C a p í t u l o U n o

1.7K 128 73
                                    

Carlee Ainsworth.

 
[Septiembre 05, 2017]

«Tiendas, árboles, semáforos, personas…»

Íbamos dejándolo todo atrás mientras el auto avanzaba con velocidad en la carretera. Mantuve los ojos en la ventanilla empañada. Presioné mi dedo allí y dibujé una carita feliz. Me estaba esforzando por escuchar lo que mi padre tenía que decirme, pero me era imposible no darle algo de atención a la estación de radio encendida que anunciaba la llegada de septiembre «¡Nos despedimos del verano!». Entorné los ojos. Como si no fuera lo suficientemente obvio que estaba a unos minutos de empezar mi último año de preparatoria.

—No te entiendo —dije de repente, cortándole la plática en un semáforo—, ¿estás diciendo que crees que no me divierto lo suficiente?

Mi padre hizo un gesto dudoso, tamborileando los dedos en el volante.

—Solo digo que podrías intentar hacerlo mejor. Es el último año, intenta, no sé, hacer más amigos, salir de casa e ir por ahí, tal vez hacernos enloquecer un poco a tu madre y a mí. Lo que hacen los chicos de tu edad, ¿comprendes?  

 —No, creo que me divierto lo suficiente.

 —Pero si nunca sales de casa —opinó Kaia, asomándose entre los asientos con esa sonrisa suya a la que le faltaba dientes—, y no tienes amigas.

 —Estoy bien —empujé su cabeza con el dedo índice, dejándola de vuelta en su asiento—. Tengo amigos.

 —Uno.

 —También a Odette.

 —Es familia.

 —Y salgo de casa.

 —Para ir a la escuela.

 —Y los hago enloquecer, ¿recuerdas esa vez cuando mamá encontró mi rebanada de pizza escondida en un gabinete con moho?

 —Si, no es eso a lo que le refiero —dijo él. Había puesto el vehículo en marcha de nuevo y estábamos a una calle de llegar a mi escuela, pero parecía dispuesto a seguir esa conversación—. Mira, Car, eres asombrosa tal y como eres. Me parece bien si prefieres quedarte en casa a mirar Friends, pero tienes diecisiete. Yo solo quiero que, en el futuro, dentro de veinte años, mires atrás y te sientas feliz con lo que ves.

 Lo pensé por un instante.

 Era cierto eso de que no tenía la vida más interesante y probablemente mis habilidades sociales eran deficientes, pero no me molestaba. Me refiero a que, estaba bien con lo que tenía, era lo que conocía desde hacía mucho tiempo, era sencillo y eso me bastaba. Lo prefería así.

El auto frenó delante de mi escuela, Bowell. Una enorme e imponente infraestructura que debía haber estado allí desde el principio de los tiempos, con una verja de hierro y vehículos de último modelo que no encajaba con el resto del lugar. Me giré hacia mí padre, que me sonrió con gentileza.

—Te quiero, lo sabes, ¿cierto?

—Si, papá —respondí.

—No te lo diría si no creyera que es importante, Car. Solo te pido que lo intentes, que vivas un poco de verdad, piensa en salir de tu zona de confort más a menudo. ¿Me prometes que vas a intentarlo?

No entendía por qué era tan importante para él y para mamá. Miré a Kaia por el espejo retrovisor, me hizo un gesto adorable que me arrancó una sonrisa. Esa niña, era el único ser humano que podría ser testarudo e irritante y aún así querría de manera demencial.

Un corazón para sanarWhere stories live. Discover now