C a p í t u l o T r e i n t a Y C i n c o

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Carlee.

Enero 20, 2018.


Llevé una mano a mi cuello y lo sobé tratando de aliviar el dolor en la zona mientras caminaba hacia la entrada de la casa de los Bassett. No tenía idea de qué manera mi cuerpo se había acomodado al de Colin en medio de la noche, pero en ese momento tenía un terrible dolor muscular. Pese a que sabía que me esperaba la conversación más extenuante del año, agradecía que Davy me hubiera enviado un taxi pagado.

La puerta principal estaba abierta, supuse que la había dejado así para mí, así que entré sin más.

No pude dar más de tres pasos antes de que tuviera que cubrirme la boca para ahogar un grito del susto: Davy. Se encontraba de pie en un lugar que dos segundos atrás estaba vacío. Lo miré ceñuda, notando que parecía demolido, como el héroe de película que acaba de salvar al mundo, solo que menos heroico y más lamentable. Su camisa estaba hecha jirones, su rostro ojeroso, pálido y cansado.

¿Era por todo lo que bebió?

¿Se había involucrado en una pelea o qué?

¿Así también se veía Colin después de beber tanto?

Davy no tardó en hacerme el mismo repaso que le estaba haciendo: la camisa de Colin que tenía puesta, la falda torcida que hasta ese momento noté desarreglada, el cabello despeinado. Ninguno de los dos dijo nada. En silencio, me indicó que subiéramos, por lo que le seguí el paso en la enorme casa de los Bassett. De verdad, para ser solo tres personas y un gato, había demasiado espacio: tres pisos, cinco dormitorios, tres salones, una cancha de baloncesto en el patio trasero y la piscina. La segunda planta se extendía en un pasillo largo con cuatro puertas a cada lado, la de Davy se distinguía porque hace unos años la había pintado de negro con pintura de aerosol y había colgado ese letrero que decía «God is a woman».

Él abrió, se hizo a un lado y me dejó entrar primero. A continuación, cerró y me di la vuelta, preparada para defenderme cuando perdiera la cabeza. Para mí sorpresa, no parecía al borde de perder la cabeza en cuanto encontré su mirada.

—En su casa —vale, no fue un mal inicio—, pasaste la noche en su casa.

—Técnicamente, no pasé la noche, solo unas horas —corregí, alzando la barbilla. No tenía de qué acojonarme. Igual, había hecho lo hice prometiendo que, si me traía consecuencias, las enfrentaría, ¿no?

Davy resopló.

No aparté la mirada de él mientras caminó hasta su cama y se dejó caer sobre las sábanas tendidas. Tras un instante, dio unas palmaditas en el colchón para que ocupara el lugar a su lado. De acuerdo, no parecía cerca de perder la cabeza. Me tomó unos segundos, pero terminé bajando la defensiva. No me presionó, sin embargo, lo que había ocurrido la noche anterior me tenía aún tan sobrecogida que empecé a contarle todo; empecé por Brent, luego cómo acabé en el taxi a mitad de la noche camino a la casa de los Allard, me salté a la conversación que había tenido con Betty antes de marcharme, por último, le conté sobre Colin y lo borracho que estaba.

—Mierda, Car —meneó la cabeza, pasmado. Después clavó la mirada en mis ojos con intensidad—. ¿Estuviste bien con eso?

—¿Con qué? —hundí las cejas.

—Con quedarte encerrada con él estando así de borracho —me di cuenta de que esa era la razón por la que parecía tan culpable—. Ah, no debí beber tanto, se supone que iba a cuidarte.

—Davy, estuvo bien para mí —confesé con la voz baja, sin apartar la mirada del suelo. El corazón se me aceleró un poco—. Ni siquiera pensé en nada de... eso, cuando estaba con él, en nada más que nosotros. Supongo que todavía me siento segura con Colin. Tanto qué...

Un corazón para sanarWhere stories live. Discover now