pegando mi pecho a su espalda y abrazándome como si temiera que pudiera desvanecerme en cualquier momento.
 
—No fue tu culpa —su voz suena tan rota, que por un instante quiero alejarme y hacerle creer que esto no es nada, que estoy bien, que no debe preocuparse; no obstante, las fuerzas me fallan y no tengo otra opción que llorar entre sus brazos—. Te hicieron daño, y no eres la responsable.
 
En medio de mi desespero, logro ver a Jenn de pie en la entrada, abrazándose a sí misma, con la expresión de horror y dolor en los ojos. ¿Qué he hecho?
 
—Perdónenme —murmuro, inaudible para ambos—. Lo siento, pero yo... no quiero seguir viviendo así, no puedo.  
 
El agarre de Jackson se hace más fuerte, buscando darme consuelo, tal vez aliviar mi dolor. Me aferro a sus brazos como si realmente dependiera de ello, y lloro hasta que el ardor desaparezca, o al menos hasta que me canse de hacerlo, porque no voy a negarlo más: hay una herida abierta.
 
                * * * *
 
—Necesito comprobar que no haya ningún daño en tus heridas del accidente, ¿de acuerdo?
 
No digo nada. Únicamente asiento, acostándome de forma en la que el doctor Lennon me indica sobre mi cama: brazos a los costados, vista en el techo, espalda recta y respirando con regularidad.
 
—¿Te duele aquí?
 
Sus manos hacen presión suave en la parte baja de mi abdomen, a unos centímetros de dónde aún está sanando los puntos.
 
—Un poco —cierro los ojos—. Aumentó desde ayer.
 
—De acuerdo.
 
Espero por un respuesta más específica, algo que me diga si terminé de cagarla, pero sólo lo veo darle una mirada junto a un asentimiento a mis padres en una esquina de mi habitación. Del otro lado, junto a mí cama, está Davy. No sé en qué momento llegó, o quién le avisó, pero está y aún con el pijama, únicamente con el teléfono en mano, como si hubiese salido de la casa en cuanto recibió una llamada. Así medio dormido, descalzo y desaliñado.
 
—Eso es todo. Te recomiendo estar en reposo todo el fin de semana, Carlee, si haces esfuerzos podrías tener una descompensación, o abrir los puntos, lo que sería muy doloroso —me brinda una sonrisa amable que apenas puedo devolver—. Sé que no quieres volver a la clínica, así que por favor, mucho cuidado.
 
Asiento para confirmar que lo escuché. Después de despedirse, lo veo salir por mi puerta, con Jenn y Jackson detrás suyo. Una mirada, eso es lo único que recibo antes de verlo cerrar.
 
—Maldita sea —mascullo, cubriéndome el rostro.
 
Todavía me siento tan... abrumada.
 
—Carlee, ¿qué pasa?
 
La voz preocupada de Davy me hace negar con rapidez.
 
—No es nada, sólo... —trago—, necesito un minuto.
 
—Escucha, no sé...
 
—No quiero hablar ahora —lo detengo sabiendo sus intenciones—. Conservó las pesadillas, ¿de acuerdo? Antes no eran frecuentes, estaban y luego no, pero ahora... no se van, desde le accidente no se han ido —eso hace que se tense—. Pero no quiero escuchar nada de ello en este momento.
 
Se queda repentinamente callado; de hecho, dudo incluso si contiene la respiración, o si sigue allí por lo silencio que se torna el ambiente. Demonios. Inhalo hondamente, clamando por paciencia a las fuerzas divinas, y alivio a los dolores físicos.
 
—Lo lamento, Davy —murmuro, ladeando el rostro para verlo—. No debí ser tan tajante, perdóname.
 
—No, no, está bien —duda, pero acaba por romper la distancia y sentarse en el extremo de mi cama—. Fui muy imprudente y estúpido. Me dejé llevar por la preocupación.
 
Asiento sin saber cómo responderle a eso, porque verdaderamente no quiero hablar.
 
Me acomodo sobre la cama, siendo cuidadosa, hasta que estoy en posición fetal. Abrazo mi almohada decorativa dónde se puede leer una estúpida frase emocional que sólo sirve para eso: decorar. Cierro los ojos, y las imágenes no tardan en aparecer. Todo se sintió tan real, desde las se sensaciones, las palabras... reviví las emociones y, maldita sea, empieza a darme náuseas.
 
—No me gusta sentir que estoy lastimando a mis padres. Ellos no lo merecen —sin siquiera darme cuenta, le estoy confesando—. No quiero seguir decepcionando a las personas que amo.
 
No abro los ojos. Las imágenes tortuosas de mi cabeza desaparecen en el momento  en que un lado de mi cama se hunde, unos brazos grandes y fuertes me rodean la cintura, y me jala hasta  que mi espalda está contra su pecho es un evidente mensaje de "aquí estoy".
 
—Cariño —su mano se entrelaza con la mía, siento su aliento golpearme la mejilla—, no sé qué decirte...
 
Aprieto el agarre de su mano, sin emitir sonido alguno.
 
Muy en el fondo, cuando nos sentimos derrotados, solemos esperar palabras de consuelo. Yo las espero. Sin embargo, las personas tienen el derecho a no saber qué decir, después de todo sólo son eso, somos sólo eso: personas.
 
—Está bien —me acurruco contra su pecho—, está bien.
 
—Quiero ayudarte.
 
—Lo estás haciendo, en serio. No me dejes sola.
 
En realidad, sé que no tengo la necesidad de pedírselo. Davy siempre ha estado para mí, y sé que lo seguirá estando.
 
Durante las siguientes horas, sólo somos Davy y yo ignorando al resto del mundo. Él permanece pegado a mí como si de una sanguijuela se tratara. Tomamos el desayuno en la cama, y después de eso nos quedamos dormidos de la manera más extraña. Incluso, él me acompaña a tomar una ducha; yo en la regadera, y él parloteando desde el sanitario.
 
Raro, pero así es Davy.
 
Permanezco inquieta el resto del día. Jenn y Jackson hacen apariciones breves, uno a la vez, solamente para decir unas cuantas palabras, a las que respondo con unas cuantas más. Kaiya luce confusa por el ambiente de tensión que nos rodea a todos, como una densa capa en el aire que es inevitable notar. Es una suerte que haya escuchado nada de lo que sucedió.
 
En este momento, me encuentro junto a Davy con la mirada fija en la pantalla de mi laptop. En su torpe pero lindo intento de entretenerme, abrió Netflix  y propuso ver una rara película coreana que le recomendó Casper, de la cual no entiendo mucho porque le pareció más divertido verla en idioma original y, si soy honesta, dejé de leer los subtítulos hace diez minutos.
 
Tienes un nuevo mensaje de: Niño bonito.
 
Me remuevo en cuanto recibo la notificación, lo ignoro y vuelvo a la película. Tal vez Davy lo nota, porque está jugueteando con las manos y preguntando:
 
—¿Qué no vas a contestar?
 
—Después, estamos viendo una película —me limito a responder.
 
—Pero lleva todo el día escribiéndote, y sólo te he visto responder tres veces con frases que no tiene más de cinco palabras —hace notar—. Vamos, Car, es Colin, no le hagas eso al chiquillo que no puede vivir sin ti.
 
Me tenso involuntariamente cuando dice esas últimas palabras.
 
Colin...
 
Santo Dios, pensar en él es me duele y aún no comprendo por qué. Quiero decir, pensar en mis padres y Kaiya sufriendo por mí culpa, duele; pensar en Davy sufriendo por mí, también lo hace; pero luego están estos sentimientos por Colin. Es amor, estoy segura. No obstante, las reacciones sentimentales que lo relacionan a él, me duelen de manera distinta.
 
—¿Carlee?
 
—No sé que hacer, no sé cómo me siento, no sé por qué lo siento... no sé nada —me cubro el rostro con las piernas retraídas al nivel del pecho—. Davy, no tengo idea de qué decirle. Sé que, por alguna razón, él me quiere, y yo no quiero arruinarlo, porque también lo quiero. No me gustaría que mi caos destroce lo que tenemos.
 
Eso lleva en mi cabeza rondando unos días porque, con Colin todo es tan indescriptible, verdadero, real y emocional, que cada vez que pienso en las cosas que no puedo contarle, me sacude una molesta sensación de culpa y miedo. Porque si, miedo es lo único que he sentido.
 
—Escúchame con atención —se arrastra hasta mí, de frente—. Este chico te quiere, ¿de acuerdo? Sé que dijimos lo contrario hace una semana, pero las cosas ahora son distintas; te ama y por dios que soy testigo de ello, por la manera en la que te mira como si fueras... como si fueras su jodido mundo.
 
—Estás...
 
—No, no estoy exagerando —me corta—. Mira, no hagas una locura, ¿si? Te lo digo porque sé cómo eres cuando sientes que todo cae a tu alrededor. Pero óyeme bien: no vas a hacer nada en contra de tu relación, porque no eres Carlee Buller, la niña que no tuvo una vida difícil hace siete años. Ahora eres una Ainsworth, ¡Mi Carlee Ainsworth! Una chica distinta, una que da amor y recibe el mismo de muchas personas y, ¿sabes qué? Colin es de esas personas.
 
Tengo que hacer un esfuerzo enorme para retener las lágrimas que nublan mi vista. Demonios. Todos merecemos a ese amigo que no teme darte unas cuantas bofetadas con las verdades. Ese es Davy, el sujeto que siempre sabe qué decir, la persona más desastrosa y arrasante, pero que al mismo tiempo puede ser sensato y maduro. Ese es mí Davy, la persona que no teme encontrarse con cada parte de mi.
 
—No sé tomar buenas decisiones, Davy —murmuro, y con la voz tontamente quebrada, agrego—: Pero lo amo, y no quiero perderlo.
 
—No lo perderás —me reconforta con un apretón en el hombro—. Él no huirá, Carlee, no te dejará por un pasado. Colin es mejor que eso, y ve en ti mucho más que una historia.
 
No me contengo más. Prácticamente salto sobre él hasta que lo puedo abrazarlo por completo. Voy a culpar al revoltijo de emociones cuando me le río en la cara, con lágrimas. Si, me aterra que lo que tengo con Colin se afecté con lo que está sucediendo en este momento. Pero si, también quiero creer en las palabras de Davy. Quiero ser esa persona fuerte que todos dicen que soy, la que se enfrenta a las situaciones con la cabeza en alto. La chica que después de haber pasado por tanta mierda, hoy está aquí, siendo quien siempre debió ser, que aún con sus grietas, conserva un corazón joven.
 
* * * *
 
   Me mordisqueo la uña del pulgar, sin saber cómo responder a ese último mensaje.
 
Verás, después de terminar la película coreana, decidí que le iba a responder los quince mensajes a Colin. Cuando leí el primero, mí corazón empezó a latir con fuerza, y no disminuyó con cada uno que fui leyendo. En todos expresó su preocupación e inquietud . Sé que me conoce lo suficientemente bien para saber que algo sucedió; sin embargo, es prudente al continuar con una conversación ligera.
 
Hablar con él me hace sentir mejor, porque ese es el efecto que tiene en mí: lo mejora todo.
 
Finalmente, no lo evado más y le doy una respuesta simple sin tantos detalles, sé que es algo de lo que hablaremos después, porque confío en Colin tanto como en Davy, pero no vale la pena inquietarle más. Habrá otra oportunidad, que no sea por una pantalla.
 
—Le dije que no... pero lanzó el queso —dirijo la mirada al Davy dormido en mi cama—. Cayó al cielo... lo juro.
 
Él literalmente cerró los ojos y se profundizó después de los créditos. Quedó así, con los brazos rodeando mi almohada, la cabeza sobre una bolita de edredón, y medio cuerpo colgándole fuera de la cama. No siento ninguna remordimiento cuando abro la cámara de mi teléfono y le tomo una fotografía, bien se le ve la boca vergonzosamente abierta.
 
—Parece que no matara ni a una mosca —murmuro mientras abro nuestro grupo y le doy a "enviar"—. No es como que no te merezcas la venganza, ¿verdad?
 
Bueno, es él quien adora invadir mi privacidad enviando fotografías despistada. No estaría muy equivocada si aseguro que todos nuestros amigos tienen su carpeta llenas de mí cara. Ah, ¿Quién si las conserva? ¡Colin lo hace!
 
Niño bonito:
Creo que iré a comer algo. Hoy en la veterinaria estuvo todo movido, estoy agotadísimo!! 
 
Me:
Pobre de ti ):
Yo iré a darme una ducha, estoy apestando.
¿Hablamos después, niño bonito?
 
 
No espero el mensaje de vuelta. Bloqueo el móvil con nuestro chat abierto y lo dejo en el buró para revisarlo después.
 
Si algo quiero antes de una ducha, es estirarme, caminar y comer algo, porque mi estómago comienza a quejarse de lo poco que he consumido.  Antes de eso, me desvío al baño para lavarme los dientes y la cara, la ducha debe esperar. Cuando estoy en las escaleras, con mi franela y pantalones de pijama, me detengo para respirar un par de veces.
 
Mis padres están justo en ese piso, en la cocina. Puedo escuchar los murmullos desde la pared que guía adentro. Sus expresiones cautelosas, sorprendidas, e incluso levemente desaprobatorias, son justificadas porque no he salido de mi dormitorio en todo el día por orden del doctor Lennon.
 
—Hola —ignoro sus miradas.
 
—¿Qué haces despierta a esta hora, cariño?
 
—Hambre y sed —les respondo, dirigiéndome al refrigerador—. Lamento si interrumpí algo.  
 
¿A qué suena ese silencio? Si, a incomodidad.
 
—Deberías estar en la cama... —Jenn carraspea—, ¿prefieres que yo te prepare algo?
 
—No, gracias. Comeré alguna fruta y agua... uh, o té de durazno.
 
Tomo la última botella de mi té, y con la manzana verde en la mano, me doy la vuelta recargándome en la encimera, y comienzo a comer. Lo hago allí, frente a ellos, esperando alguna reacción de su parte que no sea esa cautela asfixiante. Mastico con lentitud, saboreo y suspiro como si quisiera demostrarles que estoy bien. Cuando termino, me deshago de lo sobrante y sonrío.
 
—Me iré a la cama —les hago saber—. Descansen, los quiero.
 
 —Carlee —me detengo—, ¿Podrías darme un minuto?
 
Mierda. Ese tono distante y profesional de Jackson no me gusta. No ahora, no hacia mí.
 
—¿Qué pasa? —inquiero, sin retroceder los pasos que avancé.
 
Intento silenciar el temorcito que me produce las miradas que comparten; entristecida de Jenn, indescifrable de Jackson.  
 
—Hija, siéntate —me piden—. Queremos hablar contigo.
 
Me recompongo y no lo dudo:
 
—Si es por lo que pasó en la madrugada, lo lamento. Tenerla rondando por ahí me está causando mucho estrés. No tienen que preocuparse por nada, en serio, estoy...
 
—Siéntate —demanda, esta vez, Jackson.
 
Con los nudillos apretados, tomo el lugar en la silla frente a ellos.
 
—Ya, ¿ahora qué?
 
—Lo que pasó no fue cualquier cosa —bajo la mirada a mis manos sin saber cómo ocultarme de los ojos acusadores de Jack—. La última vez que te vimos así fue hace cuatro años, Carlee, y si volvieron, es porque algo no está bien.
 
Alzo la vista.
 
—Por supuesto que algo no lo está, papá. Aleen apareció, está por ahí como si fuese lo más normal del mundo. Por dios, ¿crees que esta conversación tiene sentido? ¿Quieres que esté tranquila después de lo que pasó? —les hablo con dureza—. Es absurdo pretender que no genere nada en mí. Eso no significa que esté mal.
 
Su mirada ya no es indescifrable, esa es la mirada que te da un padre cuando está decepcionado.
 
—Volverás a ver a un terapeuta.
 
Lo suelta así, seco, brusco y sin medir las consecuencias.
 
Por un largo minuto me mantengo en un estado de confusión, como si la palabras dichas se hubiesen revuelto en mi atolondrado cerebro. Realmente, no lo comprendo a la primera. Cuando paso la mirada de un rostro a otro, ambos denotando determinación, lo capto, e inmediatamente, un nudo se instala en mi garganta volviendo doloroso el paso del aire.
 
—¿No tengo opción? —no me importa lo rota que me sienta la voz.
 
—Es una decisión tomada.
 
Aprieto los labios, asfixiándome en la sensación de traición.
 
—De acuerdo.
 
—Hija, hacemos esto por ti —se justifica Jenn.
 
—No —me limpio una lágrima rebelde—. Lo hacen porque están pesando que es la única forma en la que pueden ayudarme. Pero lo único que están logrando es empeorarlo.... Todo es tan distinto y ni siquiera lo entiendo.
 
—Carlee...
 
Sólo meneo la cabeza, silenciando cada palabra que quieran decir. No me apetece escucharlos, porque aunque su intención no sea lastimarme, lo están haciendo en este momento. Joder. Ellos lo sabían, sabían cuánto deseé finalizar las sesiones. Me prometieron confiar, creyeron en mis palabras y ahora... ¿Por qué todo está cambiando?
 
Llego hasta a mí habitación, y como si ya no soportase el peso de mi propio cuerpo, caigo deslizada contra la gruesa madera oscura de mi puerta. Con las rodillas al nivel del pecho, ahogo los sollozos que no puedo seguir conteniendo. Maldita sea. Lo único que soy capaz de hacer, sin despertar a Davy, es tomar mi teléfono, y marcar un sólo número: Colin. Me recibe la llamada tan animado, que por un momento me frustra preocuparlo de golpe; sin embargo, necesito hablarle, necesito sentirme escuchada una vez más.
 
Ya no me gusta sentirme como esa niña de diez años que llegó a esta casa.

Un corazón para sanarWhere stories live. Discover now